Horror es que te adopte el Estado imagen

Abusos sexuales, físicos y mentales; reclusión, aislamiento social y muerte. En Guatemala a eso llamamos vida de huérfano institucionalizado.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Este Relato es de una de las Guatemalas invisibles, esa de los huérfanos que adopta el Estado. Ser institucionalizado es, en la mayoría de los casos, destinar tu vida a un ambiente en el que el amor pasa de noche y el código de silencio es el día a día; como los abusos, como la muerte de los sueños y, en algunos casos, hallar en el suicidio una alternativa.

Aunque llegue a parecer ficción, una funcionaria pública que trabajó durante varias gestiones relató a lo largo de una entrevista la vida de estos adolescentes, una en la que la burocracia es el peor enemigo de ser huérfano en Guatemala. Da fe de cosas que le confesaron de primera mano, de cómo sufrían violencia en estos lugares: “Terminan siendo seres invisibles, tienen nombres y apellidos, que es lo único que heredan; o si no, el sistema les escoge un nombre. Hay muchos niños abandonados. Son humanos invisibles”. Esta crónica es real, según la exfuncionaria.

***

Esta será tu vida. Acabás de nacer y tus padres optan por dejarte a tu suerte en una estación de bomberos, hospital o convento. Aunque ahora sos parte de una estadística, no sabrías en qué porcentaje, pues en Guatemala no hay estudios de este tipo.

Se podría pensar que en un convento te convertirías en el Marcelino de los franciscanos, o la novicia rebelde que adoptan las monjas, pero la realidad no es así. Por ley, se debe notificar a las autoridades del arribo de un menor sin papeles.

Entonces, la Procuraduría General de la Nación (PGN) entra en tu vida. Ahora sabés que la PGN rescata a huérfanos como vos, a menores desamparados o a niños que no pueden estar en su núcleo familiar por cualquier motivo (uno puede ser que tu padre sea un abusador).

El momento de la institucionalización ha llegado. Se te remite a una casa hogar de la Secretaría de Bienestar Social y empieza tu contacto con la sociedad. Como en todo lugar, habrá sus ratos buenos y malos… y el tiempo pasa.

Quizá lograron ubicarte en un lugar en el que te desarrollés en un marco de respeto y apoyo, porque no en todos es así. Hay casos en los que si enfermás quizá no puedan llevarte a tiempo al hospital y terminarás muerto. En este punto te das cuenta de que nadie se interesa por los de tu condición.

Pero como sos de los que no contrajo mal que pida hospitalización, seguís adelante. Tenés 6 años y a lo lejos ves que se acerca una tormenta. Está hasta allá, no te toca. El horizonte está muy distante, pero intuís, pese a tu edad, que las cosas no serán así para siempre. Mientras tanto, esperás a que alguien te adopte. Pero ya tenés 10 años y eso no va a suceder.

Ahora, aquella tormenta, que llamaremos correccional las Gaviotas o los Gorriones, según sea el caso, ya no está lejos. La tenés a la vuelta de la esquina. A veces, la directora de la casa hogar y el equipo de trabajo se encariñan con los niños y vos sos uno.

Entonces deciden, infringiendo la ley, mantenerte con sus bolsillos o encontrar en el presupuesto del centro en el que vivís alguna forma de manipularlo para mantenerte.

Ellos saben que esa tormenta que está en ciernes, esa correccional que se acerca inclemente, va a cambiarte la vida por el resto de tus días. En la casa hogar no quieren ese destino para vos. Pero la ley no les permite hacer esos movimientos, recordemos que sos de los afortunados que encontraron afecto, porque no a todos les sucede. Sin embargo, la Contraloría General de Cuentas (CGC) va pedir sus libros, sus cuentas de cómo y en qué ocupan el presupuesto. Hicieron lo que pudieron.

