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La llegada del frente frio era inminente, pero una vida llena de desaciertos en sus predicciones hizo que muchos ignoraran el aviso que INSIVUMEH dio una semana antes. Finalmente, la masa fría se hizo sentir el domingo y las solicitudes de ayuda para los menos favorecidos comenzaron.

TIENES FRIO? TOMA UNO, QUIERES AYUDAR? PON UNO

El espíritu solidario chapín no tardo en aflorar. Los más conscientes comenzaron las campañas para donar, lo que sobra y que está viejo, pero igual era ayuda.

Como centros de acopio improvisados, lazos con pancartas aparecieron en varios puntos de la ciudad. El olor a guardado del clóset se fue disipando mientras el humo de las camionetas abrazaba lo que otros dan por viejo.

A los tendederos de buena voluntad del Centro Histórico, la zona 10, 18 y El Obelisco acudieron los más dadivosos. Con la esperanza de ayudar a los desfavorecidos o simplemente para abrir un lugar a las compras de fin de año, dejaron “lo que ya no usan”.




Uno de esos bonachones fue Alejandro, a quien, con un armario lleno, la posibilidad de ayudar le tocó el corazón. “Tenía unas 25 prendas que ya no usaba y decidí que la campaña en FB era buena.  Había que regalar”.

Luego de visitar a sus suegros en el Centro Histórico se percató de uno de los tendederos de buena voluntad, frente a Catedral. “Me pareció una opción, pero prefería dárselo personalmente a la gente”.

Del Audi al lazo

Así fue como a la mañana siguiente, la cajuela de su Audi se llenó con las prendas de las temporadas pasadas. Kenneth Cole, North Face, Columbia y otras llevarían calor a los menos favorecidos. “Durante una hora di vueltas por la zona 1 y no encontré indigentes, así que regresé frente a Catedral”.

Al lado derecho de la iglesia, junto a la virgen pintada en azulejos y detrás de las motocicletas, estaba el lugar. De las ventanas del Palacio Arzobispal, las que no dejan pasar el frío y el humo de los buses, colgaba el lazo y los abrigos.

Una colorida sombrilla ayudaba a dar protección contra el sol a unas vendedoras de “Chalchihuites” y cuidadoras de motos. Cada quien a los suyo y así fue como Alejandro se aproximó para colocar sus piezas.

Mientras descargaba su vehículo, Alejandro pudo sentir la mirada de los vendedores, no sabía si admiraban la cantidad de prendas que bajaba, o esperaban para robarle el carro. Igual, siguió con la tarea.

Veintidós..tres…cuatro y cinco, el baúl quedó vació y el lazo tupido. “Sentí que estaba haciendo algo bueno y que le serviría a alguien”.

Las prendas de Alejandro contrastaban con las que ya había en el lazo. Se podía saber cuáles habían salido del AUDI y cuáles ya estaban allí.

Finalizada la operación, Alejandro volvió a su vehículo y más tardó en desactivar el sistema de central locked, que las vendedoras en abalanzarse sobre los donativos recién llegados.

Parecían zopilotes, descolgaban las chumpas y suéteres, para luego doblarlos y guardarlos en bolsas plásticas. En menos de 30 segundos se habían llevado las 25 piezas.




“Me regresé a pedirles una explicación y en tono de cholojera del mercado, sus gritos no me dejaban hablar”. 

Dijeron que ellas conocían a la gente pobre y les llevarían la ayuda, además de los insultos y la tan gastada excusa de “ustedes los ricos y nosotros los pobres”.

Ellas se lo llevan todo

Alejandro se aproximó a un policía municipal que cuidaba el frente de Catedral para pedirle ayuda. “Ni se moleste jefe, aquí ellas se lo llevan todo. Ayer trajeron frazadas y se las llevaron todas, los que las necesitan ni las vieron”.

Molesto y con ganas de pedirles que volvieran a colocar las cosas para los necesitados, los gritos de las dos mujeres llamaron la atención de más peatones. “Mejor váyase que esta gente le va hacer algo”, le dijo un joven. Alejandro, con más miedo que enojo se subió a su Audi y dejó la zona 1.




Alejandro no dejaba de pensar en cómo esas señoras sacarían provecho de su buena obra. “Seguro se las van a llevar a un mercado y las van a vender, o peor aún se las quedarían sin realmente necesitarlas”.

El timón de cuero sintió la rabia de Alejandro, dedos y uñas lo estrechaban como pocas veces, temblaba de furia mientras abandonaba el Centro Histórico. Ya en la Reforma y al ritmo de tránsito reflexionó sobre lo sucedido.

¿Cuántas de estas señoras hay por todo el país, en los hospitales, escuelas, colonias, aldeas y el mismo gobierno? “Siempre hay un vivo que se aprovecha de la situación y deja bien jodidos a los que necesitan”.

Después de su reflexión y con la zona 1 a su espalda, comprendió bien lo sucedido. “En este país hasta ayudar cuesta”. 

TRADICIONES NAVIDEÑAS

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