Algo tan simple como un nombre puede llegar a tener repercusiones a nivel educativo, profesional y de salud. El simple hecho de inscribir a un bebé puede ser fundamental para su futuro, pero hoy, muchas personas dejan de hacerlo por falta de tiempo.
El nacimiento de Carlos, un niño que hoy vive en Mixco, fue más simple de lo que debería. Sus padres pasaban por un momento difícil, ya que ninguno tenía trabajo y cada vez más escaseaba el dinero. Carmen, su mamá, contrató a una comadrona para el nacimiento y tras el parto, ella se encargó de todos los trámites posteriores que necesitaba el bebé.
Sin embargo, Carlos nunca recibió certificado alguno de nacimiento y el trámite quedó a medias. Sin dinero y tiempo tras el nacimiento del bebé, los padres no inscribirieron al niño al Registro Nacional de las Personas (RENAP).
Nunca sabes cuándo será necesario
Años después, cuando Carlos recién cumplió 8 años, permanecía en casa junto a sus cuidadores, quienes eran familiares de la madre, ya que ambos progenitores trabajaban y no tenían tiempo. No podía ir al colegio, debido a la situación económica de sus padres y por no estar inscrito en el RENAP.
En un momento que ni los padres o los cuidadores explican, Carlos se fue a la cocina y observó una gran olla de frijoles. Tal vez tenía hambre o curiosidad, pero el niño apenas recuerda aquel momento, cuando quiso alcanzarla, se derramó todo el contenido y le causó quemaduras graves en todo el cuerpo.
Los familiares le avisaron a la madre y lo trasladaron inmediatamente al Hospital Roosevelt para ser atendido de emergencia. Vendado y medicado, Carlos logró salir adelante, a pesar del gran dolor que significaban las quemaduras.
¿No tiene identidad?
Carlos mejoraba poco a poco. Dentro de la Unidad de Niños Quemados, uno de los médicos se dirigió a Carmen para pedirle algunos documentos del menor, entre ellos, su certificado de nacimiento, para continuar con sus tratamientos de manera ordenada y con registro.
La madre desanimada exclamó que no contaba con la documentación de su hijo. Al estar en observación, Carlos siguió atendido, pero existía la amenaza que lo retiraran por ese despiste de hace ocho años, que hasta ese día había resultado con consecuencias.
Carmen fue recomendada con una agente del servicio social, quien la ayudó a conseguir los papeles necesarios y que con una organización pagaría las cuentas de esos trámites.
Para una familia de escasos recursos, en la que ambos padres trabajaban duro para llevar el alimento, encontrar ayuda era una bendición.
Hoy, Carlos se encuentra mucho mejor. Tras conseguir el certificado, encontró mejores oportunidades, como por ejemplo, estudiar. Así es, un papel lo separaba de cualquier atención pública, una identificación y estudio.
Un daño inapreciable
Independientemente del daño físico que sufrió Carlos y los problemas que generó un simple papel, en un país donde la pobreza marca casi todos los territorios, no es sorpresa que algunos no puedan pagar por tal certificado o sea costoso obtenerlo. Y es que la facilidad de acceso a ciertos servicios públicos no existe.
Otros sufren las consecuencias del exceso de confianza. “Mejor que lo haga un tramitador, qué pereza hacer cola” o un “no creo que afecte mucho” provoca hoy que muchos niños no cuenten con ciertos recursos como la educación. Cuando los días, meses o años pasan, las posibilidades de tener pasaporte, DPI, entre otros, se desvanecen.
Este fenómeno crece cada vez más. Basta con adentrarse un poco en el país para toparse con varias personas que tardan meses o años para inscribir a sus niños en el Renap.
¿Tú qué opinas? ¿Conoces a alguien que también pasó mucho tiempo sin estar inscrito?
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