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Las esquinas de la décima calle, entre quinta y sexta avenida, están enfrentadas. Como en la historia de David contra Goliat, una pequeña empresa familiar pelea con todo para llegar al aniversario número 19, mientras el gigante de la harina no para de crecer.

Todo comenzó cuando el Alcalde de la ciudad decidió remozar el paseo de la Sexta Avenida. Uno a uno los locales que flanquean la calle, antes abandonados y descuidados, comenzaron a revalorizarse.

Las grandes marcas nacionales decidieron apostarle al ambicioso proyecto y fincaron sucursales en el sector. La época de oro de “La Sexta” no volvería más, pero este remedo logró cautivar a los visitantes y hoy es un paseo obligado para quienes van el centro histórico.

Pan con pollo o Tarta Danesa

Y fue así como para la pequeña empresa familiar, las cosas cambiaron. Todo aparentaba ir viento en popa, más visitas a la sexta, se tradujo en más clientes y las ventas se dispararon.

Esquina opuesta al comercial, donde estos panaderos operaban, una misteriosa casa permanecía en total abandono.

Historias sobre la propiedad no tardaron en surgir. “Es del Alcalde” o de “algún político” que buscaba guardar su dinero mal habido.

Durante varios años la señorial propiedad permaneció vacía, luego llegaron las remodelaciones y las sospechas aumentaron.

Entre tanto, los hornos de la familia no se daban abasto para atender la demanda de panes con frijol, pollo, champurradas, tartaletas, empanadas y hasta licuados que demandaban los clientes. Colas para la “refa”, el almuerzo o la tarde, ponían de manifiesto la bonanza que se vivía.

Y fue esta bonanza la que les llevó a tomar una decisión. “Había que salir del comercial y establecer el negocio en un local más grande y donde los comensales pudieran llegar a todas horas”.

El clan familiar, que operaba en el sector desde hace casi dos décadas, buscó un espacio lo más cerca posible. “La gente ya les conoce y si se iban a otro lado, la fórmula podría fallar”.

En la misma calle, y a escasos metros de comercial, arrendaron un local lo suficientemente grande como para ampliar la operación. Y fue entonces que el calvario realmente comenzó, un gigante del pan había llegado a la zona 1.




SAT y Salmonella se escriben con “S”

El primer golpe lo dio la SAT, con el ex intendente Juan Francisco Solórzano Foppa, quien luego de un Tweet envió las huestes fiscalizadoras. “En la panadería Berna, no dan factura rezaba el mensaje”.




Y fue así como, luego de meses de incertidumbre la panadería familiar logró librar los obstáculos y reabrió sus puertas con un nuevo nombre. Pero, la calma duró poco, el ojo del gigante seguía puesto en la pequeña empresa “famosa por sus panes con pollo y frijol”.

El pasado 23 de enero, unas 19 personas enfermaron y les fue detectada la bacteria de la salmonella. “Todos los afectados aseguraron haber comido panes con pollo de la empresa familiar”.

La alarma cobró fuerza cuando el propio Ministro de Salud, Carlos Soto, aseguró que había una coincidencia entre el brote de salmonella y los panes con pollo. Las ventas nuevamente bajaron, el negocio familiar había sufrido otro golpe. Entretanto, a escasos metros, en el local del gigante, las cajeras no dejaban de cobrar y cobrar.

Debió pasar casi un mes para que la familia tuviera cómo defender su producto y asegurarles a sus clientes que no había tales bacterias. Así, el pasado 16 de febrero, publicaron los resultados del Laboratorio de Análisis Fisicoquímicos y Microbiológicos de la USAC.

“Los alimentos elaborados en panadería Berna no se encontraban y no se encuentran contaminados al momento de la toma de la muestra por la bacteria Salmonella sp”.




Poco a poco, los clientes están regresando y el negocio familiar se ha salvado una vez más. Los que nunca creyeron, hoy reafirman su confianza en el negocio, quienes han dudado tienen la oportunidad de aclarar sus dudas y comenzar a creer.

Hoy, la panadería familiar ha librado un nuevo obstáculo y el gigante sigue incólume. La gran batalla entre el “Oso y El Santo” aún no ha llegado, pero en la guerra del pan, está por verse si la tradición se impone a la moda.  

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