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Ambas fueron engañadas, sorprendidas en su buena fe y víctimas de la ingeniería social. Para una fue la ambición, que la llevó a dar el clic; mientras que a la otra, la necesidad la obligó a presionar el botón verde.

El problema en la oficina fue tal, que la pita se rompió por el lado más delgado y horas después Natalia salía del edificio con la foto de su hijo, unos lapiceros de colores y el pequeño florero que le diera su marido antes de irse con su nueva mujer. La ínfima liquidación no serviría para mucho, pero al menos eso había. A kilómetros del edificio, una incrédula Cecilia navegaba por la red. “Quería buscar trabajo, pero como quien no quiere encontrar”, pues a los 19 años son pocos los empleos que una estudiante de medio tiempo puede conseguir.

Cuando las prestaciones de Natalia se acabaron y los vecinos la tenían como deudora, en un poste de luz creyó encontrar la esperanza. “Quieres trabajar, llama al 2304-7539”. Cecilia, en cambio, se topó con una página de Facebook y donde prometían regalarle hasta US$500.

Tanto el contacto telefónico como la página de la red social tenía algunos requerimientos antes de cumplir con la oferta. “A mí me dijeron que mandara un SMS con los datos de mi DPI, información de mi trabajo anterior, copia del recibo de luz de mi casa y otros datos, como si tenía cuenta en algún banco”, recuerda Natalia. Con Cecilia fueron más explícitos: “Me pidieron fotos mías, de mis documentos y referencias, para corroborar que era yo la persona que aparecía en el perfil.

Para Natalia, las constantes comunicaciones con la voz del otro lado le generaron confianza. “Hasta llamaron a mi hermano para verificar mis datos”, resalta. Cecilia, en cambio, se deslumbró por los posts de miles de personas que agradecían a la página por haber cumplido con su promesa de regalar dinero.

Días más, días menos, las dos esperaron con ansiedad. Una, la confirmación de la transferencia y la otra, la tan esperada cita para el empleo. Pero el teléfono no volvió a sonar y el Messenger tampoco volvió a alertar.

Una semana después de haber enviado su información, la llamada del banco hizo temblar a Natalia. Operaciones sospechosas se realizaron con su cuenta y querían verificar si ella las había hecho.

Yo apenas y tenía dinero para comprar comida, menos para estar metiendo y sacando de mi cuenta”, asegura Natalia.

A Cecilia, en cambio, le llegó un correo para confirmar la apertura de una cuenta bancaria. “Sin trabajo y sin un sueldo, no tenía forma de ir abrir una cuenta en ningún banco”, señala.

Natalia y Cecilia habían sido estafadas, sus identidades robadas y se encontraron, sin quererlo, en un problema legal. Ambas debieron dar todas las vueltas para arreglar los asuntos. Bancos, entidades crediticias y hasta tiendas de compra a plazos recibieron notificaciones. Ambas fueron citadas al Ministerio Público para declarar cómo las habían engañado. La primera fue acusada de lavado y la segunda, de estafa. Sus procesos aún se ventilan.

Mientras, el número al que Natalia se comunicó ha quedado desconectado y denuncias de extorsión han aparecido en las redes sociales. La página donde Cecilia buscó los US$500 sigue abierta y los reclamos de usuarios y las estafas están a la orden del día.

Ingeniería Social

Para los expertos en temas de seguridad, lo sucedido a las dos jóvenes no es más que el resultado de la ingeniería social. En la jerga de los conocedores, esta no es más que el arte de mentir, engañar y persuadir a las personas, con el fin de obtener información para luego usarla.

De acuerdo con Luis Cordón, gerente de auditoría en Ciberseguridad de DEVEL Group, cualquiera puede caer en el engaño. Y hasta los más inteligentes lo hacen, sin darse cuenta. Según Cordón, los estafadores plantean tan bien los escenarios para engañar, que la mayoría de personas da información y sin saber que lo está haciendo.

Por ejemplo, si en una conversación hablas de que tienes un perro y quiero saber una posible contraseña de FB, genero empatía y te digo que tengo también un perro. Luego, sin darte cuenta, me das el nombre del tuyo y ya tengo una opción para acceder a tu cuenta y robarla”. – Luis Cordón.

Para Cordón, es importante poner atención a los pequeños detalles porque casos como el de Natalia y Cecilia son los típicos engaños. “Esto es la ingeniería social más común”, manifiesta. Pero hay que estar siempre alertas, pues los estafadores se valen de cualquier pedazo de información para comenzar la cacería.

Hay que tener siempre claro a quién se le da cierta información. Si vas a comprar algo, nada tiene que ver tu número de DPI”. – Luis Cordón.

Tres tips para no caer tan fácilmente:

1. Antes de dar tu información, hacer una visita personal a la empresa o persona que la solicita.

2. Si vas aplicar en temas de reclutamiento, no será común que usen un celular. Debería ser un número fijo.

3. Buscar en internet los sitios de los lugares, pedir dirección física y otros números de contacto.

4. Nunca tomar la palabra de alguien por teléfono o internet como cierta, hay que desconfiar”.

Entretanto, a Cecilia no le ha quedado más que buscar trabajo; eso sí, por medio de amistades y referidos de sus conocidos. Natalia, por su parte, aceptó un puesto de recepcionista en un hotel de la zona 9, a donde llegó por un número telefónico. El de su compadre. 

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