Los ojos de Saraí, los ojos de los niños de la tragedia del Volcán de Fuego imagen

Sus cabecitas voltearon a ver atrás, y vieron como se quedaba todo, como la arena se tragaba todo. Les cambió la vida de la noche a la mañana.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Los ojos de Saraí, los ojos de los niños de la tragedia del Volcán de Fuego




Son los ojos de Saraí. Los oídos de Saraí. Y el de los demás niños que vieron y escucharon los retumbos del Volcán de Fuego, el domingo. El que ahora les crea pesadillas, les ha quitado el hambre y los dejó sin sus juguetes, sin sus perritos y sin su hogar.

Saraí tiene muy fresco en su memoria como el volcán llenó de arena todo aquel día y como se escuchaba los golpes de las piedras que caían sobre los techos de las casas.

Sus ojos y el de los demás niños de la aldea El Rodeo, vieron cómo las plantas desaparecieron de la noche a la mañana. Como todo se ponía oscuro. “Teníamos miedo”, dice Saraí con la mirada perdida.




El Rodeo es una comunidad vecina a Los lotes donde impactó con más fuerza el volcán.

El humo les asustó y ella vio como toda la comunidad se encerró en sus casas y esa noche no durmieron porque el volcán estaba bravo dice.

Se quedaron con los zapatos puestos y un maletín de ropa cerca de la puerta, porque su mamá, les dijo que tenían que irse o se iban a morir todos.

Cuando salieron de la casa, en sus palabras, Saraí describe que todo era como la playa y había silencio. Seguía oscuro y solo el volcán tronaba fuerte.




Sus ojos se llenan de lágrimas porque sus abuelos se quedaron, no quisieron salir y no saben de ellos, no contestan el teléfono.

Saraí y 400 niños más viven ahora en el albergue de Escuintla.

Ellos recrean con sus palabras las imágenes de la gente corriendo, gritando, pidiendo ayuda.

Se quemaron muchos. Se murieron muchos en Los Lotes, recuerda Saraí, y describe la escena de un papá que se calcinó con sus hijos porque la lava los alcanzó.




“Mi mamá me dijo que era como el Arca de Noé, que la construyó para huir porque se podía ahogar y morir, y por eso debíamos dejar nuestra casa que estaba caliente, caliente por dentro”, cuenta con voz quedita, la pequeña de 12 años de edad.

Solo había arena, como la playa, apenas podían caminar porque el suelo estaba caliente, muchos huyeron sin zapatos, sin ropa.

Saraí se pone triste porque dejó a sus cinco perritos, sus dos gatitos y no pudo subirlos al camión que los esperaba hasta la salida para salvarlos de la muerte.







Los niños y niñas que lograron salir con vida tienen sus rostros tristes, no entienden qué pasó, un día estaban en casa viendo televisión y al siguiente tuvieron que dejar todo y llegar a un lugar en donde duermen en el suelo.

Tienen que hacer cola para comer, no se pueden bañar todos los días, y lo que es peor los recuerdos que jamás olvidarán de un domingo trágico visto por sus ojos.







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