A veces es a los 10, otras a los 11, incluso a los 14 años, pero tarde o temprano terminarás en una correccional de menores. La tormenta está sobre vos y no podés hacer nada. De una casa hogar de la que seremos optimistas y diremos que te trataron bien y tuviste afecto, ahora vas solo a integrarte a un grupo de desconocidos. Es un hecho, aunque aún no lo sabés, que terminarás inducido a prácticas que no son las mejores para tu salud física, mental y emocional.

Si hacemos una pausa en este Relato y decís: “Son babosadas. Yo iré a visitar a esos menores, así sea solo para escucharlos”. No podrás. La ley no te lo permite, pues no sos familiar de ningún interno. Una vez más, decidís lo mismo, pero sos sacerdote, pastor, presbítero o hermana de la caridad… aun así no podrás. A menos que seás un familiar, no los podés visitar. Por tanto, guardate tus intenciones.

De regreso al Relato, ahora estamos en tu primer día en la correccional. Ahora tu destino es más complejo. Primero diremos qué pasa si sos varoncito, luego si sos mujercita. Por tanto, los nenes van a Las Gaviotas y las nenas a Los Gorriones.

Te toca tu primer baño de realidad, la PGN decidió tu transferencia. Estas en el centro y tu circunstancia de huérfano te lleva, con 14 años, a convivir con menores privados de libertad. Estarás 4 años preso. El abuso comienza y puede ser mental, físico o ambos. Decir que el abuso sexual será tu día a día es una exageración. Pero más antes que después, te ultrajarán. Vivís junto con casi 600 privados de libertad en una instalación para 200.

Pero los abusos también vendrán del personal del centro, recordemos que a dos puyas no hay toro valiente; pero estos menores sí lo son, les toca. Si coincidimos en que la educación, es decir, la moralidad y valores, la aprendemos en casa, a estas alturas no sabrás qué significa eso y comenzarás a ver con normalidad lo que la sociedad guatemalteca te ofrece con su sistema. Ahora comienza el código del silencio. Nadie vio, nadie sabe, estoicamente hay que aceptar el destino.

Vas, vivís por inercia, te adaptás, aprendés a convivir con ellos y al estar ahí también aprendés de su versión de la vida, la del crimen. Como sos hombre, tus sueños mueren rápido, no tenés esa facultad de las mujeres, dejás de soñar. En cambio, como sos hombre, no perdés tiempo en pensar, “¿qué pasaría sí… al salir hago una familia o busco algo que me haga feliz?”. No, no pensarás en ello en tus días de abuso.

Como en esos lugares no existe una estructura que permita tu desarrollo, igual que en el sistema carcelario, el título de “Centro de Reinserción Social” es adorno. Pasás tus días hacinado en un lugar en el que no hay recursos, ni personal suficiente, no digamos amor y respeto por la humanidad. Ahora entendés por qué ocurren atentados y motines.

Claro, podés buscar opciones, siempre las hay, y escapar es una. Si esa es tu alternativa, podés romper un vidrio, tomar los pedazos, y chaye a chaye, comulgar buscando la muerte. Así murió Pablo, lo llamarás así porque nunca supiste su nombre. La sentencia es suicidio por ingesta de vidrio. Como no hay quién por vos, tus despojos terminan en una fosa común. Esa es una alternativa.

La otra es la del escape físico. Encontrás la forma de abandonar el centro. Salís a las calles. El país de la Eterna Primavera te da la bienvenida. Tenés un montón de calles bonitas, parques bonitos y pasos a desnivel bonitos para dormir.

¡Escapaste a la libertad! Por fin. Sos amo y señor de tu vida y tiempo. El problema es que tenés hambre y frío, después de todo, sos un niño de la calle. Por la misma condición, y como el hombre es social, buscás alguien como vos, a otra persona con quien compartir. Encontrás niños como vos y te dicen “esto te va quitar el hambre y el frío” y te presentan a la que será tu panacea: el pegamento. Ahora sos un niño flex, un pegamentero que en la inhalación de solventes logra perder el apetito, el frío y obtiene demás bondades narcóticas.

Pero para obtenerlo necesitás dinero y entonces comenzás a robar o uno de tus nuevos amigos te dice, “si dejás que ese señor abuse de vos, te da Q50, podés comer, comprar más pegamento o un poncho”. Así hasta que el cuerpo aguante, esa es tu alternativa dos. Lo que sucede cuando te inducen es que hay una gratificación, dinero o drogas y cuando no hay alternativas, cuando no estás preparado, ¿qué harías? ¿Buscar que la sociedad guatemalteca sea más humana y no te abandone?

Pero regresemos a Las Gaviotas. No optaste por el suicidio ni por escapar. Continuás… aguantás. Aprendés lo que te toca, sobrevivís, y no es ironía, si sos feo te va mejor. A los guapos los prostituyen o los abusan más. Al parecer, el secreto está en no rendirse.

Por fin, como el Estado guatemalteco reconoce que con 18 años ya sos capaz y responsable de tus actos, y si tuviste suerte tu expediente lo revisaron a tiempo, a los pocos días de cumplir la mayoría de edad se abren las puertas de la libertad.

De par en par las puertas se te abren, y con entereza salís de una correccional en la que estuviste recluido sin cometer un crimen. Avanzás, pero con la misma presteza con la que se acaban de abrir las puertas, se cierran tras de vos.

Vas solo. No es que exista un centro vocacional al cual asistir, o una cadena o multinacional que te ofrezca un trabajo. Total, ¿qué dice tu hoja de vida? ¿Qué sabes hacer? Como has sufrido abusos y no conocés el amor, al salir estás resentido con una sociedad injusta, que no te respeta, ni te valora. Recordá que al salir no es que te topés con una beca para la Usac, o la Marroquín (como si supieras leer), ni un centro vocacional, o una familia que desee o pueda acogerte, recordá el sistema del que sos parte.

A menos que tengás un familiar que te haya contactado, salís solo al descampado. No, no aparecerá el tío lejano, que además es millonario, a rescatarte. Digamos que si fuiste institucionalizado, porque abuso tu papá de vos, el Estado hace que rompan vínculos. Debe protegerte, pero con ello también hace que rompás vínculos con la sociedad.

Digamos que, sabiendo lo que será tu futuro, aún así la burocracia te presenta a una sociedad indolente que no piensa en el bien de niños como vos. En lugar de ser visto como humano, sos un estorbo.

Afuera toca poner en práctica lo aprendido en la correccional. Ver con quién te asociás, o buscar una forma de obtener dinero. En esta ocasión, o te volvés criminal o te prostituís, allá vos si te volvés trasvesti o no. Siempre tenés la oportunidad de escoger. Si optás una vida criminal, hay otra arista más. Con el tiempo te convertirás en un abusador, de mujeres o de niños, y así se cierra el círculo de una vida así.

Si sos chica, será peor

Volvamos de nuevo al principio. Tenés 10 años y es momento de acudir a Los Gorriones. Como a los hombres, también te toca lo descrito anteriormente. Pero además, las cosas empeoran porque al ser mujer, en el centro podés caer en una red de prostitución, un sistema de trata que, en algunos casos, incluye tu desaparición.




Ahora, si te dejaron en el centro, podés continuar con tu vida a menos que resultés embarazada. De ser así, te toca abortar. Y si morís por mala praxis o similar, obviamente solo dependés de vos. Y de nuevo, vas a parar a la fosa común.

O si fue una amiga a la que le sucedió, te tragás las lágrimas y seguís aguantando, te volvés una mujer dura. Toca callar y continuar, pero la esperanza sigue viva, otro mundo es posible. Aprendés a no meterte en problemas. Podés hablar, pero si alguien te escucha, sabés que no puede hacer nada por vos y encima luego te va mal por andar de boca floja.

Y pese a ello, aun viviendo este estilo de vida y sobreviviendo tribulación tras tribulación, llegás a los 18 años y de nuevo las puertas te dejan salir en un abrir y cerrar de ojos. Y estás ahí, sola frente al mundo.

Quizá sabés leer, y hasta ahí. Aplicás tus conocimientos aprendidos en el centro, elegís ser prostituta o criminal. Pero hay una distinción vital. Como sos mujer, sos más fuerte que los hombres y aún tenés esperanzas. Tenés vivo el sueño de lograr un hogar, pensás que lo peor ha pasado. Pese a lo que te hizo vivir la sociedad, no la odiás y esperás encontrar el amor.

Como no tenés experiencia en eso del flirteo, te vas con el primero que te busca. Sin darte cuenta, podés terminar sometida en una relación en la que te dicen cómo vestir, hablar y pensar. Te uniste a un abusador… y cerraste el círculo.

Ahora bien, hagamos otra pausa. En opinión de la funcionaria que hace el Relato, de todo esto no hay datos, no hay estadísticas o forma de confirmarlo. Se debe investigar a profundidad. Dice que el sistema es injusto y no hay forma de modificarlo. Quizá con una reforma de ley.

Regresemos a tu nueva vida. Aunque ahora ves que las jóvenes postergan la maternidad, vos sí querés tener una familia. Querés darle tu amor a alguien, querés tener alguien a quien abrazar, sentirlo propio, vivís sensaciones muy complejas. Quizá te convirtás en una de las que repiten un patrón negativo, después de todo, seas hombre o mujer, no estás preparada para ver el mundo exterior, estás asustada. Si bien ya sos mayor de edad, el Estado te desconoce, te cobijó mientras la ley lo estipulaba, ahora ya no.

Estás fuera, pero guardás afecto por una de las amigas que tenés adentro. Incluso decís que es tu hermanita. Pero en este lado del mundo, las cosas pueden salir peor. Tu hermanita está enferma. Tiene el Síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad en la que el sistema inmunitario ataca parte del sistema nervioso.

Acompañás a tu amiga, recibís ayuda de una organización y la trasladan al Hospital San Juan de Dios. Pese a que se le dio el seguimiento y el tratamiento apropiado, el cuadro clínico de tu hermanita se complica y fallece.

Ahí es donde te enterás de que el Cementerio General otorga nichos y querés pagar, estás dispuesta, pero no tenés suficientes recursos. La institución que te viene ayudando tampoco tiene lo suficiente. La alternativa era hacer una colecta en la institución, apelar a la humanidad del equipo, y con riesgo, pues hasta eso es penado por la ley. No se pueden hacer colectas dentro de las instituciones estatales porque la ley lo sanciona. Es algo bueno humanamente, pero penado por la ley. Aún así, hay funcionarios que se arriesgan. Te das cuenta de que no todos son corruptos. Enterrás a tu hermanita.

Después de todo, sos un caso de éxito. Sos una mujer que salió a un mundo desconocido y adverso, que decide tener una vida distinta, que se esfuerza y trabaja con grandes dificultades. Necesitás afecto, lo malo es que siempre hay personas inescrupulosas que se aprovechan de tu desconocimiento.

Ser huérfano en Guatemala es estar desprotegido, sos un número más. Viene Unicef, dice que debemos apoyar, pero no estudian a profundidad las complicaciones para la vida y condición de ese ser humano que no tiene hogar en Guatemala, describe la funcionaria. Insiste en que se debe reformar la Ley del Consejo Nacional de Adopciones, una que ofrezca una revisión humana, que se sensibilice en cómo adoptar a estos niños.

“Se hacen denuncias, se investiga, pero hasta que no se reformule el sistema seguirá la injusticia y muchas vidas terminarán lastimadas profundamente”, opina la exfuncionaria. Al pedirle que hiciera porcentajes “de éxito” opina que, de los que logran salir, un 20% es exitoso dentro de sus limitaciones, 20% se involucra en crimen organizado y el 60% restante lleva las peores consecuencias.

En fin, esa fue tu vida. Si aguantaste todos los vejámenes que una adolescencia como esta te ofrece, si pese a que estás solo encontraste la forma de obtener un trabajo que te permita vivir con el salario mínimo y aún así no odiar al mundo, sobreviviste a un sistema podrido, serás la excepción de la regla, serás la prueba de que otro mundo es posible.

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