El monstruo, un violador que anda suelto, pistola en mano selecciona a sus víctimas imagen

Las selecciona y lleva amenazadas con una pistola a una calle oscura donde las viola y golpea.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

El monstruo, un violador que anda suelto, pistola en mano selecciona a sus víctimas

La fecha, un 9 de marzo. Ella tenía 17 años.

El trágico día, ella había acompañado a su papá al trabajo y decidió regresar a su casa a las 6 de la tarde.

Llegó a la parada del bus, siempre había bastante gente. Pero, ese día un hombre se le puso enfrente y dijo un nombre que no era el de ella.

Se le acercó y pegó a su cintura. Le advirtió que no gritara y le entregara el teléfono.

Pensó en un asalto. Entregó el celular. Pero se equivocó, no era un robo.

Le pidió que lo acompañara a dar un paseo y no intentara gritar porque la mataría.

Con las lágrimas en sus mejillas, la chica de 17 años caminó junto a su verdugo.

La llevó a una calle oscura, donde casi no pasaba gente. Y en un hueco, entre dos paredes, la empujó y empezó a tocarle los pechos.

Ella rezaba por las amenazas de muerte.

La jaló y la llevó a un lugar más oscuro aún. Atrás del Zoológico La Aurora. Ella no imaginó lo que quería.

Sexo oral, le decía. Y, ella debido al terror de morir de un tiro, hizo lo que le pidió.

El monstruo, como lo identifica, le pidió que lo hiciera bien para no enojarlo. El terror siguió cuando le arrancó el pantalón.

Su fe se desvanecía porque ella pedía a Dios ayuda, pero cada minuto que pasaba era peor.

El monstruo se posó sobre la frágil humanidad de la chica y le dijo gritando “ojalá no te contagie de SIDA”.

Le dijo, además, que no se había equivocado cuando la eligió. 

Ella solo lloraba. Nunca supo cuánto tiempo la estuvo abusando, solo que se paralizó. 

Y de la nada, aparecieron dos hombres que asaltaron al monstruo como ella le dice, le robaron el teléfono y el arma.

Ella aprovechó el momento y como ya no había arma que la pudiera matar, lo pateó y salió corriendo descalza y medio desnuda hacia el Boulevard Liberación, en donde se atravesó hasta llegar a la gasolinera.

Vio un taxi y le pidió que la llevara a su casa, el piloto se negó porque podía tener problemas, pero le indicó que cerca había una patrulla.

Los PNC llamaron a los bomberos y la llevaron al Hospital Roosevelt. 

Le tomaron muestras de sangre, le dieron un cóctel de pastillas antirretrovirales, la pastilla del día después y poca agua para cuidar la evidencia.

Tuvo que dejar muestras de sangre, de saliva y de sus genitales.

Ella se sentía sucia y culpable de lo que le había pasado.

Pero aún faltaba ir nuevamente al lugar de la tragedia. Su pantalón fue encontrado en una de las jaulas del zoológico.

Después de ir a la escena le tocó identificar al monstruo.

Lo dibujaron y alguien hizo el comentario que por lo menos no era feo. A ella le dieron ganas de vomitar.

Le presentaron un álbum con miles de rostros, cada uno, un violador.

Llegó una y otra vez al hospital a revisión, cada semana debía hacerse un chequeo para descartar el contagio de VIH positivo.

Al año de ir y venir, los doctores descartaron el contagio. La felicidad irónicamente regresa al sentirse libre de no portar el virus.

Ella dice que no odia a los hombres por lo que le pasó y que la vida seguro le cobrará al monstruo el daño hecho a su cuerpo y corazón.

El nombre de la víctima se reserva por seguridad.

Fotos: Google

Número de denuncia: 110. 1775 

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