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Llegó a finales de mayo, luego de una prueba. La vista de la Avenida de la Reforma era más de lo que esperaba para su confinamiento. “Serán 14 días”, fueron las palabras que salieron detrás de la mascarilla que llevaba el hombre al que poco se le veían los ojos y menos el cabello. Veinte días después, le resulta impensable dejar la experiencia de cinco estrellas, donde cama, comida y televisión no se repetirán.

Su selección formó parte de un círculo de infectados, uno al que un compañero de trabajo lo arrastró sin saberlo. Su cercanía con él le dio la sentencia, “positivo para coronavirus”. Asintomático y sin molestias, pasó a formar parte de los pacientes a los que el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) colocó en un hotel de la zona viva. Uno a donde ni por invitación habría llegado a una fiesta, menos aún a hospedarse, pues los US$90 que cuesta la noche dejarían el presupuesto familiar desfasado.

Pero ahí estaba, en uno de los tres niveles que el seguro social había dispuesto para proteger a otros del contagio. En la zona viva, en el hotel donde locales y extranjeros se hospedan cuando vienen a la ciudad para hacer negocios. Suerte o no, el virus lo había llevado a la experiencia de su vida y había que sacarle el mayor provecho. Haría que su estadía allí se convirtiera en algo para ir a contar, aunque estuviese encerrado en una jaula de oro.

A pocas cuadras, otros dos hoteles se habían convertido en centros de cuarentena. Lugares donde al menos 546 infectados esperaban sobreponerse a un virus que llevaban dentro y que no les provocó molestias mayores o siquiera fiebre. De acuerdo con el presidente de la Junta Directiva del IGSS, Carlos Contreras, fue para estos afectados que el seguro social dispuso de unos Q35 millones de los Q520 millones para atender la crisis del COVID-19. “Para atender a los infectados contratamos hoteles que más o menos cuestan US$100 la noche”, dijo en una entrevista reciente.

Y es en estos tres hoteles, donde a diario 12 médicos se encargan de monitorear y reportar los avances de los contagiados, que 546 almas esperan les den de alta. Pero para algunas de ellas es mejor quedarse allí, que volver a la realidad. Una realidad que dista mucho de los tres tiempos de comida y las atenciones que reciben del seguro social.

“Hay pacientes que ya llevan 22 días allí y no se quieren ir”, aseguró uno de los doctores encargados.

Tenemos varios casos, sostuvo el médico, de personas que ya cumplieron su tiempo de cuarentena y se resisten a irse. “Se les ha monitoreado y ya están listos para salir, pero salen con que tienen un poco de tos o se inventan algo para que no los demos de alta”, aseguró.

Y esto presenta un serio problema, afirmó, pues las ambulancias llegan hasta seis veces al día con personas infectadas y de a poco el lugar se va llenando. “Mire en cada viaje llegan hasta 8 personas que recién han sido detectadas y hay que buscar dónde ponerlas”, se quejó. Y es ese “dónde ponerlas” el que de a poco obliga a la seguridad social a habilitar más cuartos y elevar los gastos. Gastos que el IGSS debe afrontar luego de haber dejado de percibir Q500 millones desde que comenzó la pandemia, por parte de sus cotizantes y empresas que han cerrado, aseguró Contreras.

“El IGSS ha destinado Q1 mil millones para cubrir salarios por suspensiones”, Carlos Contreras.

A esta falta de fondos se suman también las millonarias cuentas por cobrar que el IGSS tiene. Cuentas que cada año ponen en riesgo la seguridad social y la permanencia del programa. La lista de morosos la encabeza el Estado de Guatemala con Q52 mil millones, le sigue un listado de 17 mil empresas que en total adeudan Q2 mil millones y la Municipalidad de Guatemala con Q369 millones que no le ha pagado a la seguridad social.

Hoy no son los que no pagan los que se suman a la debacle del IGSS. Hoy son los que cotizan y que se resisten a dejar un hospedaje cinco estrellas, los que llevan la seguridad social a sus límites. En un lugar donde antes ejecutivos y hombres de negocios pensaban la manera de hacer millones, los nuevos huéspedes, los que solo llegaron por 14 días, tratan la manera de alargar la experiencia de una vez en la vida. 

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