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Jacky entró con vida al Hospital Roosevelt, pero a ella y a su bebé los sacó una funeraria


Jacky estaba muy emocionada por el bebé que tenía en su vientre.

Ocho meses de embarazo, ya casi nacía. Los regalos del baby shower estaban en la mesa, Jacky sonreía cada vez que abría uno.

Tenía 33 años y deseaba ser madre.

Casi terminaba su carrera de Pedagogía, le faltaba un año y mientras ese momento llegaba trabajaba incansablemente en un salón de belleza.

Estudió para cultora de belleza y desde pequeña siempre le gustaba estar ocupada. 

A los 14 años de edad vendía quesos. También, trabajó en algunos restaurantes de comida rápida.

A Jacky nunca le faltó el dinero y siempre ayudaba en casa con lo que podía.

Era la segunda hermana de tres que alegraba a los sobrinos.

El fatal día estaba en casa de su madre donde vivía junto a su esposo y celebraban el futuro nacimiento del bebé.

Jacky comenzó a sentir dolor en el estómago y se quejó con su mamá.

Su esposo debió llevarla al sanatorio donde nacería el bebé, pero en su lugar la trasladó al Hospital Roosevelt.

La dejaron en sala de emergencias, mientras se desocupaba una cama. No fue sino hasta el momento en el que convulsionó que a Jacky la entraron a la sala de operaciones.

Transcurrieron unas horas y los doctores dijeron que tenía la presión alta. Que había sido imposible salvar al bebé y que Jacky entró en coma después de que le practicaron la cesárea.

Sin más explicaciones que esas. Dos días después le informaron a la familia que murió. 

A Jacky y a su bebé una funeraria los sacó del hospital. Hoy, su madre llora a la más amorosa de sus hijos.

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