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De repente, todos aplauden en la clase. de sus rostros emana alegría, orgullo y satisfacción por el logro alcanzado. Por fin, uno de los chicos ha conseguido agarrar la cuchara por sí mismo. Él sufre de una discapacidad desde que nació, su postura corporal no le permite estar de pie y utiliza una silla especial para poder corregirla.

La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, adoptada en 2006, dice: “Las personas con discapacidad incluyen a aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras, estas puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad y en igualdad de condiciones con las demás”.




Para Laura Ortiz, maestra de educación especial, “es normal y humano. Es aprender a valorar las pequeñas cosas de la vida”. Ella tiene dos años de trabajar en la Fundación Guatemalteca para Niños con Sordoceguera Alex (FUNDAL), su vocación nació a raíz de que en su familia su tío y primo sufren de discapacidad.

“Ser maestra estaba fuera de mis planes, yo quería ser antropóloga”. Inició impartiendo clases a niños de preprimaria. En una ocasión, un niño con discapacidad llegó a la institución donde trabajaba, pero no quisieron recibirlo debido a su padecimiento. “En ese momento descubrí la exclusión que ellos sufren”.




“No trabajas por un sueldo, porque no es alto, pero la satisfacción que te da verlos crecer, hacer las cosas por ellos mismos, es la mayor satisfacción”, expresa la docente.  Su entorno es diferente, su aula está decorada con muchos colores y todo a su alrededor es alegre, especialmente los niños que saben “como pasar un buen rato”.

Su tarea no es fácil, enfrenta retos grandes y situaciones poco convencionales. Uno de ellos es “saber que el niño no estará mucho tiempo contigo, especialmente si sufre una discapacidad múltiple, es por ello que debes hacer lo posible porque sean felices. Otra difícil tarea, es la conducta que pueden mostrar debido a la poca estimulación y la exclusión de aquellos que los ven “raros”.




“Mi deber como maestra no solo es enseñar, sino también hacerles saber que no están solos, que son parte de esta sociedad y que tienen siempre a alguien que los apoye.

Laura tiene siempre una sonrisa en su rostro. Uno de los niños acaricia sus orejas y logra identificarla por los aretes que porta. Por todo el lugar, hay una banda con textura, que le permite saber a los pequeños por dónde ir; al llegar a una puerta, encuentran escrito en braille el nombre de la maestra y algo que les caracteriza, como un reloj o un collar. “Cada clase es un reto de creatividad, porque tienes que saber cómo enseñarles de manera que sea inolvidable para ellos”, afirma.




Fundal cuenta con varios programas, pero uno de ellos es el “Semilla”, que se dedica a la capacitación y concienciación de docentes del sector público, estudiantes de carreras afines, empresarios, además del público en general, con el apoyo del Departamento de Desarrollo Institucional.

Gracias al esfuerzo que realizó, logró acreditación en el Ministerio de Educación (MINEDUC), para cursar un diplomado de Educación Inclusiva para la Atención de Estudiantes con Necesidades Educativas Especiales Asociadas o no a Discapacidad.




En el 2017, lograron participar alrededor de 560 personas. Este diplomado cuenta con un precio de Q150 al año.

“No existe una manera más hermosa de dar gracias a Dios por tu vista, que brindando una mano de ayuda a aquellos que por carecer de ella viven en la oscuridad”. – Hellen Keller, escritora, oradora y activista política sordociega estadounidense.

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