Me llamo Lucky y debo Q50 mil que jamás presté imagen

Me llamó Lucky y robaron mi identidad para tramitar un préstamo por Q50 mil. Tenían un dpi falso pero con mi numeración, información patrimonial y referencias ¿De dónde sacaron esos datos?

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Era una mañana como cualquiera, de esas de redacción de informes, coordinación de mensajería y desde luego del café negro con una de azúcar. Nada fuera de lo habitual, todo normal, excepto esa insistente llamada, esa que rechacé un par de veces, por motivos laborales.

De pronto el número desconocido apareció de nuevo en mi pantalla, esta vez contesto. Del otro lado una voz educada pero enérgica. “Señorita Lucrecia Gutiérrez, le llamamos para cobrarle las cuotas vencidas de su crédito bancario… ()”.

¿Qué? ¿Está usted segura? Tras una estéril y efímera discusión interrumpí la conversación molesta y preocupada en simultáneo. Mi mañana deja de ser normal. Minutos después, de nuevo el celular vibra encima de mi escritorio, esta vez la comunicación no viene del banco, sino de mi hermano: “Lucky me acaban de llamar del banco que nos has pagado un crédito a tu nombre, ¿Es tuyo el préstamo?”, la respuesta lógica para ambos fue no.

Por fortuna él había trabajado en la banca y conocía de este tipo de situaciones. Sus palabras me dieron consuelo: “no te preocupes, lo vamos a solucionar, seguramente intentaron robar tu identidad y el banco se equivocó al no verificar toda la información”.  

El sistema bancario se enfrenta con frecuencia a este tipo de hechos, los cuales de acuerdo al Código Penal, pueden ser tipificados como estafas o casos especiales de estafa. La comisión de estos delitos es bastante común. A junio de este año el Organismo Judicial -OJ- registraba 147 y 207 casos de estos tipos penales. Estos delitos son penalizados con cárcel entre seis meses y cuatro años. 




Al día siguiente fui yo quien les llamó, esta vez más serena y con la convicción de que la que debía los Q50 mil era otra persona, quizás un molesto homónimo, pensé.




Pero no fue así, no se trataba de un homónimo, aunque sí de un error, por supuesto del banco. Decidí ir a una agencia bancaria y solicité ver el expediente, cuando vi la foto del documento de identidad de la deudora, sentí un enorme alivio: la foto no era la mía, pero los 13 dígitos del documento sí.

Los estafadores habían falsificado un documento de identidad con mí numeración. Además tenían datos laborales, números de referencia e información mía, que jamás supe de dónde la obtuvieron.

Los estafadores se valen de la falsificación de documentos para engañar a los bancos y sacar jugosos préstamos. El OJ registra, a junio de 2017, 120 casos de uso de documentos falsificados y 132 reportes de falsedad material. 




La existencia del número del documento y la demás información real hizo que los señores del banco no terminarán de creer mis explicaciones. Pero fue en ese momento de penumbra cuando salió la luz: al ver la copia del documento falso, las inconsistencias iban más allá de la foto, mi nombre fue escrito de forma invertida: María Lucrecia Gutiérrez en vez de Lucrecia María Gutiérrez.




No somos la misma persona, suena la heroica de Chopín y me dispongo a salir y darle vuelta a una página, que por fortuna quedo en susto.

El problema fue solventado para mí, quizás esa inconsistencia en la falsificación del documento fue la que facilitó la resolución de mi caso. Lo cierto es que alguien anda suelto por ahí con Q50 mil que jamás pagará.  

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