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“Una mujer impecable, una heroína como médica, una esposa magnífica e increíble mamá. gracias, Dra. Patty”.

A diario, se ponía su traje, se despedía de sus hijos y esposo con un fuerte abrazo y beso para ir al hospital donde trabajaba como una dedicada médica. Tenía tiempo para atender a sus amigos, familiares o personas que la necesitaban en cualquier momento, así era y será siempre recordada la doctora guatemalteca Amelia Patricia Hernández Marroquín de Aguilar. La doctora Patty, como cariñosamente le decían, perdió la batalla de su vida, a sus 51 años, debido al COVID-19, que está poniendo de rodillas al planeta. 

En Relato, tuvimos la oportunidad de hablar con el doctor Herbert Aguilar, esposo de la doctora Patty. Nos platicó un poco sobre la vida de la increíble persona que fue la médica. 

Juntos por una vida llena de aventuras y recuerdos.

Herbert y Patricia se conocieron en el Barrio San Pedrito, en donde surgió el amor y comenzó la historia de ambos, todo esto antes que empezaran su carrera médica.

Patricia pertenecía al Colegio Bethania y Herbert al Liceo Javier. Todo tipo de anécdotas pasaron durante muchos años y situaciones que el doctor Aguilar recuerda con cariño y mucha gracia.

“Ella estudiaba en el Colegio Bethania, ya que era un colegio de monjas, siempre fueron muy estrictas con las estudiantes y cuando veían a un hombre allí era un tormento para ellas. Me recuerdo que pasábamos la caravana del Javier frente al Bethania y las alumnas se subían a la pared para vernos y las religiosas las regañaban”, relata Aguilar.

Patricia siempre fue dedicada, como novia, esposa, una gran mujer, que venía de una familia muy admirable por su educación. Ellos siempre se daban tiempo para pasarlo juntos. Asimismo, aun trabajando en lugares similares, ya que la doctora laboró en el Hospital Roosevelt, en donde realizó sus prácticas, nunca invadían el espacio de cada uno.

“Ella era fantástica, regalaba sonrisas todo el tiempo a cualquier persona, muy positiva, vivía el día a día y siempre encontraba una solución ante cualquier circunstancia. Su familia y su círculo la hicieron la mujer de hoy”, dice el doctor Aguilar. 

Después de un tiempo de estudios, Aguilar se ganó una beca a Alemania, lo que complicó su relación, pero sin aviso y cuando ya residía allá solicitó permiso para regresar a Guatemala para casarse con la doctora; llegó un 24 de agosto y le pidió su mano. El sacerdote German Volis, los conocía muy bien, así que les dio charlas prematrimoniales y se casaron. Después, para continuar sus estudios regresó al país europeo, sin embargo, Patty por el amor que le tenía lo siguió.

En 1997 tuvieron una bebé que nació en Alemania, sin embargo, el galeno que trataba el embarazo de Patty tomó malas decisiones. En 1998 regresaron a Guatemala, pero la niña falleció al año siguiente. Esto fue un duro golpe para ellos que les costó mucho superar. 

En 2001 y durante un embarazo complicado por ser posible bebé prematuro, nació su hija Anja Marie Aguilar Hernández, por medio de una cesárea, que decidió practicarle el doctor Otto Brolo para que naciera sin problemas. Después, en 2004 nació su segundo hijo, Leonel Antonio.

“Mi mamá siempre tenía tiempo para atender a cualquier persona, fue muy servicial”, expresa Anja, hija de los doctores. 

Cuando regresaron de Alemania, Hernández se dedicó a trabajar en bancos, en el área de seguros médicos, después laboró en el Centro Médico y también era asesora médica de diferentes empresas. A pesar de sus múltiples ocupaciones buscaba tiempo para ayudar a su familia y amigos con las recetas médicas, siempre estaba al servicio de los guatemaltecos. Con el tiempo, una amiga de Patty la recomendó para que trabajara en el Hospital El Pilar, así comenzó a desempeñarse como asesora médica de seguros. Se encargaba de ver los expedientes de los pacientes, de verificar si tenían seguro y el visto bueno para darlos de alta.

