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Uno de los monitores golpeó a un joven en la casa número 2 del Anexo del Hogar Seguro. Minutos más tarde el motín comenzó y el terror se apoderó de los vecinos de la colonia El Maestro en zona 15.

Entrar y salir de una de las dos viviendas en donde unos 50 jóvenes viven, no es difícil. El muro perimetral es fácil de flanquear, siempre que se apoyen del poste de alumbrado público.

Y no fue diferente la noche del martes. Esta vez, los enfurecidos residentes del Anexo del Hogar Seguro querían hacer llegar un mensaje a las autoridades.

“Estamos cansados de la mala comida, del montón de personas que dormimos en un cuarto”. Hasta ocho ocupan una de las pequeñas habitaciones de la vivienda.

Y fueron estas condiciones las que llevaron al motín. Nadie comprendía lo que sucedía en la residencia, solo papeles y basura salían desde el interior.

Jóvenes con pañuelos en la cara gritaban consignas y exigían se les pusiera atención. “Estamos hartos de vivir así” manifestaban los inconformes, mientras tanto los aterrados vecinos llamaban a la policía para que los calmara.

Pero nada podía contra la furia. “Teníamos que dar un mensaje y lo logramos” asegura el joven de 17 años que lleva poco más de cinco meses de vivir en la casa 1.

Aquí las cosas se tienen que aclarar, el problema lo tienen los de la casa 2, por que no están organizados.  En la 1, nadie nos toca”.

El caos en Vista Hermosa

Una a una las patrullas de la PNC cercaron el lugar y los inconformes seguían lanzando lo que tenían a la mano. Platos de cartón, vasos, comida y hasta reportes de calificaciones tapizaban el suelo de la calle.




Un maltrecho colchón y lo que parecía una repisa se alistaban para ser quemados. Pero, la mala suerte les jugó en contra, pues minutos después la lluvia comenzó a caer.

Bomberos, PNC y hasta el Procurador de los Derechos Humanos se dieron cita en la calle paralela al Boulevard Vista Hermosa. Entre tanto, agentes cerraban las vías para evitar que el caos se propagara o, tal vez, para evitar que algunos se dieran a la fuga.

Algunos jóvenes entraban y salían de la vivienda, corrían de un lado al otro y se llamaban por sus motes. Otros encendían cigarrillos y deambulaban por el sector, esperando a que los periodistas los abordaran y así poder contar sus infortunios en las viviendas del Estado ante las cámaras.

Sin camisa, en chancletas y con ropa de dormir vivían sus 15 minutos de fama. Para calmar los ánimos los monitores decidieron que se le compraría algún refrigerio, pero sus demandas no eran las de cualquier joven.

“Cerveza, cerveza, cerveza”, gritaban a los encargados. Estos últimos se negaban, pero los gritos de los amotinados ahogaban las palabras de los monitores y solo sus ademanes eran comprensibles.

Las autoridades de la PNC y el propio PDH fueron sorprendidos por la lluvia, que con cada minuto arreciaba. Unas dos horas después de iniciado el motín, todo había terminado. El saldo en la calle: una montaña de basura para que la Municipalidad los recoja, tres fugados y cientos de vecinos molestos por el incidente. Respecto de los fugados, resulta difícil de creerlo, porque como como aseguró uno de los coordinadores “Ellos pueden entrar y salir a voluntad, pues no están cumpliendo condena”.







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