Te digo adiós sabiendo que te quiero imagen

El pinche ejercicio dio resultado. No solo aprendí que el mcrib no es delicioso, sino que tampoco es el último vaso de agua que me tengo que meter a la boca porque la publicidad lo dice, o porque solo

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Sí se recuerdan que comencé un programa de salud que invita a romper la mentalidad de las dietas, ¿verdad? Pues quiero contarles que sigo en la extraña lucha de convencer no solo a familiares y amigos de que dejar las dietas es bueno, sino también a mí mismo. Y ya a la fecha tengo bastantes anécdotas qué contar al respecto.

La primera se dio hace poco. Tampoco les he contado que esto que están leyendo, a pesar de que lo acabo de escribir, ya sucedió, hace un par de meses. Más aún, me acabo de enterar que mi columna sale los martes y no en números de días específicos por lo que les escribo a la carrera..

La cosa es que hace más de un mes, en octubre, salió el mcrib, ese panito de “costilla” en salsa barbacoa que los hace babear en este instante. Pues desde que trabajo he tenido una fascinación con que cada fin de año me trago unos veinte mcribs y cada vez lo disfruto más. Pero este año fue diferente. Una de las propuestas de mi nutricionista fue que me comiera uno. Pero que lo hiciera con calma, saboreando todo: la textura, el peso entre los dedos, la suavidad del pan, la acidez de la salsa, lo chicloso de la tortita, las papas saladas y el vaso de coca cola.

La idea es simple: comer todo lo que le encanta, pero para darse cuenta si le gusta o no realmente. Y también para crear una escala del hambre con indicadores, de lo cual les hablaré el próximo martes que publique.

De nuevo me dije para mis adentros que con este método de nutrición nunca iba a bajar, pero si alguien estudiado y validado por la academia me estaba diciendo que comerme un mcrib era parte del proceso para mejorar la salud, qué más que ir a sentarme con el payaso y forrarme uno de esos deliciosos mcribs. Pero en vez de eso decidí llevármelo a la oficina y disfrutarlo ahí. Además me resultaba más cómodo porque luego me iba a sentar a trabajar.

La mayoría de mis conocidos y amigos saben que estoy en este proceso de mejorar la salud. Cuando todos me vieron entrar con mi bolsita de mcdonald’s sentí que alguien iba a decir algo. Y justo: “¿y no que la dieta pues?”. “Puta mano, así no vas a bajar nunca de peso”. “¿Te valió verga la nutricionista verdad?”. Cosas que llevo una vida escuchando desde que me considero y me consideran como alguien gordo. Pero el peor de todos fue uno de mis cuates que se acerca y dice: “¡coche!”. Me reí como imbécil tratando de explicarle a todos por qué lo estaba haciendo, pero al final mejor me quedé callado y traté de seguir con el experimento.

Y la mayor sorpresa fue que este año no le sentí la gloria que otras veces. Fue una hamburguesa más que pasó de largo. Habrá alguno de ustedes que me dirá que siempre ha sabido a mierda Mcdonald’s, y quizá tengan razón. Pero en mi imaginario de la comida rápida fue perder todo un referente. Con decirles que hasta sigo un grupo, ya no tan activo, en Facebook llamado “La iglesia del mcrib”. Resultó que no estaba bueno, que fue un simple “meh”. Y seguí con mi vida. Solo me comí dos en todo el tiempo que estuvo disponible y fue como aceptar que uno de tus mejores amigos de hace años simplemente dejó de serlo porque ambos siguieron por otros caminos.

El pinche ejercicio dio resultado. No solo aprendí que el mcrib no es delicioso, sino que tampoco es el último vaso de agua que me tengo que meter a la boca porque la publicidad lo dice, o porque solo está un tiempo. También aprendí a que la gente puede ir a comer mucha mierda. Todos están obsesionados con lo que como o no, con lo que hago o no en la mesa. Aunque les adelanto que yo también y que a pesar de que llevo tiempo en este proceso, le cuestioné a una amiga que por qué se estaba comiendo tantas fresas con chocolate.

Esta es una carta de despedida para esas cosas que siempre me han perseguido en la comida. Esas pequeñas obsesiones de ciertos alientos que por prohibidos me como, que por mal vistos me como, que por rebelde me como. Pero es también darle cabida a nuevas cosas, a mis enemigos jurados de la mesa. Y en estas fiestas, no se cierren la boca, solo traten de concentrarse en todas las emociones en torno a la comida y a compartir la mesa con los seres queridos. A fin de cuentas, un francesito más para el tamal no los va a matar, ¿verdad?

EL BLOG DEL GORDITO




Fanático de Chef’s Table y Master Chef. Soy panadero comercial, gourmet y galletero egresado del Intecap. Tipo de buen diente, aficionado a la cocina. El hijo tropical de Anton Ego y Julia Child.

Vea sus columnas aquí

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte