No por ser albañiles andamos todas sucias y desarregladas imagen

Su trabajo es fuerte, rudo e históricamente se pensó que era exclusivo de los hombres.

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Son cabeza de hogar, trabajan de 7 a.m., a las 4 p.m., de lunes a viernes y los sábados mediodía. Con su trabajo, demuestran que todo paradigma laboral se rompió, desde que se dedican a la albañilería. Actividad laboral fuerte, ruda y que históricamente se pensó era algo exclusivo de los hombres.

Desde hace un año, Irma Hernández García, Ana Ávila, Zulma Martínez y Sonia Beatriz Pernilla laboran incansablemente de sol a sol, en trabajos de la construcción e infraestructura, para poder sacar adelante a sus familias.

Su día empieza a las 5 a.m., entre arreglarse (coqueterías de mujer), alistar las loncheras de sus hijos y llevarlos a donde estudian, las primeras horas de la mañana se les pasan volando. Al llegar a la obra, donde están asignadas, pierden todo glamur. Las botas de hule, pantalones de lona gastados, sudaderos manchados con mezcla de cemento, una cola en el pelo y una gorra para protegerse del sol, pasa a ser su vestimenta.



Las cuatro son muy hábiles en las tareas que normalmente hace un hombre. Foto: Erick Girón

Así como son hábiles en el hogar o en ayudar a sus hijos con las tareas escolares, también lo son con el uso de carretas de metal, palas, piochas y cucharas, entre otros instrumentos de trabajo de un albañil.

Para ellas, no es ajeno cocinar para sus familias o las visitas que reciben los fines de semana, tampoco es tomar medidas, hacer mezclas, pegar block o cernir, en una obra.

La destreza con la que laboran les ha permitido que adoquinen calles, construir gimnasios al aire libre y canchas deportivas. La necesidad de tener un empleo digno, donde respetaran todos sus derechos y no laborar extensas jornadas hizo que tomaran la decisión de dedicarse a la albañilería.

Aseguran que “la vida no es solo dinero y trabajo” y que su “chance” les permite dedicar tiempo a sus hijos, cuidarlos, saberlos educar y enseñarles que si no quieren pasar por malas experiencias, deben estudiar para tener un buen futuro.



Trabajar como albañiles les ha permitido a Sonia y Ana sacar adelante a sus familias. Erick Girón 

A pesar de que, para ellas fue duro el primer día de trabajo y que pensaron se estaban aventurando a ciegas a una experiencia nunca vivida, su fe en Dios les ha permitido superar todo mal momento. También, encontraron buen compañerismo con los hombres, con los que a diario comparten y de quienes han aprendido las mejores técnicas para hacer buenas construcciones.

Madres solteras y esposos desempleados

Por diversas circunstancias de la vida, el haber trabajado como operarias en una maquila, ser madres solteras o que sus esposos no tengan trabajo es algo común en ellas.

Para Irma Hernández García, que tiene cuatro hijos, de 13, 10, 7 y 5 ser madre soltera le dio el empuje que necesitaba para superar muchas adversidades. Sus compañeras la ven como un referente y se refieren a ella como “Doña Irma”.

Habla con mucha propiedad sobre temas relacionados con su trabajo, el cual dice le gusta mucho “porque su mente siempre está ocupada y porque si hay algo que no se puede hacer o reparar hay que ingeniarse cómo hacerlo”.

“Uno se adapta y gracias a Dios tengo un trabajo digno. Pienso seguir en esto hasta que se me acaben las fuerzas”, relata.

Ana Ávila, a sus 34 años tiene 3 hijos y un esposo desempleado, que también laboró en una maquila, como ella. “Dejé la maquila por los desvelos, es un trabajo muy absorbente y casi no compartía con mis hijas”, refiere.

Sobre la albañilería opina que “es un trabajo muy duro del que aprende todos los días algo nuevo”, su fe también se pone de manifiesto cuando asegura que “Dios no ha la desamparado y que siempre la ha llevado a estar en un mejor trabajo”.

La infancia de Zulma Martínez, fue como la toda niña, juegos y entretenimiento de “mujercita”, nunca pensó que algún día iba a seguir los pasos de su padre. Ella tiene 24 años, 3 bebés y su esposo labora en una maquila. Comenta que “la albañilería es un trabajo bonito, porque es al aire libre y dice haber tenido la suerte de tener un encargado paciente, que las sabe orientar y enseñar, porque nadie nace sabiendo, todo se aprende en la vida”.

Su deseo es seguir estudiando dibujo de construcción, carrera que no pudo seguir por la edad de sus hijos y porque aunque buscó incesantemente la oportunidad, esta nunca se le ha presentado.

Sonia Beatriz Pernilla, también es madre soltera, tiene 24 años y una niña. Antes de aprender a mezclar cantidades exactas de cemento, piedrín y arena para usarlas en una fundición se dedicaba a cuidar abuelitas en un asilo.



El sueño de Zulma es estudiar dibujo de construcción. Foto: Erick Girón 

Su desempeño como albañiles, lo pudo constatar Relato, al visitarlas en una obra que recién acaban de terminar. Fue así como comprobamos que el trabajo de la construcción no es algo extraño para ellas, que al igual que los hombres se ganan la vida con sus manos y que aprendieron este oficio por azares del destino, sin sacar cursos de capacitación o estudiar en un establecimiento.

¿Y su espacio femenino?

Sin parar un segundo, porque el tiempo apremia, entre cernir arena, palear piedrín y jalar sacos de cemento aseguran que “no por ser albañiles, andan todas sucias y desarregladas, a la hora de salida nos damos la manita de gato, como dirían, y ya nos vamos bien arregladas para nuestras casas, quien no nos conoce diría, pensaría o no se imaginaria que no trabajamos en esto, porque siempre estamos muy bien presentables”.

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