Esa noche del 1 de octubre creyó que lo había perdido todo. Su familia, su casa y su vida. Hoy, con el paso de los años se da cuenta que, además se perdió a sí mismo, en la Noche del Cambray.
Josué López, llegó la noche del 1 de octubre de 2015 a buscar a su esposa y su hijo en los escombros del Cambray II. Con manos y uñas cavó en el lugar donde 3 años antes había construido su vivienda.
Horas después, los cuerpos de su primogénito, y su mujer fueron desenterrados. Uno, junto al otro, los restos de su razón para vivir, reposaban en el lodo.
El entonces presidente, Alejandro Maldonado, se solidarizó con los afectados y decretó luto nacional. Junto a sus palabras ordenó la construcción de una colonia para las 181 familias afectadas.
Los ofrecimientos de Maldonado nunca se materializaron. Hoy, el proyecto Querida Familia, cómo se le llamó, aún está inconcluso.
Sin casa, familia y un lugar a donde ir, Josué encontró un cuarto en San José Pinula.
Una espiral hacia el olvido
En busca de rehacer su vida y dejar atrás lo sucedido, López se volcó a su trabajo de mesero. Sus días tenían poco sentido y el futuro pintaba gris, trabajar para no pensar fue su lema.
López abandonó el albergue de Santa Catarina, tres semanas después de haber llegado.
Sus únicos recuerdos fueron la ya arrugada y borrosa foto de su hijo y su esposa, “la tomé el día del cumpleaños del nene y la llevo en la billetera”. La fotografía es la única prueba física de una vida que se perdió en el barranco.
Transcurrieron los meses y fue entonces cuando una amiga sin voz y sabor amargo llamó a su puerta. “La tomé para dormir mejor y aliviar el dolor”, sin embargo, lo que comenzó, como un aliciente para el corazón y la cabeza, se convirtió, rápidamente en una necesidad diaria.
Con el aumento de las dosis, llegaron las aventuras de una noche. No faltaba una amable vecina que quisiera consolarlo, una infiel dispuesta a todo o la que “peca por la paga”, siempre había alguna disponible.
Alcoholizado, aturdido y buscando lo que nadie le podía devolver, Josué se aferró a cualquier silueta femenina que le diera calor y la oportunidad de no pensar durante 15 minutos. La ciudad se hizo pequeña, los rostros irreconocibles y cualquier esquina era un buen lugar para dejar descansar la mente y descargar la rabia que le comía por dentro.
Corrieron los meses, las fechas importantes y nada cambió. Cumpleaños, Navidad, Semana Santa, Día del Niño, de la Madre y todo daba igual. Con el corazón seco y el hígado hinchado, Josué decidió cambiar y conciliar el infierno que llevaba dentro.
Camino a Querida Familia
Una vecina le acogió y acompaño en el proceso de sanar. Hoy, ella y los dos hijos de su anterior matrimonio son el pilar en sus días de recuerdo.
Un año y siete meses después de la noche en que lo perdió todo, una luz apunta en dirección a Josué. De acuerdo con este joven de 26 años, unas 50 viviendas de la nueva colonia están terminadas.
“Una de las casas es la mía y voy a pasarme a vivir allí”.
Actualmente, los ingenieros que trabajan en la conclusión del proyecto utilizan las viviendas terminadas como oficina. Han puesto como requisito que se solicite la conexión de la energía eléctrica para iniciar el proceso de entrega de las casas, de momento nadie vive en Querida Familia.
Josué, quien logró mantener su trabajo, ha comenzado a vivir de nuevo y asegura que a su esposa y su hijo fallecidos “los puse en un lugar especial y allí los tengo bien cuidados”. No quiere tener hijos, de momento, pues cree que todavía no es bueno. “Ha de ser malo porque ya tuve uno y lo tuve dos años, me sentía tan seguro, pero me quedó temor”.
25 de cada cien viviendas en Guatemala están en asentamientos