Por: Ana Fresse

Uno se ríe de las babosadas de las “Las Perruchis” (Adal Ramones, Adrián Uribe y Omar Chaparro), pero qué sensación experimenta un homosexual cuando se mofan de su preferencia. A veces me pregunto: ¿Se ofenderá? En este relato obtendremos la respuesta, pues hemos conversado ampliamente con un gay que día a día enfrenta una sociedad con altos niveles de homofobia.
Del tema, quizá la peor rareza que he visto en Guatemala (por no decir otra cosa) fue la presentación, el pasado 27 de abril, de la iniciativa de Ley de Protección a la Vida y Familia por Aníbal Rojas Espino y otros congresistas. Con ella se pretende incrementar a varios años de cárcel el aborto, en este relato no me referiré al tema, creo que los embarazos pueden prevenirse, pero sí al hecho que los interponentes sostienen que el matrimonio es una institución en la que hombres y mujeres se unen para vivir juntos, procrear, alimentar y educar a sus hijos, menciona que se prohíbe la unión legal entre personas del mismo sexo. Se respaldaron con 30 mil firmas.

Me parece inaudito. Significa que un matrimonio solo es para tener hijos, y qué de las personas que no pueden o no quieren. Acaso ¿una mamá soltera con sus hijos no son una familia? Solo falta que regresemos al pasado donde a un homosexual se le aplicaban electroshocks para “curarlo”, como que si su preferencia fuera una enfermedad. Existen individuos trabajadores o haraganes; profesionales o no, bondadosos o infames; respetuosos de la ley o delincuentes, todo eso no tiene que ver con ser heterosexual u homosexual, pero sí con la homofobia y la doble moral.
El caso de Arnoldo
Arnoldo de 30 años resolvió de entrada mis dudas: “Tanto chiste de gays, que al menos yo, estoy inmunizado. Tal vez cuando hay bromas subidas de tono si lo noto o cuando a un personaje lo ponen como el idiota de la serie o interpreta un estereotipo que no es real me molesta, de lo contrario no le pongo atención”.
La sociedad de antaño y aún en la actualidad personas encasillan a los homosexuales como estilistas, maquillistas, promiscuos, bailarines, modosos o el travesti que está parado en las calles vendiendo amor. A los gays hombres se les encaja con ropa femenina, apretada, tratando de aparentar ser mujer. Y a las lesbianas con ropa de hombre, acompañadas de una mujer bien arreglada.
Arnoldo, explica que esa imagen no es real: “La gente piensa que no estudiamos, que no podemos ser profesionales, sin embargo somos como cualquier otro: respetables, pro activos, tenemos carreras; en nuestra comunidad hay doctores, arquitectos, ingenieros, diseñadores, no somos ignorantes y contribuimos con la sociedad”.

Dentro de la comunidad hay diferentes clases de homosexuales. El gay típico que cuida de su familia y de sus amigos. El fashion que es la vida de la fiesta y gusta salir. El que permanece en el clóset; el drag queen, que interpreta un personaje de manera exagerada. Transgénero no manifiesta empatía entre el sexo asignado y su identidad, algunos toman hormonas o se practican cirugías para cambio de sexo; el transexual, que su cuerpo pertenece a un género y su cerebro a otro (el término puede usarse para nombrar a quienes concluyeron su transición), y el travesti.
Hay avances en la sociedad, pero ésta aún es ingrata, por eso un alto porcentaje de homosexuales no siente confianza de reconocer abiertamente su preferencia. Pienso que quienes viven en silencio, que están casados, con hijos, llevando una doble vida deben sentirse atrapados y cada día debe ser asfixiante por no atreverse a gritar: “Soy gay y qué”. Les queda aparentar lo que no son, engañar a su pareja, a sus hijos, a sus padres y a la sociedad, pero nunca así mismos. Yo ni pensar lo que viven en su interior, pero tampoco es justo engañar a seres que los quieren como a los cónyuges, por cobardía o miedo ocultan una realidad que los liberaría.

“Desde muy joven tuve la suerte de conocer a alguien que me ayudó a salir del clóset, fue mi pareja por cinco años. Aprendí cómo comportarme para evitar que me faltaran al respecto. Decirle a mi mamá no fue difícil, cuando hablé con ella tenía 16 años y mirábamos televisión. Lo primero que me dijo: -Vas a terminar como un conocido, cuando estaba bolo se lo llevaban para…- Mi respuesta fue: Momento, no soy así, no voy a comprar afecto ni a parecer mujer. Me visto como hombre, soy un hombre al que le gustan los hombres”, enfatizó Arnoldo.
“Profesionalmente nunca ha sido un obstáculo. Pero conozco personas que han sido despedidas de su trabajo por ser gays, por eso muchos no lo revelan. Soy amigo del gerente de una empresa, tiene 47 años, casado, su hijo menor tiene 10 años, y calla su preferencia. Lo que hace es tener encuentros casuales con hombres todo bajo de agua, es común encontrar quienes llevan esta vida a medias”.