“Usted es asesor de narcotraficantes… amigo personal del Jimmy Morales…”, le dijo Aníbal García, candidato presidencial del partido Libre, a Fredy Cabrera, aspirante a la primera magistratura del partido Todos.
Este último no tardó en responder e hizo referencia a un apolillado video colgado maliciosamente en las redes sociales. Se trata de García captado en estado de ebriedad. En ese episodio, el otrora diputado reconoció su culpa, pero dijo que era “diputado al Congreso de la República”, después añadió “que no era delincuente”.
El momento ha sido recordado por Cabrera, quien dijo que García había “abusado de poder”. Aunque no es posible aplaudir a ningún ciudadano por manejar en estado de ebriedad, claramente los guatemaltecos tenemos distorsionadas las prioridades y los valores.
Llevamos casi una década dándonos baños de pureza con ese video, casi en blanco y negro. Sin justificar la actitud de García, quien esa noche se equivocó, aunque no de muerte, no podemos basar nuestras simpatías políticas en moralismos sin fondo.
Conozco a más de un amigo que ha criticado el video y ha arrojado su más certera pedrada, pero que le ha confesado a su almohada que han conducido en más de una ocasión con más tragos de los que permite la ley.
No pretendo ni tengo que escribir una defensa oficiosa de García, pero sí creo que merece la pena hacer una pausa y realmente distinguir las faltas graves de los pecados veniales.
Debate o enfrentamiento
Otra cosa que llama la atención, lo que ha sido el común denominador en todos los procesos electorales es ver cómo dos o más aspirantes se destruyen con descalificaciones, sin que necesariamente esas palabras edifiquen un debate de altura y de propuestas.
¿Es acaso admisible? Hago la pregunta porque francamente no tengo la respuesta. Admito que me provoca un marasmo mental escuchar debates plagados de la corrección política, en donde nadie se atreve a cuestionar de frente a sus adversarios. En ese sentido, parece que García y Cabrera le dieron una pausa a las habituales y aburridas ponencias de los aspirantes.
Quizás García y Cabrera han sentado un precedente y reinventarán el debate electoral, abrirán la puerta a las discusiones acaloradas que permitan cuestionar de frente a candidatos, no solo por sus propuestas miserables sino por su pasado poco transparente.
Claramente, entre ser un “ebrio” y un “asesor de narcotraficantes” y “amigo personal del presidente”, hay una distancia bastante larga de recorrer. ¿Quién dice la verdad? De nueva cuenta hago esta pregunta seria. Quizás los dos, aunque una tenga una carga penal y la otra más moral. Sin duda, será interesante ver cómo se desarrollarán futuros debates ya con este precedente de cuestionar frontalmente a los adversarios.
Me queda la duda si estas alusiones directas debiesen de venir de otro candidato o de la ciudadanía o bien un moderador. Pero, ante la falta de cuestionamientos de este tipo alguien tuvo que tomar la iniciativa.