Trascendió hace poco que la muerte de Christopher John Boyle o Chris Cornell por suicidio. Anoche, (miércoles 17 de mayo) terminó de dar un concierto en Detroit y sucede que luego de despedirse de Kim Thayil, (guitarrista), Matt Cameron (baterista) y Ben Shepard (bajista), sus amigos de Soundgarden, fue al baño se amarró una cinta al cuello y apretó para separarse de su humanidad. Nos quedamos sin hermano con el frío recuerdo de su genialidad y la potencia de su voz que quedó sellada para siempre en nuestra memoria musical.
Chris había expresado más de alguna vez que sufría de depresión y agorafobia y que gracias a que había entrado en rehabilitación en el 2002 se encontraba en total plenitud creativa y personal pero al parecer fue una cruz que nunca pudo abandonar.
Cornell apareció en mi órbita musical con Black Hole Sun en 1994 cuando MTV entró a mi casa con un video de imágenes deformes y satíricas. La voz de Chris aguda y desgarradora grabó esta frase en mi cabeza Times are gone /For honest men /And sometimes / Far too long / For snakes.
Quedé impresionado con la letra de canciones como Fell On Black Days, The Day I Tried To Live, Burden in my Hand, Blow Up the Outside World, Rusty Cage, Outshined y Loud Love. No fue sorpresa que la primera vez que fui a comprar discos el primer CD que compré fue el Superunkown que salió en 1994.
En 1997 Soundgarden se separó y así terminaron mis años de Grunge con un fuerte duelo de Kurt Cobain que se había suicidado tres años antes. De aquel movimiento rockero también fallecieron otros cantantes entrañables como Layne Staley de Alice in Chains y Scott Weiland de Stone Temple Pilots por problemas de drogas y alcoholismo.
Cornell luego brilló como solista y cuando se dio a conocer que fundaría con los miembros de la banda Rage Against The Machine, el grupo Audioslave fue algo histórico dentro de la música y puso felices a fanáticos como yo.
Encontré una conexión emocional muy cercana con aquel movimiento de rock de principios de los 90. Aquellos ídolos nunca estuvieron preparados para el éxito, la fama, el estrellato y conciertos multitudinarios. Lo único que querían era tocar rock en el garaje de sus casas y hacer un concierto un sábado por la noche en algún bar.
El suicidio, la depresión, la muerte
La visita de la muerte en los casos de David Bowie y Leornad Cohen que fueron por enfermedad y de forma natural respectivamente, uno, de alguna manera se prepara. Sin embargo cuando son muertes por suicidio el robo de nuestros héroes es incomprensible. Nos abraza una negación agobiante acompañada de una rabia y eventualmente la enorme tristeza de aceptación.
Leo las declaraciones de su esposa Vicky Karayiannis que intentó por todos los medios de localizar a Chris después del concierto en Detroit para hablar con él y querer escuchar su voz aunque sea para desearle buenas noches o preguntarle cómo le fue en el concierto. La escena de no contestar las llamadas y luego la incertidumbre y desesperación de no saber el paradero de tu pareja es intensa. El grito de desesperación al enterarse del trágico desenlace, y lo que es peor, escuchar que fue una muerte por su propia mano, aún ronda mi cabeza.
La depresión, la ansiedad, el alcoholismo, las drogas solo nos recuerdan que somos humanos y aunque estos problemas ataquen a un bajo porcentaje de la población mundial en cualquier momento pueden robarnos a nuestros seres queridos.
Chris Cornell entra al mundo de la inmortalidad y nosotros quedamos sin un hermano menos. Sin un héroe de infancia. Como la letra de Just Like Suicide: With Eyes of Blood / And Bitter Blue / How I Feel For You / I Feel For You… Y así, manejar esta tristeza, esta maldita tristeza de que Chris ya no está aquí.