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Muchas veces los niños juegan con amigos imaginarios ¿y si estos realmente existieran?

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Amigo imaginario. Por Guillermo Monsanto

“Señora”, acotó la maestra, “todo está bien con Selvin… solo la llamé para que viera estos dibujos que me llamaron la atención… él dice que este es su amigo que lo visita todas las noches”. La madre del niño vio con cierto desdén los papeles, miró exasperada al cielo y le devolvió los garabatos a la maestra. Luego dio un suspiro y replicó: “Por favor ¿para esto me hace perder el tiempo? Seamos serias, cuando haya una verdadera emergencia me llaman, su cuarto está tapizado de lo mismo. Me salió artista el crío”. Dio la media vuelta y dejó a la avergonzada profesora con la palabra en la boca. Esta, derrotada, se quedó viendo los papeles del niño sintiendo escalofríos. “Debería mostrárselos a la psicóloga”, pensó, pero no lo hizo.

Aquella misma noche, la mamá entró en la habitación de su hijo. Lo encontró dibujando en su mesa de trabajo. Observó los dibujos y luego de un buen rato preguntó: “Mijo ¿por qué no pintas otras cosas que no sean este ser enano y cabezón, de ojos grandes?” “mami, él es mi amigo secreto. Me viene a visitar todas las noches, le estoy enseñando a hablar en mi idioma”. “A ver Selvin, cuéntame ¿y por dónde te viene a visitar? Yo no lo he visto entrar por la puerta principal, subir las escaleras y entrar a tu cuarto ¿no será que te lo estás inventando?”. “No mami”, replicó el niño, “viene por la ventana”. “Eso es imposible”, pensó la mamá, “vivimos en el último piso del edificio”. “Bueno, si tú lo dices, aunque creo que ya tienes la edad suficiente para comprender que tu misterioso amigo existe solo en tu imaginación”. Lo besó en la frente y salió de la habitación, mientras Selvin le decía que “sí, que era un niño grande, de seis años”. Ella sonrió y decidió ponerle una cámara a la habitación, cosa que hizo al día siguiente.

Un curador de arte habría quedado fascinado. En realidad, parecían creaciones expresionistas de colores fantásticos y hasta imposibles. El niño, de tanto pintar un mismo tema, había conseguido perfeccionar su técnica y el conjunto entero contaba una historia. Una especie de ¿OVNI? Se posaba en la azotea del apartamento, en el primero de los dibujos del cuaderno. En otra hoja, una especie de enano cabezón, ojudo y con manos de rana, se descolgaba del techo hasta el balcón. En la siguiente, jugaban Scrabble, de una manera muy particular… como si el niño escribiera palabras en español y el visitante las tradujera a otro idioma, y así una secuencia que terminaba con el niño saliendo de la mano con el extraño visitante por el balcón.

Una semana después. “Selvin querido, a bañarse, ya va siendo hora de salir para el colegio”. Pero el niño no respondió, no estaba en su cuarto ni en el resto del “penthouse”. Corrieron al monitor para descubrir con horror que una especie de homúnculo con manos de batracio había estado jugando con el niño durante la noche. Que Selvin había metido, en su maletín de deporte, ropa y otros artículos y luego habían salido por el balcón hacia lo desconocido. Aterrorizados, vieron segundos después, una especie de nave espacial alejándose en el horizonte. Jamás volvería a aparecer en vida de sus padres. Regresaría de su viaje interestelar 150 años más tarde, siendo un adolescente de 17 años. Se había creado un bucle en el tiempo.

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