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La política ha sido hasta ahora un nunca acabar de malas prácticas, tirar la piedra y esconder la mano, un tráfico de influencias sin fin.

Bien lo evidencia todo el research que se ha hecho: a los millennials no les interesa la política. ¿Y por qué habría de hacerlo? Idealmente la democracia es un sistema que permite que todos participen y que las mayorías ciudadanas tomen las decisiones en cuanto a quienes las gobiernan. En nuestro caso, crecimos en un sistema que nunca nos ha dado lo que queremos, y menos lo que necesitamos.

Esta apatía tendría que cambiar cuando quienes nos gobiernan también cambien. Destruir la rueda del círculo vicioso, a la Daenarys Targaryen, pero ideológico.

El que roba tendría que dejar de robar. El que miente, dejar de mentir; el que engaña, dejar de engañar; pero no porque lo obliguen, sino porque quiere.

Mientras tanto, Neto Bran se rompe la cara con “3Kiebres”, cumpliendo con lo que dice: aunque le costara unos dientes. Tristemente, la política y el show business han encontrado la única manera de llamar la atención y hacernos participar activamente. Las pocas formas que tienen de generar confianza y empatía.

Con o sin shows, podemos tener controles, comisiones, leyes, ejércitos y quién sabe cuántas peleas de box, pero el que no quiere hacer las cosas bien, ni porque lo obliguen.

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