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Lea aquí la primera parte de El Triángulo

…Él, que había fingido ir a la casa de su tío y en realidad le había seguido los pasos en el preciso momento que se acercaba a una distancia perceptible por ella, vio que el violador salió como una sombra serpenteando entre las vigas de madera que armaban los puestos del mercado. La sombra se dirigía veloz hacia ella. 

Él, con más furia que miedo, corrió a defenderla y colisionó con el violador antes de que la atrapara. El violador tenía un cuchillo. Forcejearon en el suelo por unos minutos, como gatos en el techo peleando por la hembra, como las olas pelean con la arena. 

En medio de la pelea, el violador le hizo un corte en la parte derecha del rostro. La trifulca le facilitó tiempo a ella para escapar y suplicar por ayuda a las primeras personas que encontró afuera de una tienda bebiendo. 

Al ver el violador que no había presa decidió dejar de forcejear y escapó. Mientras, su oponente se quedó con la cara partida en dos y el corazón expulsando sangre hacia las venas a 220 latidos por minuto. Cuando ella llegó, yacía en el piso, inconsciente.

En el hospital lograron reconstruir su rostro, fueron necesarios 11 puntos cortos y 4 grandes por la profundidad de la herida. 

La chica estaba sorprendida del único del grupo que se preocupó por ella, al pensar en eso sintió algo por él, una masa hecha de agradecimiento y admiración se formó dentro de ella, la cual confundió fatalmente con amor. 

Es tan humano confundir sentimientos, y en especiall en la juventud. 

En cuanto él despertó de su inconsciencia, ella le pidió que cuando se recuperara aceptara ser su novio. “Gracias a ti estoy viva”, le susurró. 

Él, que la amaba en secreto desde hacía mucho tiempo, creyó que las cosas se armaban por un poder desconocido, y al fin encontraba la salida del laberinto de desear a alguien por mucho tiempo sin poder siquiera acercarse. Tras la fugaz idea, sin pensarlo aceptó.

Después de todo el asunto de la recuperación y de ser el centro de atención por su valentía, a las semanas tuvo que enfrentarse a la realidad: ahora era un tipo raro, una mancha notable en lo blanco de la normalidad de la gente que lo rodeaba, el Cuasimodo al que todos veían por su notable cicatriz que atravesaba desde abajo de la ceja izquierda y haciendo una escuadra hasta centro el mentón. 

La tenía a ella, pero había perdido algo. Fueron novios unos meses y adoptaron una rutina semanal: de lunes a miércoles la visitaba después de la escuela hasta el anochecer, los jueves no podía visitarla porque ella iba a visitar a sus abuelos y se quedaban allí hasta media noche. Los viernes tenían permiso de ir a comer mangos verdes a un portal, en donde él le leía versos que le escribía los jueves, pero que ella no entendía. 

Los sábados cenaban en la casa de ella con sus padres y hermanos. Los domingos después de misa ella se quedaba en su casa en la tarde haciendo tareas de la escuela mientras el resto de su familia iba a visitar a la abuela desde las 4 hasta la media noche.

Así fue la rutina, meses de desgaste paulatino de parte de ella y de ilusión ascendente de parte de él. Con el tiempo ambos tocaron los puntos extremos de los rumbos tomados, el lazo que los unía se rompió, el amor se había vuelto apatía. 

Poco a poco ella salió del encanto de su defensor al darse cuenta de que en verdad él era un hombre normal como tantos más que la pretendían. 

Superficialmente esa era la razón, pero en el fondo una verdadera razón se ocultaba escondida entre sus miedos y vergüenzas: aquella horrenda cicatriz en su cara. 

No soportó vivir, ni casarse, ni tener hijos con alguien con una cicatriz en la cara. Los viernes que salían a comer mangos ella sentía pavor al sentir la lluvia de miradas de los que lo veían como el raro, lluvia que los mojaba de sentimientos encontrados y confusión. 

Un día ella simplemente ya no le volvió a abrir la puerta cuando llegó, y él confirmó lo que había sospechando durante algunos días: ya no había nada entre ellos.

Continuará…

BLOG ALUSIONACION: TRAVIS PLUMA




Autor del libro La fe, la esperanza y el amor. Cinéfilo, melómano, aficionado de la pintura y la fotografía. Nació en 1984 en la ciudad de Guatemala. Pasó su adolescencia en la posguerra. La situación difícil del país lo motivó a emigrar.

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