“Era muy carismática, también pertenecía a varios grupos religiosos, su forma de trasmitir los mensajes era único. Siempre fue devota de la Virgen de Dolores y Fátima, también de San Juditas. Tenía una devoción grande a todos los santos. Nunca dudó para prestar su ayuda, ya que se presentaba y colaboraba ante cualquier circunstancia”, expresan Herbert y Anja.

Un ejemplo de la gran persona que era fue haber contribuido con los grupos de apoyo durante el desastre en Santa Catarina Pinula, porque no dudó para apoyarlos. Siempre daba todo sin recibir nada a cambio.

Un pétalo para nunca perder la fe

Su familia relata que ella siempre portaba un pétalo de rosa, como amuleto de fe. Algo que la caracterizaba es que a quien diagnosticaban con cáncer o algún virus mortal, Hernández siempre le llevaba su pétalo, como un símbolo de esperanza, ya que su protección era la fe y gracias a esto, no le temía a nada.

Inició la Pandemia

Sus familiares relatan que Patty ya tenía un extremo protocolo desde antes que comenzara la pandemia en Guatemala. La doctora manejaba medidas de higiene extrema, tomó la iniciativa de comprar trajes especiales para no utilizar su ropa y cuando la usaba, la lavaba cuidadosamente. Además, de que tenía mascarillas para portar en todo momento, una para estar en su casa, otra para llevar en su carro y también para portar en el trabajo. Era muy meticulosa y protocolaria.

¿No lo tenía o no le daban algo? Ella nunca esperó a que alguien se lo diera, sino que lo conseguía”, dice Anja.

No hay explicación de cómo se contagió del virus.

Debido a que en el Hospital El Pilar, no había áreas exclusivas para tratar a los pacientes del COVID-19, Hernández siempre se cuidó el doble, por ello, su familia aún no sabe cómo se contagió. Siempre fue saludable y nunca tuvo contacto con algún paciente positivo, en lo único que desconfían es en los expedientes de los enfermos, ya que son papeles que pasan por muchas manos y el virus ahí se queda pegado durante mucho tiempo.

La doctora Hernández comenzó un martes de junio con síntomas de laringitis fuerte, todos creyeron que era por el clima, ya que en otras ocasiones también le había sucedido lo mismo. No tenía tos, pero sí mucha mucosidad, así que llamaron a un familiar que era del ámbito médico y le recomendó el tratamiento con el que siempre se trató, pues su cuadro no presentaba algo fuera de lo común. Sin embargo, el viernes de esa semana empeoró, por lo que continuaron dándole antibióticos y también se hizo exámenes. Por la experiencia de la médica nunca creyó la posibilidad de que hubiera algo más, pero su esposo insistió para averiguar qué sucedía. El domingo de esa semana, vieron las radiografías y en todas no salió nada fuera de lo normal o malo y después fue mejorando.

Del martes para el miércoles de la siguiente semana tuvo tos durante la madrugada y empezó a sudar demasiado, con síntomas fuertes, que hasta ya la estaban nebulizando.

No puedes tener la prueba si no compras un paquete.

Una situación peculiar se le presentó a la familia, ya que en ningún hospital privado le podían dar la prueba de COVID-19. Ni en el Hospital Herrera Llerandi, El Pilar, lugar donde trabajaba Hernández y en Centros Hospitalarios La Paz, les dijeron que tenían que comprar un paquete obligatoriamente que incluía exámenes de sangre, tórax, médico internista, prueba, entre otras, a un costo muy alto. Todos estaban preocupados por esta situación porque no tenían un plan B.

“Estábamos muy molestos, preguntamos por qué cobraban tanto y nos dijeron que teníamos que llenar una ficha epidemiológica por parte del Ministerio. El trámite era muy tardado”, expresa Herbert.

