Así fue como perdí la memoria imagen

Mi nombre es Judith Gálvez y mi vida se divide en tres partes. Hasta el 8 de febrero era una joven que vivía como cualquier otra, pero de un momento a otro, todo tomaría un rumbo inesperado

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“Mi nombre es Judith Gálvez y mi vida se divide en tres partes”. Hasta el 8 de febrero, era una joven que vivía como cualquier otra, asistía a la universidad, realizaba actividades extracurriculares y trabajaba como maestra, pero en un instante todo cambiaría su rumbo. “Siempre había padecido de fuertes migrañas, al punto que dejé de prestarles atención. Además, todos los días llevaba el carro al trabajo, pero ese miércoles una amiga me dio jalón. Comencé a sentirme muy mal, estaba completamente mareada y con ganas de vomitar, por lo que mi mamá decidió llevarme al hospital, donde empecé a perder el conocimiento”. Para ese momento, Judith no podía controlar su cuerpo, parecía que se encontraba bajo el efecto de alguna droga; “además mis brazos, piernas y hasta lengua comenzaban a dormirse, no sabía qué estaba pasando”.




Luego de pasar por 3 hospitales y haber sido vista por varios internistas, médicos de emergencia y neurólogos que no lograban tener un diagnóstico claro, fue internada en el Centro Médico. “Pasé allí la noche, al amanecer dos hombres llegaron a visitarme, uno de ellos mi papá, otro el chavo con el que había estado saliendo por un buen tiempo. Tiempo después estaría entrando mi mamá, a quien le dije -me dejaste sola con esos hombres y no sé quiénes son-, en ese momento descubrimos que había perdido la memoria”.

“Pasé por 4 neurólogos distintos, ninguno se explicaba cómo había perdido la memoria si no había sufrido ningún accidente, tampoco había estado en coma y no tenía ningún coágulo o tumor, además de mi edad”. A partir de allí, los mareos y desmayos eran cada vez más frecuentes, “fueron meses muy fuertes, en especial porque no es un cáncer que se diagnostica en una serie de exámenes, sino intentar entender algo tan complejo como la mente. Físicamente estaba muy mal, a veces dormía entre 10 y 12 horas, vomitaba por las fuertes migrañas, pasaba todo el día mareada, al punto que interactuaba con las personas y no tenía la imagen física clara porque no podía ver bien. Ahora, a nivel emocional creo que el golpe más duro fue para mi familia, pues tuve que aprender de 0, yo no sabía ni qué eran los sentimientos, no tenía idea de qué era amar, no me recordaba de las personas más especiales en mi vida”.




El daño mayor de Judith se registró en el hemisferio izquierdo, a pesar de ello, se tuvo también efectos serios en el derecho. “No podía pinchar la comida con el tenedor, no tenía motricidad fina, aunque debo admitir que estar mareada era muy divertido, ponía a la gente a dar vueltas para que se sintieran como yo me sentía; y sí, me consintieron mucho”.

De los momentos más difíciles

“Recuerdo que probé la Coca Cola y decía qué cosa más deliciosa, y aunque parezca absurdo, la palabra que más me costó aprender de nuevo fue -servilleta-“.

¿Estar en la universidad, recibir un título y una medalla de Magna Cum Laude y ni siquiera entender por qué? “No tenía idea que me estaba graduando, todo el mundo me aplaudía, yo no sabía qué significaba, no tuve el alcance de llegar a entender lo importante que era eso para mí y mi familia. Además, en mi trabajo no recordaba nada, no sabía que era maestra, no sabía quiénes eran mis alumnos, solo sé que mi vida consistía en ir al doctor y tomar pastillas”.

Judith buscaba aceptar su realidad y bajo el hashtag #LaJudyCreatingNewMemories compartía fotografías y se reencontraba con las personas de su pasado. 




Judith se sentía frustrada porque había tantas cosas en su vida que cambiaban, otras que perdía para siempre. “Todo en mi vida se detuvo, me costó entender que todo había cambiado por algo que yo no había elegido”. A pesar de ello, nunca dejó de luchar “intenté vivir con eso y hacer que mi vida fuera lo más normal”. 

Ante este escenario, la madre de Judith insistía en llevarla a un reconocido hospital de neurología en Estados Unidos. “Fue un mes de peleas constantes, pues yo ya estaba cansada, ya no quería más doctores, inyecciones, medicamentos, trataba de hacerles entender que había perdido la memoria, pero que había que aceptarlo”. Sin embargo, su familia no se daba por vencida. “Me convencieron, la idea era conseguir un diagnóstico, teníamos calculados 15 días para tener el tiempo suficiente de estar internada en el hospital”.

“Era como la primera vez en avión para mí, era vivir sensaciones nuevas”.




Era un lunes, recuerdo que más o menos a las 9:30 de la noche, mi corazón latía muy fuerte, nunca había estado tan mareada en mi vida, comencé a retorcerme, el lado derecho de mi cuerpo se ponía tenso y no me podía tranquilizar, mi única opción era rezar; y así como se fue, vino. Recuerdo que no pude dormir nada, tenía muchas imágenes en mi cabeza, veía todos los colores como si tuviera los ojos abiertos, lo único que sabía es que mi memoria estaba regresando.

“Al día siguiente entré al doctor ya con memoria, y lo que más me sorprendió fueron sus palabras: ‘Yo soy científico, yo he visto muchísima gente, casos en mi vida y nunca había visto algo como esto, no sé si eres o no religiosa, pero esto es un milagro'”.

“Me enamoré de los sentimientos, todo me maravilla, entendí que no hay nada más lindo que transformar un sentimiento en vida”.

Hoy, Judith ha retomado su camino agradecida con la vida por el milagro que recibió.

“En el día a día hay cosas por las que debemos hacer un alto, al hacerlo encontramos la magia”.  

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