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La combinación de puestos de registro, que grupos ilegales han implementado en el país, las medidas restrictivas de locomoción y el contrabando ponen en riesgo el suministro de alimentos de miles de guatemaltecos. En las comunidades más remotas bajar a comprar a la cabecera departamental o quedarse encerrados, es la diferencia entre vender, comer o esperar lo peor. Y son los tenderos las primeras víctimas de una situación que se sale de control.

Lisandro Monterroso enviudó hace cinco años. En la pared, fotografías borrosas de sus años mozos junto a su esposa e hijos, son los recuerdos con los que llena sus días. Una improvisada puerta al patio le sirve como tendedero para su ropa y una celosía al fondo del corredor mantiene a sus gallinas fuera de la casa.

Desde la partida de su mujer, sus ponedoras y su perro son su única compañía en la pequeña tienda que abastece a buena parte de la comunidad Los Ochoa, de La Reforma, San Marcos. El oficio de tendero se le da bien, pues sus únicas salidas son para comprar víveres y productos que revende en su local. Pero, ahora el suministro de su venta corre peligro, pues la cuarentena le ha limitado sus viajes a Coatepeque.

“Mire acá no pasan camiones de ruta, solo los de las aguas y todo lo demás hay que bajar a comprarlo”, asegura.

El local, una habitación que antes fue un dormitorio, es ahora el puesto de venta de la casa que comparte con sus animales. Allí, huevos, leche, aceite, jugos, candelas y jabones están dispuestos para la venta diaria. Pero, con el avance del virus y los controles de los comunitarios, el suministro merma. Y cada día que transcurre, la historia de Monterroso se repite por todo el municipio.

Tenderos que viven del comercio no pueden dejar sus vecindades por la cuarentena y las restricciones de circulación. Muchos ven cómo el negocio lo hacen vehículos cargados de producto mexicano que ingresa ilegalmente al país. “Algunos son familiares de los que nos tienen encerrados y les dejan pasar sin problemas para vender de casa en casa”, asegura Amalia, una tendera de 60 años.

De acuerdo con Enrique Lacs, de la Cámara Guatemalteca de Alimentos y Bebidas, desde el inicio de la crisis sanitaria el contrabando ha crecido un 20 por ciento. Y en el caso de San Marcos, la puerta de entrada para estos productos es Tecún Umán.

De allí insumos como huevos, aceites, jabón, harina y aguas gaseosas son distribuidas por comerciantes a todas las comunidades de la región. Todo sin que las autoridades puedan ejercer controles para frenar esta actividad ilegal. “No solo se pierden dinero de los impuestos, también puestos de trabajo y la seguridad sanitaria corren peligro, pues los comerciantes van y vienen desde México sin ningún control”, asegura Lacs. Sobre los alimentos que se venden, el riesgo de consumirlos también es grave, sostiene. Pues muchos de los productos no cuentan con registro sanitario y el manejo de los mismos no es el adecuado. Tal es el caso de los huevos, que pasan mucho tiempo bajo el sol y se arruinan. Además, productos que requieren refrigeración no la tienen y son potencialmente dañinos cuando se consumen. “Son alimentos que cuya ingesta puede traer graves consecuencias para la salud”.

Los tenderos aseguran que no se puede competir contra el contrabando. “Menos aún con la gente que puede ir y venir, sin que la paren, a vender aquí”. Y mientras el virus avanza y la competencia por vender en Los Ochoa aumenta, de a poco los tenderos cerrarán sus ventanas para no volverlas a abrir. 

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