Cuando se dirigían con un neumólogo, recibieron la llamada del director del Hospital El Pilar quien les indicó que no le cobrarían la prueba a la doctora y que la llevaran inmediatamente. Ahí recibieron la noticia de que era positiva al virus, para entonces ya presentaba fiebre alta, mucha tos y se sentía muy fatigada. Patricia y Herbert originalmente habían decidido ir al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), pero el director técnico de los hospitales La Paz, de zona 10, platicó con Aguilar y le dijo que porque los conocía desde hace muchos años, que mejor la llevaran a ese nosocomio. La atención fue inmediata, no pasó a emergencia sino directo a una habitación en donde le pusieron oxígeno y soluciones.

La familia siempre tuvo comunicación con ella, también la médica se comunicó con muchas personas, hasta que llegó un momento difícil en el que solicitó a sus familiares que avisaran a todos que estaba muy mal y podía empeorar, que cuando eso pasara la iban a trasladar al intensivo para entubarla. Así sucedió, hasta que el lunes 16 de junio, a las 8:00 p.m. pasó a la gloria de los cielos.

“Quiero reconocer la labor del doctor Ramón Hernández, del Hospital La Paz, siempre hay ángeles y médicos en nuestro camino y no los esperamos, pero de repente se nos aparecen. Él siempre la acompañó, cada minuto, cada momento y la atendió de una manera excelente”, indica el doctor Aguilar.

Si hay que buscar, siempre habrá hilos que cortar.

La forma en la cual son tratados muchos pacientes en los hospitales es lamentable, máxime en esta época de crisis que pasa el país. La familia expresa que el Hospital El Pilar, podía haber hecho mucho más por la doctora, ya que laboraba en la institución. 

“No deben paquetizar las pruebas, deben ser más accesibles”, indica Herbert.

Otra situación lamentable que les sucedió es que desde el día que la doctora Patty murió no les entregaron su teléfono y la familia no sabe por qué. Ignoran si se lo robaron o alguien lo tiene. Enfermería les informó que lo colocaron en una maleta que llevaba, pero misteriosamente desapareció.

“No nos interesa tanto el aparato, sino el material que se manejaba; además, el celular está contaminado y la persona que lo tomó también se contaminó y está infectando a más”, explica Herbert.

Gracias, doctora Patricia, su legado será recordado por siempre en nuestro país, gracias por ser una increíble persona, por tomarse el tiempo que fuera necesario para atender a las personas que la necesitaban. Siempre fue una heroína y así será recordada, su lugar nunca podrá ser sustituido. Dios la tenga en su gloria, gracias por ser una excelente guatemalteca.

“Para ti mi amor, para ti mamá” 

Palabras del doctor Herbert al público en general:

“Quiero dejar este mensaje a quienes lean este artículo de Relato.

La pandemia existe, el daño a la salud que el nuevo virus del corona causa en las personas es variado y depende no solo de condiciones de salud previa del paciente, sino de factores como la alimentación, genética y predisposición. Hay multicausalidades para verse afectado, esto no es movimiento político como lo quieren ver, no es ideológico, es real, es una enfermedad aún desconocida. Protocolos de tratamientos van y vienen, y así seguirá hasta que llegue el momento de definir un tratamiento específico, sin embargo, no es el gobierno el de la responsabilidad de mantenernos sanos, las medidas universales como tapabocas, caretas, lavado de manos son responsabilidades de cada uno de nosotros. Volvamos a las antiguas costumbres de nuestros abuelos, costumbres sanas como lavar las frutas, verduras, lavarse las manos antes y durante la preparación de los alimentos, al ingerir nuestros alimentos antes y después de comer, así como al entrar a casa. Esas eran normas que no debimos perder y que nos evitaban de enfermedades que en aquellas épocas no tenían cura. Por tu familia y tus hijos, piénsalo. El COVID-19 mata y es real”, Dr. Herbert.

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