Luego de matar a su amiga, se aproximó a ella con la misma intención. El hombre, un viejo conocido de ambas ya había perdido el control, pudo ser la droga, el alcohol o la combinación de ambas lo que le llevó a tomar la decisión.
Llena de miedo, mientras él se aproximaba, tomó una fotografía y la envió a sus familiares en Colombia por WhatsApp. En la imagen, el rostro del hombre que ella vio antes de morir.
La playera amarilla, manchada con sangre, fue el aviso de lo que vendría para Carolina. Dos balas, una en el pecho y otra en la cabeza, dejaron a Gabriela tirada en el suelo mientras en la recámara del arma, esperaba su turno la de Carolina.
Golpes, forcejeo y finalmente un disparo, el tercero de la noche y lo último que escucharía. Allí, en ese local, durante la madrugada, los cuerpos de ambas se desangraron.
Desde el segundo nivel, donde se ubica el restaurante, la sangre corrió hasta la calle donde subieron los cadáveres a un automóvil negro. Minutos más tarde, las dos cayeron al asfalto y rodaron hasta quedar en la orilla del camino que conduce a Ciudad Peronia, en Villa Nueva.
La noticia sacude San Cris
Al descubrirse los cuerpos, los vecinos de Ciudad San Cristóbal y las autoridades iniciaron las suposiciones y la investigación. La sangre en el local, facilitó conectar los cuerpos con el sitio y desde entonces las hipótesis no dejan de aflorar.
En un país donde este año han muerto 622 mujeres, los trabajos de investigación se circunscriben a encajar un crimen en las categorías establecidas y el juicio de la comunidad a explicarlos de manera burda: “Eran prepago, salían con narcos o saber en qué estaban metidas”.
Para la familia de Gabriela Villancinda, de 34 años, los supuestos están lejos de la realidad. Thelma, mamá de Gaby, asegura que quien perdió la vida esa noche de octubre fue una hija, madre y hermana.
“Mi hija vendía ropa y le gustaba bailar, se hizo cirugías estéticas, pero eso no la convierte en una prepago o justifica la forma en que la mataron”.
“Así no era mi hermana”
Horas después de que el MP allanara el local, donde las dos jóvenes fueron vistas con vida por última vez, la familia de Gaby comenzó la búsqueda. Se negaban a aceptar que ella estuviera muerta.
En el estacionamiento del comercial, personal del Ministerio Público sentó a Alejandra para mostrarle unas fotografías. Dos mujeres hinchadas, cubiertas de sangre era todo lo que se podía ver en el celular, recuerda la hermana.
“No son ellas, pues no eran gordas, mi hermana y Carolina no eran así”. Sin embargo, la foto de un tatuaje en la muñeca de uno de los cuerpos era idéntico al de Gaby.
“Supe que era mi hermana cuando vi detenidamente el pelo negro, los ojos abiertos y el disparo en la frente y el tatuaje”.
El investigador le dijo que ellas se veían hinchadas por los golpes que recibieron antes de morir y el proceso de descomposición de los cuerpos. Mientras tanto, en el INACIF, sobre una camilla Thelma identificaba el cuerpo de Gaby.
“En la morgue la besé, le prometí que iba a cuidar a su hijo para que fuera un hombre de bien y le dije adiós a mi hija”.
Desde Colombia gritan “Justicia”
Aunque el caso se encuentra bajo reserva del MP las investigaciones continúan. Tanto la familia de Gabriela, como la de Carolina esperan que se haga justicia por el doble homicidio.
Desde Colombia se hacen las gestiones para que el caso no quede en la impunidad y que sea una estadística más. “No vamos a dejar que la cosa quede así”.
Para ello, han aportado todas las imágenes, audios, videos y copias de los chats que Carolina envió a sus parientes antes de morir. Entre ellos, una prueba importante, la foto del hombre con la camiseta ensangrentada.
Mientras tanto, en Guatemala la familia de Gaby lucha para que su muerte sea esclarecida y que los responsables enfrenten la justicia.
Pues en un país donde hacerse las tetas convierte a las mujeres en prostitutas, la justicia deja sus muertes como una estadística más.