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París. Enero 2017. Restaurante japonés en los Campos Elíseos.

La premiere de La La Land está ocurriendo muy cerca.

La epitomía de la superficialidad ambiciosa se sienta a mi lado en el restaurante con mesa imposible. Resulta que son mis compatriotas.

Las reconozco por el acento guatemalteco, que también tiene un cantadito de quien ha tenido padres excesivamente pudientes con generosidad también excesiva.

Se sentaron a beber champagne y planificaron cómo manipular a su novio actual, para irse a vivir a Nueva York para conseguir un marido con conexiones. “No te vas a quedar con él toda la vida ¿o sí?” le preguntó. “Por supuesto que no” le contestó la otra. Mientras tanto, un pobre iluso está bien enamorado creyendo ingenuamente que sus millones guatemaltecos le alcanzan para casarse con ella.

Hablan acerca de su educación universitaria. “¿Ya pensaste donde hacer tu internship?” le pregunta Z. “No sé, estaba pensando una universidad en los Estados”.

-“Tené cuidado cuál elegís. A muchas universidades ya solo asisten casados, no vas a conseguir un buen marido allí. Hablate con Pochi (o Preti, o Marky o como sea, todos se llaman igual) para que te ayude a mudarte a un lugar de gente con conexiones. Si no te va a tocar quitarle el marido a alguien.”

Hablan de planificar su vida. Eso significa casarse. Encontrar un nuevo patrocinador de champagne y cenas en París. Pasan del dinero del padre al dinero del marido. “No soporto a la sociedad en Guate, ya los conozco a todos.” dicen. (Nota mental: no conocen a los de la mesa de al lado). La meta final es salir de este país que las tiene hartas.

“La Fulanita (todas también se llaman igual) sí le gustó eso de trabajar y ella está también en Nueva York. Pedile que te ayude”, dicen mientras piden la cuenta. No se molestan en hablar francés. Piden la cuenta en español cansado de tanto dar órdenes desde muy pequeñitas. No es una persona frente a ellas, es un sirviente.

Ellas son lindas y son ambiciosas. Así las criaron. Lástima que allí tengan puestas las metas. Tienen la oportunidad de viajar por el mundo, ir a las mejores universidades, toparse con gente influyente, pensadores, artistas, empresarios. Tienen acceso al arte, a los idiomas, a las culturas. Pueden dedicarse a lo que sea: ser inventoras, astronautas, Presidentes. Pero no. Planifican sus vidas alrededor de casarse con alguien importante en lugar de convertirse en esa persona importante. Se vuelven interesantes por asociación. Nada más.

Para mi fue muy educativo. Qué diferencia hace nacer unos kilómetros más allá o más acá. Allí estamos, en la misma terraza, del mismo restaurante en París pero con la mentalidad separada en planetas distintos.

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