Niños y niñas a la cocina sin importar su sexo imagen

Me encanta la cocina, es mi lugar preferido en la casa. Cuando he tenido un mal día no compro comida sino ingredientes para hacer algo y créanme que me ayuda a regular mis emociones.

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Me encanta la cocina, es mi lugar preferido en la casa. Cuando he tenido un mal día no compro comida sino ingredientes para hacer algo y créanme que me ayuda a regular mis emociones.

Me encanta unirme con mi hija en ese lugar que amo, y esto en alguna ocasión ha causado algunas interrogantes ante una corriente social cada vez más feminista. Hace cierto tiempo una amiga me dijo lo siguiente: “Ya te diste cuenta del mensaje tan machista que le estás inculcando a tu hija, que debe estar en la cocina”. Por un momento comprendí su queja, era totalmente válida en un mundo donde las mujeres hemos heredado tareas tan duras dentro del hogar.

¿Quién puso las reglas?, ¿Quién nos ha dicho que las mujeres en la cocina y los hombres viendo tele esperando la cena?. No lo sé, pero por años hemos tomado este rol muy en serio.

¡Qué cansado es ser mujer!: lavar, planchar, cocinar, barrer, trapear, cuidar de los hijos, son algunas de las tareas que históricamente nos han asignado.

Entonces ¿Qué pasa cuando a una mujer no le gusta la cocina?. Ahora las mujeres no solo ponemos el dinero para ayudar a comprar el plato de comida sino que lo tenemos que preparar y servirlo caliente. ¡Qué fuerte no!.

Volviendo a mi reflexión y al cuestionamiento que me hicieron, en casa propiciamos la cooperación. En ningún momento pretendo pintarle un estereotipo a mi hija de machismo. La cooperación debe estar vinculada a hacer algo por voluntad propia, en casa nadie está en el lugar que no le gusta estar o que no ha elegido por cuenta propia.



Isabela de 3 años 9 meses le encanta la cocina. 

Mi esposo por ejemplo es malísimo para la cocina, pero descubrimos que puede lavar platos y que es bueno para pasar los ingredientes. Esa tareas están destinada para él, aunque dice que sale perdiendo porque yo disfruto cocinar y él para nada disfruta lavando platos.

El punto es que, si mi hija fuera niño seguro haría las mismas tareas, quizá con más razón lo metería dentro de la cocina para que aprende desde pequeño que no es un lugar únicamente para mujeres. Si algún día tengo un hijo quiero que en el camino aprenda que no hay ni tareas, ni juegos ni juguetes afines a un género en específico.

Hace unos meses me topé con un papá que se indignó porque pusieron a lavar ropa a su hijo como parte de una actividad Montessori. La herencia es fuerte y nos llevará años cambiar.



Propiciemos que nuestros hijos tengan tareas igualitarias. 

Me encanta ver fotos de los hijos de mis amigas metidos en la cocina, tomando una escoba para barrer o cargando una muñeca. Hace un tiempo le pregunté a una amiga que cuál era el personaje preferido de su hijo de 2 años y me respondió: “Anda encantado con Frozen”. Esa situación me inspiró a comprarles a los niños de la fiesta de mi hija mochilas de la princesa, sin importar su sexo.

El día de la piñata un par de mamás regresaron con la sorpresa pensando que me había equivocado en la compra o que debí darles a sus niños una de Spiderman.

Propiciemos que nuestros hijos (indiferentemente del sexo) sean felices y que hagan lo que les guste no lo que la sociedad les ha pintado que les debería gustar. Porque solo así tendremos un mundo más incluyente y menos hostil con nuestro género.

Poco a poco iremos cambiando y estoy segura que ya comenzamos. 

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