Guatemalteca narra su experiencia de vivir en Italia imagen

Durante las últimas semanas ha vivido momentos difíciles, sin embargo, cuenta algunas acciones para prevenir el contagio del coronavirus.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Ligia Galindo es una guatemalteca que ha vivido en Europa desde hace 15 años y de estos, 7 lo ha pasado en Milán, Italia, con su esposo quien es de esta nacionalidad, además de sus 2 hijos. Desde que recuerda, esta ciudad siempre ha sido muy activa, donde cada día se mueven muchas personas con una rutina, ya sea por trabajo, de estudios o familiar; es normal ir caminando al trabajo, tomar el metro o simplemente utilizar la bicicleta. Agrega que los niños visitan el parque por las tardes cuando hay buen tiempo y que existen muchos eventos durante el año que son famosos en aquel país como las presentaciones de colecciones de moda.

Es una vida de una ciudad cosmopolita donde también las personas mayormente viven en apartamentos y están acostumbrados a estar en constante movimiento. Así pasaba la vida de Ligia hasta el 21 de febrero, cuando las autoridades italianas anunciaron la llegada del coronavirus al país y debido a esto semanas más tarde todas las actividades laborales y estudiantiles se suspendieron y las personas se quedaron en casa obligatoriamente.

“Al inicio nadie lo pensaba y veían al coronavirus que solo pasaba en China y no iba a llegar, ahora tuvimos que modificar nuestras costumbres sociales, porque la gente debe entender que el COVID19 es contagioso”, recuerda Ligia. En estos días, cuando las autoridades de Italia han prohibido salir a los ciudadanos de sus casas a menos que sea necesario, es así como pasa la vida de esta chapina con su familia a diario, en su apartamento. Trata de llevar una rutina en la cual sus hijos no han dejado de estudiar y lo hacen al menos cuatro horas diarias desde casa. Su esposo ha dejado de asistir a su oficina y ha modificado su manera de trabajar convirtiéndolo por el momento en home office.

Foto:google

“Aislarse no es fácil y quedarse en casa afecta mucho a las personas porque hay quienes perderán su empleo, otros son empresarios que necesitan ir a trabajar, es decir, hay un factor no solo de salud, sino muy emotivo”, comparte. Las únicas veces que ha podido salir es para dirigirse a los supermercados, los cuales siguen abastecidos y abiertos para garantizarle a la población los suministros necesarios. Indica que la única diferencia es que ahora puede ir solamente una persona de la familia, con mascarilla y guantes, no ingresan todas al mismo tiempo, sino por grupos mínimos, que depende del tamaño del lugar. Además, pueden seguir haciéndolo en línea, pero el gobierno ha puesto las medidas para que todos cancelen sus reuniones y comiencen a mantener la distancia.

“Estoy valorando tanto el tiempo al aire libre y el contacto humano que ahora no tengo y de alguna manera sé que me estoy protegiendo, pero me hace falta ver a mi círculo de personas”.

Esta situación ha puesto a prueba el mejor sistema de salud en Italia, el problema del coronavirus no es el virus en sí, sino la complicación que puede traerle a la persona porque muchos puede que requieran oxígeno al punto de entubamiento y esto es el riesgo del sistema sanitario que ahora viven.

La familia de Ligia desde hace tres semanas no ven a sus amigos ni a los abuelos paternos para evitar cualquier contagio, debido al riesgo que causa en las personas de la tercera edad el coronavirus. “La policía ha seguido trabajando también, pero si te paran en la calle tienes que demostrar las razones por las que te encuentras fuera de tu casa, ya sea por una necesidad de comprar víveres, por salud o trabajo, pero debe comprobarse que requiera que te muevas, de lo contrario pueden darte una multa o incluso parar en la cárcel”, relata.

Foto:google

Por ahora, muchas familias y personas en Italia deben aguantar el sacrificio de quedarse en casa, explicarles a los niños la situación real, además de cómo pueden tomar sus precauciones. También cambiar sus actividades cotidianas por un bien común para lograr reducir los contagios. No ha sido fácil, se pone a prueba la paciencia, la ansiedad y el miedo es latente ante la incertidumbre de los trabajos, de la educación, de la economía y de la salud que el coronavirus deje a su paso. 

Ligia mantiene el positivismo y espera que este sacrificio logre el bien colectivo: que nadie más se contagie. 

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