A mi padre ex alcohólico y con capacidades especiales imagen

En su silencio, andar despacioso y rutina diaria sé que me comprende, aunque no me hable conoce mis preocupaciones y alegrías.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Antes de empezar debo respirar profundo y contar mi vivencia. Primero, debo dar gracias a Dios, la vida y el universo por tener a mi padre aún conmigo, pues es sobreviviente de un derrame cerebral y quien regresó milagrosamente del umbral de la muerte.

Luego de eso, de nuevo suspiro y continúo. Mi papá era alcohólico. El licor era como su aliado o su amigo incondicional, llegó y se instaló en su vida como un virus, que con los años lo contaminó, pero no lo venció. Sobrevivió, aunque la enfermedad lo dejó postrado en cama dos años, en silla de ruedas y sin habla.

Cuando no bebía era un gran dibujante y llegó a estudiar el último año de Auditoría, ya no siguió porque no le alcanzaba para mantenernos en el colegio, se sacrificó por sus hijos. Quién sabe hasta la fecha también sus frustraciones, tristezas o preocupaciones para hundirse en un desgarrador vicio, nunca me lo contó por más que le preguntaba.

Para quienes han convivido con uno de los padres que padecen alcoholismo saben lo difícil de verlos autodestruirse. También, uno como hijo sufre las secuelas. Aunque, con los años comprendí que debí perdonar todos los errores de mi padre y que no era su mala intención o gana de joder, sino era una enfermedad. Jamás hubiera querido que Herman, mi padre, estuviera moviéndose con dificultad o sin poder comunicarse, sé que está vivo y eso cuenta, pero siempre la melancolía me gana en ocasiones. 

Su renacer

Al volver a los días grises de su internamiento, recuerdo llegar al intensivo y mirarlo conectado a varios aparatos y no reconocerlo, ya que parecía un luchador de sumo, estaba hinchado por su padecimiento, me quedé en shock y negaba que fuera mi padre. El doctor dijo que quizás no se salvaría o quedaría como vegetal, ciego o sin habla, fue esto último que le dejó el derrame. Fueron años oscuros, de sufrimiento, de una lucha diaria con fiebres, dolores y llagas en su cuerpo, pero que de forma increíble superó.

En su nueva vida, que empezó hace 12 años, está sumido en el silencio, pero ya está de pie, camina con mucha dificultad, pero lo logró. Aclaro, que no es fácil verlo así, porque era un hombre dinámico (pata de chucho, esto igual que su hija) y ahora sin poder trabajar o valerse por sí mismo siempre es triste. Eso sí, siempre se ocupa de mantenerse ocupado, su mente y cuerpo continúan activos.

Nos ayuda con mi mamá a lavar trastos, dobla la ropa, sale al jardín principal del condominio donde vivimos, corta las flores, siempre busca quehacer como en sus mejores tiempos. Su amigo es su bastón y su fuerza de voluntad para salir de la muerte que lo tuvo en sus brazos, pero mi padre fue más fuerte.

En su andar nos hemos unido. He logrado perdonar una infancia melancólica, con recuerdos de verlo beber y destruirse, además de una adolescencia confusa por la misma situación. Ahora, siento agradecimiento porque fue un padre responsable, que no estuvo exento de errores como todos los seres humanos pero le agradezco lo que soy ahora.

No le gusta salir, tal vez piensa que a nosotros nos incomoda o prefiere estar junto a su fiel mascota que siempre lo acompaña. Evita los viajes largos, quiere la comodidad de su hogar y se lo tiene bien merecido, porque a pesar de sus defectos, fue un padre responsable y que la vida le dio una segunda oportunidad.

Y mientras termino de escribir tarareo: “Viejo mi querido viejo ahora ya camino lerdo como perdonando el viento”. “Soy tu silencio y tu tiempo”.






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