El Presidente Jimmy Morales me tapó la boca. Hace unas semanas, cuando el Ministerio Público –MP– Y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala –CICIG–, presentaron una solicitud de antejuicio en su contra, acción que motivó que el dignatario intentara, con torpeza, exigir la expulsión de Iván Velásquez del país, afirmé, equivocadamente, que él estaba solo.
Vi a un presidente contra las cuerdas, con una Corte Constitucionalidad –CC– que le daba la espalda, con varios movimientos sociales que le repudiaban y con muchas instituciones como el MP, la Procuraduría General de la Nación –PGN– y la Procuraduría de Derechos Humanos –PDH–, entre otras, que no le apoyaban.
El presidente está solo afirmé en este espacio. Que equivocado estaba, Morales supo identificar a los sectores realmente poderosos del país, hizo pactos con la Asociación Nacional de Municipalidades –Anam– encabezada por su presidente Edwin Escobar, contratista del Estado y generoso donante de las sobrevaloradas paradas del Transmetro.
Se alió con uno de los caciques más poderosos de este país: el alcalde Álvaro Arzú Irigoyen, quien nos prometió “guerra”, se respaldó con la peor calaña de chafas y por supuesto buscó negociar con la clase política más ruin de Guatemala: los diputados al Congreso de la República, horda de delincuentes de la peor clase, oportunistas y mezquinos, quienes se encontraban atemorizados ante una posible persecución penal que los llevara al lugar donde merecen estar: la cárcel.
Jimmy Morales en dos días logró demostrar su poder político y sobre todo me demostró a mí y a miles de guatemaltecos que no está solo. Una clase política de la peor calaña está dispuesta a pasar a los libros de historia como el Congreso más corrupto, a cambio de la sublime promesa de la impunidad.
En dos sesiones los diputados decidieron: darle la espalda a los guatemaltecos y dejarle la inmunidad a Morales y garantizarse la impunidad para ellos, al blindarse de la cárcel y trasladar mayor responsabilidad a los contadores de los partidos políticos que a los propios secretarios generales.
Con esas dos reformas los congresistas se protegían mutuamente y a conveniencia. Por supuesto que el desgaste político fue devastador. #Elpactodecorruptos no fue del agrado de los medios de comunicación, movimientos sociales y otros actores en el país. Por ello reconsideraron su posición y abrieron la posibilidad de dar marcha atrás a la apoteósica estupidez que aprobaron.
A los diputados no les importó ampliar los años para conmutar penas y con ello dieron luz verde a que muchos delincuentes puedan sustituir la cárcel por dinero.
Lo triste es que serán estos mismos cínicos y corruptos diputados quienes buscarán la reelección en año y medio. Que sano sería para la democracia de este país dejar a un lado el millonario financiamiento electoral privado y oscuro que pone congresistas y presidentes, pero que después obliga a estos a pagar los favores.
Me quedo con la bancada Convergencia, la única que demostró ser coherente y que en línea votó en contra de las perversas iniciativas de ley y a favor del antejuicio a Jimmy Morales.
Es hora de depurar al Congreso y evitar a toda costa que los mismos corruptos se reelijan. Urge hacer nuevas reformas a la Ley Electoral, garantizar a toda costa que no exista transfuguismo no solo en el Congreso, sino tampoco en los partidos. Basta ya de tener una democracia frágil que se compra con fondos oscuros.
