La historia de Byron parte 3 imagen

La continuación del relato del hombre que cambió mi manera de percibir la vida, que me enseñó qué era importante y qué no. Una historia increíble de escuchar, difícil de creer.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Byron estaba curándose en el hospital militar, tenía una herida de bayoneta en la mano izquierda de su último salto y una herida de bala en el muslo izquierdo, resultado de su reciente huida de la cárcel. Durante su recuperación, pasó por un análisis psicológico de rutina y el psicólogo encontró algo en sus pruebas que le llamó bastante la atención. Sin decirle nada lo refirió a otra unidad militar para más pruebas. Al llegar, a Byron le dijeron que esperara en una sala y que tratara de memorizar lo que había allí, pues luego le harían preguntas. Luego de quince minutos, entraron a Byron a una oficina, donde dos agentes civiles le pidieron que describiera TODO lo que había en el cuarto anterior.

Así empezó: Una revista del mes X año X, que en su página seis tiene un artículo de… un cuadro por el artista X, expuesto… Los agentes tenían la boca completamente abierta, para Byron esto era sumamente natural, no le parecía extraordinario. Sin embargo, por los golpes de su hermano en el Parque Colón, había desarrollado una increíble memoria fotográfica. Esto le trajo un ofrecimiento difícil de rechazar para un hombre inmigrante, soltero y pobre: la oportunidad de entrenarse para servir a los Estados Unidos en el Servicio Secreto.

Byron fue oficialmente descargado del ejército con honores, y empezó su entrenamiento para volverse un agente secreto, como esos de las películas, con “licencia para matar”. Regresó a Nueva York y le dieron la oportunidad de estudiar en la Universidad, donde se graduó de abogado. “Consiguió” un empleo muy bien remunerado como abogado de la British Petroleum Co. En África. En teoría, su trabajo consistía en negociar para construir el oleoducto transcontinental de la BP; en práctica, tenía que reportar toda actividad sospechosa a los intereses de los Estados Unidos, así como cumplir con las “misiones” que le encargaran, incluyendo incitar revoluciones, rescate de rehenes, etc. Este fue su trabajo por quince años y le permitió experimentar cosas que nunca imaginó, cenó en la casa de Idi Amin, participó en la liberación de rehenes en Tel Aviv, e incluso le tocó rescatar al hijo de un Jeque árabe, que había sido raptado por un pariente y trasladado a una fortaleza en el Sahara.

Byron voló en la noche, se lanzó de paracaídas hasta un oasis, donde lo esperaban sus aliados. Tuvo que disfrazare de beduino para entrar a la fortaleza (es costumbre del desierto albergar a viajeros por la noche). Ya dentro, irrumpió la celda del prisionero, robó un camión con el que rompió la puerta de la fortaleza y huyó por las dunas del desierto. Luego de horas de persecución, llegó con su rehén a la frontera, donde lo esperaban fuerzas norteamericanas. Este joven más adelante para agradecerle, una vez heredó el poder, obsequió a Byron un Petromin Number; uno de los finitos pases para poder comprar y vender petróleo de la Organización de países exportadores de Petróleo, OPEP, con lo que hizo la mayoría de su fortuna, pero eso es parte de otra historia.

Como agente del servicio secreto, nuestro personaje sirvió en cinco continentes, conoció todos los países del mundo, menos dos. Participó en el golpe contra Allende en Chile, espió al gobierno de Arbenz en Guatemala y ayudó a negociar con Somoza en Nicaragua. Su “trabajo de día” era la fachada que escondía las operaciones que conducía para el gobierno de su país adoptivo. Su historia más interesante sucedió en Berlín, durante la Guerra Fría. Estados Unidos desarrolló el B52, un avión supersónico que no era detectado por los cañones antiaéreos de la época, usando esa tecnología para espiar a los enemigos y fotografiar su territorio. Una vez, un piloto fue derribado en Siberia, por un nuevo cañón antiaéreo. Byron fue elegido para intercambiar al piloto, Gary Powel por un espía soviético que habían capturado en Philadelphia.

Para prepararse, vivió una semana en la casa de la familia Powel y aprendió todo de él. Un día encontró en la habitación de Powel, un certificado de valentía del dentista, averiguó que era porque se le había roto una muela jugando Hockey. Byron visitó al dentista y consiguió la impresión de la dentadura en yeso, familiarizándose con la marca que aquella muela rota dejó en la boca del piloto. Un mes más tarde, sobre el puente fronterizo entre Berlín, con el espía soviético y frente a la contraparte con “Gary Powel” bajo el brazo, Byron insistió en recibir al piloto antes de dejar ir al espía soviético. Cuando se acercó vio la cara de la persona que se había memorizado, sin embargo, metió el dedo en la boca del piloto y se dio cuenta de que no existía la marca de la muela rota. Sacó su arma, disparó al falso Gary Powel, lanzó al espía al río y se lanzó detrás de él. Las fronteras abrieron fuego por varios minutos hasta que la tensión cesó. Una semana después ambos bandos se reunirían de nuevo para intercambiar, ahora sí, al verdadero Gary Powel por el espía soviético. Hace pocos años vi una película de Tom Hanks que trataba de esta historia, que escuché hace más de una década por mi amado Tío Byron, la llamaron Bridge of Spies y aunque omitieron la parte de la boca me alegró mucho que un actor tan bueno obtuviera el papel del abogado. Lo que pocos saben, es que el verdadero protagonista de la película nació en Guatemala y bailó conmigo, el día que me gradué de la secundaria.

De su vida faltan muchas historias por contar, pero esas tendrán que esperar para otro relato.

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