Este es el rostro de los dos estudiantes de la USAC que fueron asesinados el 1 de julio, en Zacapa imagen

Eran muy amigos y ese día venían de un paseo desde Puerto Barrios, cuando un desconocido disparó contra el picop en el que viajaban; fueron asesinados. Sus acompañantes quedaron heridos.

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Este es el rostro de los dos estudiantes de la USAC que fueron asesinados el 1 de julio, en Zacapa.

JOSÉ EDUARDO, AL FRENTE, Y ROBERTO YAQUIÁN, DE CAMISA A CUADROS.

Eran compañeros desde el Instituto Emiliani Somasco. Roberto Carlos Yaquián Ortega, de 24 años, se graduó de perito en electrónica, y José Eduardo Soto Castellanos, de 25, de mecánica.

Ambos estudiaban en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC). Tenían una amistad muy estrecha, pues siempre salían juntos a fiestas y a pasear a lugares del interior con otros amigos.

Los dos tenían la misma edad. El día que fueron asesinados a balazos por un desconocido, quien enfurecido descargó su arma contra el picop que conducía José Eduardo, venían de pasear desde Puerto Barrios, donde, al parecer, habían acudido a un concierto el viernes 29 de junio, para retornar el lunes 1 de julio.

Quienes les tenían confianza, a Roberto le decían “Pinky” y a José Eduardo, “Chepito”.

JOSÉ EDUARDO, AL CENTRO, ERA QUIEN IBA MANEJANDO EL VEHÍCULO.
JOSÉ EDUARDO SOTO

José Eduardo recién había ganado su examen privado de ingeniería. Roberto, en cambio, no se había examinado aún y le faltaban 19 días para que cumpliera años.

Roberto vivía en la Primero de Julio, en Mixco. Era un muchacho al que sus amigos describen como un hombre trabajador, fuerte y siempre feliz.

Vivía con su madre y su hermano. Un seguidor del real Madrid. Era un joven a quien no le gustaba mucho aparecer en fotos. 

ROBERTO YAQUIÁN IBA EN EL ASIENTO DEL COPILOTO.
ROBERTO YAQUIÁN

Un día les dijo a sus amigos que lo que más deseaba era darle un abrazo a su papá, quien había fallecido. Y ellos, en sus mensajes en las redes, le escribieron: “Ojalá y te hayas reunido con el que tanta falta te hacía”.

José Eduardo, en cambio, vivía con su madre y su hermana. En su muro, cada quien lo describe como era. Su novia le envió un mensaje, donde describe lo enorme de su corazón y que siempre era capaz de lograr lo que se proponía.

Algunos también le decían a José Eduardo, “Canchito”, quien siempre estaba con una sonrisa. Él mismo le dedicó unas palabras a su mamá el 10 de mayo, donde le agradeció por aguantar sus defectos y estar a su lado cuando la necesitaba.

José Eduardo era el alma de las fiestas. Siempre rodeado de amigos. La mayoría agradeció ante su partida por toda la felicidad que les compartió, así como los consejos que les dio.

Hoy, dos familias están dolidas. Dos hijos, dos personas asesinadas a sangre fría por alguien que decidió sacar el arma y quitarles la vida, cortando de tajo las ilusiones, alegría y esperanza de quienes solo querían ser ingenieros y aportar algo a este país.

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