Vacuna contra el COVID, un divisor social en plena pandemia imagen

Pero en la relación, donde se escribieron cosas fuertes y se faltaron al respeto, solo el tiempo dirá si el “chat familiar” se vuelve a activar o se quedará silenciado para siempre.

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En el trabajo, el hogar o los chats telefónicos la vacunación para el COVID-19 despierta pasiones y zanja opiniones. Familias, empleadores y amigos se han dividido por la vacuna y en algunos casos las discusiones han llevado hasta la ruptura de relaciones.

Durante 2020 se mantuvo encerrada, con miedo y en modo protector de su familia. Cada noche rezaba para que la situación terminara y que una vacuna para protegerlos saliera lo más rápido posible. Héctor su esposo, una tanto más chabacano y relajado, solía molestarla y burlarse de su angustia, todo para calmarla con un poco de sentido del humor, pero para Karina nada valía.

La familia Anleu, a la que más que la sangre la unían los negocios heredados de los abuelos, mantuvo contacto por el “chat familiar”. Allí todas las mañanas mensajes de bendiciones, fotografías de santos, versículos de la biblia y fotografías del encierro les servían para no olvidarse. Así se querían los Anleu, durante el encierro más largo de la pandemia.

El pequeño taller de herrería, con sus seis empleados, se mantuvo cerrado desde marzo del año pasado. Joel, Josué, Manuel, Francisco y Otto, fueron enviados a casa por Francisco Rojas, el dueño del negocio. “Les dije que había que hacerlo, que como pudiera les pagaría la mitad de su sueldo, pero que por favor se fueran a la casa y se cuidaran”, recuerda.

Y el tiempo paso. Karina aprendió a vivir con el miedo y a proteger a sus hijos sin llevar las cosas al extremo. Los Anleu se volvieron a juntar para navidad y unas semanas después un brote del virus, en uno de los sobrinos, asustó a todos. En el taller, el negocio tardo en arrancar. Pero para febrero la promesa de una vacuna y una pujante economía prometían un buen año.

Nada de eso paso. El gobierno y su negociación para la compra de vacunas entrampo todo. Los casos volvieron a incrementarse y pasada la semana santa, ya estábamos acercándonos al peor escenario. Los primeros en salir, en junio, a buscar la vacuna fueron la familia del menor de los Anleu, José Julio, su esposa y sus hijos de 27 y 29 años. Mientras Héctor y los del taller esperaban a que las dosis para Guatemala llegaran.

José Julio fue el primero en darse cuenta que vacunarse no solo traía efectos secundarios en el cuerpo. Luego de anunciar en el chat familiar lo que había logrado, los reclamos no se hicieron esperar. “Sos un animal, como te vacunas con esa mierda, te vas a morir y vas a matar a tus hijos”, le escribió uno de sus hermanos mayores. Otros comenzaron a defender las acciones de José Julio y en menos de una semana, el grupo se había cerrado.

“Se dijeron cosas que no se pueden retirar, se falto al respeto y se ofendió como nunca debió haberse, increíble que una vacuna acabó con una relación familiar”, José Julio Anleu.

Para Héctor la situación fue diferente. Aquella que se había encerrado bajo siete llaves, que desinfectaba hasta la correspondencia que entraba a la casa, la que había prohibido a sus hijos salir a jugar luego del surgimiento de la nueva sepa del virus, se negaba a vacunarse. “Yo me vacune, no por que crea en la vacuna, pero sabía que eso le daría tranquilidad a mi esposa, pero ahora ella es la que duda de la vacuna”, reclama.

Francisco, en cambio, ha tenido que negociar con sus trabajadores para convencerlos de que la vacuna no trae un chip de control mental, o que les modificará genéticamente y los dejara impotentes. “Les he dicho de todo para que vayan, pues ya son mayores de 40 y no quieren irse a vacunar”, asegura. Según Francisco, sus colaboradores han recibido información ultra secreta de un grupo que conoce del plan para la dominación mundial, donde solo los súper ricos se van a salvar, pues ellos no se ponen la vacuna, comenta llen de ironía.

En la casa de Héctor, las discusiones han comenzado a subir de tono. El inminente retorno a clases de sus hijos y la negativa de su esposa a vacunarse, han dividido a la familia. “Yo en realidad no la entiendo, se encerró, rezó y se cuido a la espera de una vacuna y ahora no se la quiere poner, no entiendo”, reniega el marido. Por las noches, conversan en la cama antes de dormir, ella llora pues se siente incomprendida y temerosa de lo que vacunarse puede hacerle a su cuerpo. Él, la escucha y le pide que tome conciencia, que en poco tiempo estarán más expuestos y trata de hacerle ver, que su salud igualmente esta amenazada. Pero el intercambio de razones solo lleva a la molestia y a una noche de poco descanso.

Francisco ha comenzado a evaluar la posibilidad de obligar a sus empleados a vacunarse o pedirles que busquen otro trabajo. “Yo me vacuné para protegerme a mi y a ellos, ahora ellos deberían tomar en cuenta el peligro que corren si no se vacunan”, asegura. Héctor, por su lado, solo espera y le pide a la incrédula de su mujer que se vacune para evitar complicaciones futuras, en caso le ataque el virus. Pero en la relación, donde se escribieron cosas fuertes y se faltaron al respeto, solo el tiempo dirá si el “chat familiar” se vuelve a activar o se quedará silenciado para siempre.

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