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Su medio de circulación es una motocicleta, para cubrir distancias largas; para las cortas se vale de sus pies. Nueve años de persecución le enseñaron dos cosas: “La verdadera paciencia y el secreto para derrotar a tu enemigo”.

“Hablo porque a mí me acusaron injustamente, no lo hago por los políticos y empresarios corruptos”, indica. A lo largo de nueve años, la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y el Ministerio Público lo persiguieron, allanaron, encerraron y trataron de bloquearle el futuro.

Óscar: de desestabilizador a sicario de los ricos

La persecución a Óscar comenzó con la muerte de Rodrigo Rosenberg y de allí, una serie de eventos lo llevarían a figurar en la lista 179, que se las debían a Álvaro Colom y a su esposa, Sandra Torres.

Las protestas para pedir la renuncia de Colom, luego de la muerte de Rosenberg, fueron de las más nutridas en la plaza central. Y allí estaba Óscar Díaz, quien exigía justicia, una investigación para aclarar si la pareja presidencial había tenido algo que ver con la muerte del abogado.

“Solo queríamos que se investigara y se estableciera si ellos tenían que ver, nada más”, afirma. Pero la masiva concentración no fue del agrado de “los mandatarios”.

Carlos Castresana, excomisionado de la CICIG, lo acusó de sedición y de intentar derrocar al gobernante. Y todo a pedido del presidente y su entonces esposa. El proceso no encontró asidero legal y fue desestimado, pero Díaz ya estaba bajo el radar de los Colom y el propio Castresana.

Un año después, los rumores sobre órdenes de captura por el Caso Pavón, la operación para retomar el control del centro carcelario más complejo del país, incomodaban a muchos. Se decían nombres, números de muertos y posibles condenas, mientras se esperaba que sucediera algo.

Me dijeron que mi hermano, supuestamente, estaba metido en el relajo, que se hablaba de ejecuciones extrajudiciales y otras cosas más”. – Óscar Díaz

Así, la mañana del 9 de agosto de 2010, las órdenes de captura, firmadas por la juez Carol Patricia Flores, se ejecutaban. Ese fin de semana, la familia de Óscar se encontraba en Guatemala para celebrarle su cumpleaños y fueron testigos de todo.

Desde el patio, uno de sus empleados le gritó: “Lic… vienen a buscar a su hermano”. Confundido y sin saber qué pasaba, Óscar no logró hilvanar los sucesos y ante la presencia de civiles en el interior de su casa, lo primero que pensó fue: “Me vienen a secuestrar”.

La noche antes previo a irse a la cama, Óscar había dejado su reloj en el baño, junto a un sobre con dinero. Luego de identificarse, los visitantes dejaron en claro que venían a ejecutar una orden de allanamiento y aprehensión.

Minutos después, ni el sobre y el reloj aparecían. Alguien los había tomado y luego de confrontar a los investigadores y personeros de la CICIG, se desató una trifulca.

“El reloj apareció debajo de un cojín y el sobre con dinero, en la mochila de uno de los investigadores del MP”, resalta Díaz.

Luego de acusaciones entre fiscales del MP, agentes de la PNC y personeros de la CICIG, lo inevitable sucedió. Óscar estaba frente a la juez Flores, se le acusaba de ejecuciones extrajudiciales durante la toma de la Cárcel de Máxima Seguridad, Granja Pavón.

De inmediato se ordenó su traslado al Mariscal Zavala, donde esperaría lo que durase su proceso. Sin embargo, en el camino a la zona 16 algo cambió, los agentes del sistema penitenciario recibieron órdenes de llevarlo al Centro Preventivo de la zona 18. Una sentencia de muerte para Óscar.

Imagínese que lo lleven a uno a una cárcel llena de mareros y que el delito que a usted le imputen sea ejecuciones extrajudiciales de reos”. – Óscar Díaz

Ya en zona 18, pidió al oficial a cargo que revisara el delito por el que se le había llevado a ese lugar. “Si ustedes me encierran con esta gente me van a matar, así nada más”, expuso. Y luego de ver la orden de detención, el oficial asintió. “Hay que sacarlo de aquí, o a este lo matan”.

Fue así como al percatarse del error cometido, los agentes le llevaron al Mariscal Zavala, donde compartió celda con un futuro presidente y otro recién encerrado, Alejandro Giammattei y Alfonso Portillo. Durante un mes y días, la improvisada cárcel fue su hogar. Hasta que sus abogados lograron demostrar que Óscar no se encontraba en Guatemala cuando se dieron los hechos en la cárcel de Pavón.

Yo estaba en Orlando, en un triatlón. Les entregamos todos los documentos, pruebas, registros migratorios y lo que pidieron para que vieran el error que habían cometido”. – Óscar Díaz

Pero la CICIG no estaba dispuesta a dejarlo ir así, tan fácil. “Si no podía ligarlo a proceso, tampoco dejarían que tuviera paz, eso creo que pensaban”, explica.

Tras salir de la cárcel e intentar retomar su vida, Óscar se dio cuenta del alcance y poder que Naciones Unidas y la CICIG tienen. “Cuando viajaba era retenido en los aeropuertos hasta por seis horas, mientras me interrogaban. Otras veces se me informaba que aparecía en una lista negra de la entidad internacional y que mis operaciones bancarias debían ser bloqueadas. No podría abrir cuentas de banco en otros países y tampoco conseguir financiamiento bancario en Guatemala, todo por lo que decía CICIG de mi”, argumenta. No fue sino hasta agosto del presente año que Óscar logró lo que más anhelaba: un sobreseimiento de su caso y comenzar a limpiar su nombre.

De lo vivido a manos de lo que llama “el monstruo de la CICIG”, solo tiene una opinión: “Tuvieron el poder de cambiar a Guatemala, pero no lo hicieron y a mí me querían destruir, pero no lo lograron y si me toca esperar seis horas para entrar a un país, lo hago”. 

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