Siete mil muertos y el frío de Fraijanes imagen

Esa segunda noche, el frío de Fraijanes volvió a la cama de Rosa. Desde el techo de lámina corría la condensación de sus suspiros de angustia.

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Se encargaba de cuidar una casa en las vecindades de Fraijanes. Su semana de trabajo comenzaba el viernes y terminaba el miércoles, por lo que Rosa guardaba su tiempo para atenderle cuando volvía de sus labores. Ropa limpia, comida casera y una sonrisa esperaban por Gustavo en la modesta vivienda. Pero luego de la Semana Santa, algo cambio.

Acostumbraba volver a la cintura de la semana con la ilusión de ver a Gabriela. Sus gestos y ademanes le recordaban a Blanca, la más pequeña de sus siete hijos, quién se los había dejado luego del fatal accidente. “El papá de la nena se fue cuando supo que mi hija estaba embarazada”, recuerda Rosa. Desde entonces la recorrida pareja, que se conoció el año en que Efraín Ríos Montt derrocó a Lucas, se hizo cargo de la niña.

Esa tarde de miércoles Gustavo no era el mismo. Volvió cansado, con molestias en el cuerpo y poco apetito. Rosa y sus remedios caseros entraron en acción, te de buganvilia, agua de plátano, y hasta Coca-Cola caliente para aliviar el malestar. Pero nada.

Era casi la media noche cuando al frío de Fraijanes, se le sumo una molestia en la espalda. Rosa, incomoda se levanto para coger un suéter y así guardar calor. Al volver a la cama se percató de Gustavo y como su cuerpo temblaba, luego de tocar la sabana, le quedó claro. “Estaba ardiendo en fiebre y había sudado mucho”, recuerda.

Luego de cambiar las sabanas y hacerle lienzos de alcohol, la pareja trato de conciliar el sueño. La bruma de Fraijanes no se había disipado cuando una tos larga y seca le robo el poco sueño que le quedaba. “Gustavo se había puesto peor”. Luego de llamar a sus hijos, uno sugirió llevarlo al hospital, “acuérdese que ahora cualquier cosa es covid”, asegura Rosa.

Un Uber y 40 minutos después, Gustavo estaba frente a la que sería su ultima vista al exterior. “Ese día le hicieron la prueba y lo metieron”, recuerda Rosa. En el hospital y por la situación de la pandemia, la información fluía poco y muy lenta. “Esta en observación y si sigue así, seguro irá a parar al respirador”, se le dijo a Rosa.

A la otrora reservista, que de joven acudía los domingos a marchar, no le alcanzaron los santos y le sobraron las suplicas. Fueron días de incertidumbre, de estar pegada al teléfono y de llamar a sus hijos para que averiguasen de su papá.

“Mi hijo de en medio se fue al hospital a pedir información, pero no le dijeron nada, solo que llamara a un teléfono y luego dijeron que llamarían de vuelta”, Rosa.

Pasadas 24 horas del ingreso de Gustavo, las primeras noticias. “No va bien la cosa, sus niveles de oxigeno están bajos, llamen mañana”, le dijo el hombre a mi hijo. Para Rosa lo del oxígeno era “chino”, “yo quería que me dijeran cuando va a estar bien”, recuerda.

Esa segunda noche, el frío de Fraijanes volvió a la cama de Rosa. Desde el techo de lámina corría la condensación de sus suspiros de angustia. “¿Cómo estará?, ¿Le estarán cuidando bien?”, ¿Tendrá frío como yo?”, se repetía una y otra vez. Para mitigarlo llevó a Gabriela a su lado y cambio las preguntas por plegarias mientras se aferraba a su nieta.

Llegada la mañana del tercer día, el teléfono sonó. Apresurada Rosa lo tomó, era su hijo. Fue ese silencio inicial, a penas unos segundos, pero lo sabía. “No quise decir nada, mamá, me dijo, se nos fue mi papá”. El pequeño cuarto se le vino encima y por instinto agarró a Gabriela y se quedó tendida en la cama.

“Lo demás se lo imagina, lo que no me imaginé fue que nunca más lo volvería a ver, de haber sabido que verlo entrar al hospital era la última vez que le iba hablar, algo le hubiera dicho”, Rosa.

Hoy Rosa volvió a tomar el delantal y ahora lava ropa ajena. “Algo se tiene que hacer para sobrevivir”, asegura. Gabriela por su parte, sonríe poco y ya los miércoles son como cualquier día. Ya no hay ropa de Gustavo que lavar, ni cena de bienvenida. El frío de Fraijanes llegó al cuarto de Rosa para no irse, y desde la esquina del ropero un joven Gustavo le da las buenas noches y le recibe cada mañana.

Gustavo es hoy uno de los 7 mil 309 fallecidos por Covid, mientras el presidente Giammattei recomienda ante el mundo la IVERMECTINA como sustituto para la vacuna.  

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