Perdió a tres hijos, tiene 88 años, y la quieren desalojar de la que ha sido su casa 57 años imagen

Llegar a esa edad y tener que irse porque no cumplieron con una promesa, tiene a doña Reginalda en silla de ruedas.

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Perdió a tres hijos, tiene 88 años, y la quieren desalojar de la que ha sido su casa 57 años







Ella es doña Reginalda. Tiene 88 años. Apenas camina, es hipertensa, padece diabetes y hoy está con un pie afuera y el otro adentro de su hogar.

La quieren sacar a la calle de la que ha sido su vivienda durante 57 años.

A ella le prometieron que viviría allí hasta que muriera, eso como indemnización tras el fallecimiento de su esposo, quien por años laboró en el ingenio ubicado en Suchitepéquez donde actualmente reside Reginalda.

Llegó allí con él y sus 5 hijos en 1962 en busca de una oportunidad de vida.




A él lo contrataron como operador de calderas, pero desafortunadamente cayó de una altura de 49 metros sobre una plancha de hierro, sufrió un trauma craneal y Reginalda enviudó.

Los administradores del ingenio le prometieron verbalmente que viviría allí hasta que sus hijos fueran adultos y se casaran. El más grande tenía 17 años de edad.

Pero para ella, le dijeron, podía vivir de forma vitalicia hasta que falleciera.

Reginalda creyó en ellos, incluso se dedicó a trabajar para el centro de salud que el ingenio había construido localmente para emergencias y primeros auxilios.

La ahora anciana, de 88 años, se dedicó a hacer la limpieza del centro de salud. A lavar la ropa de los enfermos y darles de comer.




Hace dos años que cerraron el centro de salud y doña Reginalda aún con su edad y enfermedad les cuidaba los alrededores y hacía la limpieza.

Nunca le reconocieron todos los años que sirvió para el centro de salud. Nunca la indemnizaron.

Contrario a eso, el año pasado alguien tocó a su puerta para notificarle que a partir de ese momento tenía 15 días para desocupar la vivienda porque doña Reginalda les debía dos años de renta.

Los representantes del ingenio, ubicado en Suchitepéquez, aducen que ella hizo un contrato verbal de pagar la mensualidad de Q100, pero que ahora les dice que no puede pagar desde hace dos años.

Le abrieron un juicio sumario de desocupación, a ella que prestó sus servicios durante años y no tiene dinero para pagar un alquiler.




De la noche a la mañana, la mujer de la tercera edad sufre depresión y le dio una isquemia cerebral al verse acosada por los demandantes.

Dicen que ella está invadiendo un patrimonio privado, cuando fueron ellos quienes le otorgaron la casita de 4 metros de frente por 6 metros de largo.

La isquemia cerebral es un infarto que tiene lugar en el cerebro. En la actualidad, está postrada en una silla de ruedas.

Ni siquiera la Procuraduría de los Derechos Humanos ha atendido a su llamado porque no quiere intervenir en ese ingenio.

Un hijo de ella falleció, dos más fueron desaparecidos durante el conflicto armado interno. Y no quiere perder lo único que le queda, que es un techo donde vivir.




Reginalda solo quiere vivir sus últimos días, o años que le quedan en el lugar donde siempre ha vivido, donde apenas sobrevive con una pensión de Q110 que el IGSS le da por la muerte de su esposo y nunca le ha aumentado.

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