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Fotos y texto: Marvin Del Cid

Viste una camisa azul y se prepara para desayunar, al verme se para y me saluda con mucha amabilidad.

Ya tiene una hora de estar despierto y en breve inicia una nueva jornada laboral, junto a él se encuentran sus dos nietos y su esposa, Corina López.

Francisco Tzunux Aguare, de 87 años, me recibe en su casa en la zona 1 de la Ciudad de Guatemala muy cerca del Estadio Nacional Doroteo Guamuch Flores.

Su cama se encuentra en la misma habitación en donde tiene la estufa y la mesa para comer, alquila en el lugar, vivienda que comparte también junto a una de sus hijas.

Le pregunto a Don Francisco si ya está listo para que le tome unas fotos, sin titubear me responde que sí.

Al sacar la cámara los niños me piden que les haga una fotografía y de inmediato se las enseño, ambos ríen a carcajadas.

La señora Corina se los lleva de la habitación y me deja solo con él.

Mientras charlamos Don Francisco se toma una taza de atol “es necesario para tener fuerzas todo el día, pues regreso hasta las 6 de la tarde a la casa”, resalta. 

Su jornada es de lunes a sábado, el domingo asiste a una iglesia evangélica.

Luego de 15 minutos salimos rumbo a su trabajo. Se dedica a vender helados desde hace 25 años y como cada mañana tiene que ir a recoger su carreta y el producto a una bodega ubicada cerca de antigua aduana en la zona 1.

Caminamos y vamos charlando. Me cuenta que nació el 24 de junio de 1930 en Santa María Chiquimula, municipio de Totonicapán. Es el mayor de cinco hermanos, cuatro hombres y una mujer.

Nuestra conversación dura 25 minutos, tiempo durante el cual recorremos varias calles del Barrio Gerona en la zona 1.



Su recorrido por la zona 1, antes de llegar a recoger su carreta de helados.

Don Francisco a pesar de tener un poco de dificultades para caminar no baja el paso, avanzamos sobre la 13 avenida, para luego pasar sobre la línea del tren y llegar hasta nuestro primer destino.

“Buenos días”, dice. “Cómo estamos Don Chico”, le responden varias personas y que también son heladeros, él lo primero que hace es limpiar su carreta.

A las 8.30 cada uno carga su carretera con unos 40 helados de vasito, hielo, cornucopias y sándwich. Salgo junto a él y seguimos con nuestra amena conversación.



Don Francisco carga  su productos. La jornada empieza a las 8 de la mañana y finaliza a las 6 de la tarde. 

Durante muchos años Don Francisco fue vendedor de ropa, pero con la llegada de las pacas (ropa usada de Estados Unido) al país, el negocio se le vino abajo y ya no fue rentable, por lo que ahora, su único sustento son “sus heladitos” como él los llama.

Pero también fue trabajador municipal de la capital “era barrendero, pero estuve poco tiempo”, me dice mientras sonríe.

Nuestro próximo destino es el Cerrito Del Carmen, lugar en donde él vende el producto.

Llegar a hasta ese punto es un doble esfuerzo para Don Francisco, pues ahora debe empujar la carreta, tener mucho cuidado con los carros y sortear los distintos obstáculos en su camino con agujeros y pilotos imprudentes.

El paso sobre la línea del tren en la 10 calles es toda una odisea, solo en ese pedazo son unos cinco minutos, luego de ellos enfilamos por la 13 avenida hasta el Callejón del Judío en la 4 calle y en ese punto Don Francisco hace una pausa y se limpia el sudor.

“Ya vamos llegando me dice”, mientras me habla y empuja con dificultad la carreta. Además de me explica el nombre de cada una de las calles del Centro Histórico por donde pasamos, una mañana de enseñanzas para mí.

¡Buenas! Don Chico le dice varios vecinos, púchica le digo yo es “famoso”.

Luego de 40 minutos y caminar 15 cuadras llegamos.

Nos sentamos y le enseño todas las fotos que le tome desde que salimos de su casa hasta llegar al Cerrito, verlo sonreír de nuevo me provoca una alegría enorme.

Don Francisco no entiende nada de eso de cámaras, computadoras e internet, pero de algo si estoy seguro, Don Chico hizo un recorrido más agradable ese día y juntos compartimos un panito y un café.  

Claro, yo le compre dos helados de cornupia, uno me lo comí ahí y el otro aún lo tengo en la refrigeradora de mi casa para otro momento especial.

A las 16 horas regresas a dejar la carreta y los helados no vendidos, luego de ello vuelve a su casa. 
























































































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