Las flores del diccionario y los 12 años de viaje por el mundo imagen

“Muchas veces miro a los pasajeros y algunos me recuerdan a ti y a mí. Te extraño mucho y te quiero aún más.”

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Fue escrita en algún lugar del mar del norte. Dentro de la pequeña cabina, donde descansan los trabajadores del crucero, Andrea quiso contarle a su papá de su contacto con el mundo. Por confiada o por falta de tiempo, no la envió y la guardó en un diccionario que luego vendió al otro lado del mundo. Doce años después, en un país sin correos y contra todas las probabilidades, la postal de Andrea encontró el camino a su destinatario.

“Papa: Hola! Espero que estes bien, quiero que sepas que estoy bien….”, comenzó su recuento de once líneas. Andrea recién se graduaba del colegio y soñaba con viajar por viejo continente. Y para hacerse de los recursos, aplicó para un trabajo a bordo de un crucero en el caribe y el norte de Europa. Jornadas de trabajo duras, el encierro durante varios meses fueron el sacrificio que la joven llevó para alcanzar su meta. “Quería ganar dinero para pagar mi viaje con una amiga” y así lo hizo. Y para apoyarse en el tema del idioma, llevó consigo un diccionario que sacó de la casa familiar.

“Me especialice en trabajo de Bar Tender y aunque la fiesta era buena, luego de un tiempo cansa, pero la meta era clara”, Andrea.

Tras un año de navegar por el Mar del Norte, el Mediterráneo y Atlántico Norte los ahorros ya le permitirían un viaje largo por la eurozona. Volvió a Guatemala, y se embarco en la aventura por la que había trabajado tanto. A la vuelta del viaje conoció a un “gringo”, mientras trabajaba en la Antigua Guatemala y decidió hacer vida con él. Luego de casada se fue a los Estados Unidos, a Milwaukee done empezó una familia.

Para 2016, ya con un hijo y con miras de el segundo, Andrea y su esposo decidieron cambiar de aires e irse a vivir en medio del Pacifico. Mientras tanto, en Guatemala, el servicio de correo dejaba de funcionar.  Nuevamente y con la idea de que sus hijos aprendieran tanto inglés como español, Andrea cargó con el diccionario, pero nunca la uso. El Larousse estuvo por varios años dentro de una caja en la isla más grande de Hawái y allí permaneció hasta que un día salió para no volver más.

Fue durante el verano del Coronavirus, que la pareja decidió vender artículos que ya no usaban. Llevaron la caja y su contenido, donde un amigo que se dedica a la venta de libros. Fue poco lo que logramos, pero ganamos espacio en la casa. Y así el diccionario salió definitivamente de la vida de Andrea, o al menos así lo creyó.

La mañana del 28 de diciembre pasado, luego de que permaneciera tres años cerrado y con 27 mil paquetes pendientes de entregar, el correo de Guatemala llegó a la casa de los González en la zona 16. Con tres estampillas, una con peras rojas, otra de una orquídea y la última con dos golondrinas, en el destinatario se leía: “Familia González Papá?

Al sostenerla, su hermano Javier se sorprendió al recibir un sobre con fecha de noviembre de 2020, cuyo remitente solo se identificaba cono I.R. y cuya dirección era Hilo, HI. “Luego pensé que era una carta de mi hermana y la recibí sin más”, recuerda.

Al abrir el sobre, lo primero que le llamó la atención fue que dentro venía, sin estampilla, una tarjeta postal. “¿Quien que esté bien de la cabeza manda una postal dentro de un sobre?”, fue lo primero que se le vino a la mente. Luego comenzó a leerla y se percató que era la letra de su hermana, pero lo que contaba no tenía ninguna relación con su actual vida.

“Mi hermana tiene años de vivir en Hawái y no trabaja, además eso de los pasajeros no tenia sentido”, Javier González.

Al revisar el interior del sobre, Javier se topó con otro papel. El cual advertía, con tinta negra: “Esta postal fue encontrada dentro de un diccionario comprado de segunda-mano en el verano de 2020….”. De inmediato, la duda sobre cómo habían encontrado al destinatario inquietó a Javier, pues en la dirección del recipiendario no especificaba para quien era. Según la persona que compró el diccionario, el libro tenía solo el nombre de González.

Y es aquí donde la historia del diccionario y la familia González se torna más extraña. Pues de los cuatro hermanos González, Javier, Gabriela, Regina y Andrea solo tres aún viven. Ya que Gabriela, quién tenía la costumbre de escribirle a todos los libros de la familia el apellido y adornarlo con florecitas, falleció hace ya más de 25 años. Y el diccionario con el que viajó Andrea no fue la excepción.

Y fue el mismo día del cumpleaños de Gabriela que la postal de Andrea finalmente completo su recorrido.  Doce años después de ser escrita, durante un año donde se volvió abrir el correo de Guatemala, durante un verano que un libro se vendió de segunda mano, un 28 de diciembre cuando una hermana estaría cumpliendo 43 años la postal finalmente llegó a casa.

Hoy los González quieren creer que las once líneas, que fueron escritas hace doce años, son un mensaje de Gabriela para su padre. “Muchas veces miro a los pasajeros y algunos me recuerdan a ti y a mí. Te extraño mucho y te quiero aún más.”

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