Giammattei despertó a 200 mil familias, los trabajadores de la noche imagen

De las vacunas no hay nada claro, no hay apoyo a los sectores afectados, el transporte publico sigue abierto y según el presidente los contagios se dan en los bares y restaurantes, que es a quienes castiga.

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La noche no es la misma. Antes de que caiga el sol, los uniformados entran y ahuyentan a los clientes. No hay propinas y los despidos se notifican cuando los comensales han abandonado el recinto. Afuera no hay chicleros ni vendedores de flores, ni lustradores y los cuida carros se lamentan las medidas del gobierno.

“Dijo que las vacunas llegarían ayer por la madrugada, pero nada, ni eso está claro con este gobierno”, asegura Carlos Zavaleta, de la agrupación Empleados Nocturnos de Guatemala. Él, es crítico de la gestión Giammattei ante esta pandemia, que desde hace más de un año tiene su gremio a la deriva.

Las casi 200 mil familias que se agrupan en el oficio de Zavaleta, han llegado a medidas extremas. “Algunos han dejado de comer los tres tiempos y se sacrifican para que sus hijos lo puedan hacer”, asegura. Desde el que reparte el hielo en los locales, el que vende las verduras, los repartidores de bebidas y los meseros, se montaron sin quererlo, en el barco de la incertidumbre.

“Uno quiere llevar un plato de comida a su casa y no tenemos las condiciones para poder hacerlo con estas medidas”, Carlos Zavaleta.

El año pasado, los trabajadores nocturnos intentaron acogerse alguno de los programas sociales que anuncio Giammattei para palear la crisis que se avecinaba. Sin embargo, fueron muy pocos los que lograron entrar. “Casi el 95 por ciento de las personas que están con nosotros quedó fuera de la asistencia del gobierno y tuvimos que hacerle frente solos, sin ayuda de nadie”, reclama.

Ante la crisis y falta de atención del gobierno, miembros del grupo Empleados Nocturnos de Guatemala, se han dado a la tarea de conseguir medicamentos para sus miembros que los necesitan.

Para Luz Martínez, una trabajadora nocturna desde hace 15 años, esto es algo nunca visto. Han despedido a la mayoría y no hay trabajo, los dueños están cerrando sus locales y esto no se ve nada bien, reclama. “Esta vez el presidente si se pasó, se fue y nos dejó con esto y ya no tarda en volver hablar y seguro que va a seguir con estas cosas, ya no más”, reniega.

Martínez sostiene que miles de trabajadores, caminan por las mañanas y tardes en busca de empleo. “Se tocan puertas, se ofrece el servicio en restaurantes y discotecas, pero nada, nadie está contratando”. Ni si quiera el trabajo de “extra”, que se paga por día y puede llegar ascender a Q100 por una jornada laboral.

A la incertidumbre, el hambre y el miedo se le suma el acoso que sufren los pocos lugares que han logrado mantener algún personal de planta. “La PNC comienza desde las 3 de la tarde a llegar a los negocios y ahuyenta a los clientes, aunque la hora de cierre sea a las 6 de la tarde”, asegura Martínez.

Y en ningún otro lugar esta estrategia de “extorsión”, como le llaman los vinculados a estos negocios, es más visible que en las redes sociales. Operativos sorpresa que se registran en horas de la tarde, previo al cierre, son documentados tanto por clientes como por empleados y propietarios. Para Zavaleta esta medida viene a empeorar la ya triste situación.

“La poca gente que llega a un local y a media tarde cae la policía a inspeccionar, prefiere irse a su casa o ya no llegar del todo a los comercios”, Carlos Zavaleta.

Y este acoso no se limita a los grandes restaurantes, bares y locales de la capital. El actuar de los PNC va por todos, hasta aquellos, los que en medio de una venta de “chucherías”, ofrecen cervezas, se ven afectados. Isidora, quien opera desde hace 25 años “La Tiendita”, no ha escapado de la policía y sus malas practicas.

“Aquí comienzan a venir las patrullas a las 3, se meten y empiezan a pedir papeles, y a revisar si la gente esta tomando, las paran y les comienzan a decir que se los van a llevar y ellos con miedo, mejor se van”, Isidora.

La septuagenaria ha visto como sus ingresos pasaron de permitirle pagar la renta del local, su casa y alimentos, a convertirse en una verdadera aflicción. “Para este viernes tengo que hablar con el dueño del local y mi casero que me den más días para juntar el dinero”, asegura angustiada.

Y en medio de promesas de vacunas, que nunca llegan, un presidente que viaja para comprar hospitales en Europa, gobiernos municipales que anteponen a sus familiares para ser vacunados y un país en crisis, las marchas han comenzado. No serán los universitarios o los empresarios y gente bien de Guatemala. Esta vez serán los que viven de la propina, en las noches de la gran ciudad, quienes despierten para hacerle saber al gobierno que allí están y tienen hambre.

“De las vacunas no hay nada claro, no hay apoyo a los sectores afectados, el transporte publico sigue abierto y según el presidente los contagios se dan en los bares y restaurantes, que es a quienes castiga y por eso vamos a tener manifestaciones pacificas hasta que nos escuchen”, Carlos Zavaleta

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