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La Sala Nacional Enrique Acuña Orantes, de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, está presentando una muestra retrospectiva del creador Ramón Ávila. Este autor, perteneciente a la generación del sesenta, es uno de los artífices más influyentes de la pintura chapina. En su periplo de España a Brasil, ya formado y siendo poseedor de un estilo propio, asume las nuevas tecnologías en boga en aquel país sudamericano. Corrientes, conocidas en Guatemala como informalistas, desprendidas de las tendencias del Pop Art internacional.

Cuando se asimila al movimiento pictórico, en 1963, estaba proponiendo desde un expresionismo abstracto/gestual conocido como tachismo. Pintura fuerte e intuitiva que denotaba un carácter particular que, inmediatamente, le proporcionó un rango entre los artistas de aquel momento. Baste anotar que una de las primeras exposiciones de la galería DS, fundada en 1964, fue precisamente la de esos trabajos, sobre papel, propuestos por Ávila.

Guatemala, el momento político en el que se afincó en ella, fue proporcionándole nuevos imaginarios los cuales integró a su repertorio. De este modo encontró concomitancias con los preceptos Vértebra de los cuales intercambió iconografías y a los que aportó un colorido no presente en el resto de creaciones. Mismo que, en la transición de las décadas del setenta al ochenta, encontró nuevos motivos tanto en el paisaje como en sus gentes y tradiciones. Sujetos que, apreciados desde su ojo foráneo, adquirieron valores de fuerte raigambre local.

Una tragedia lo aterrizó en el universo de lo abstracto. Expresión que lo ha llevado a encontrar respuestas tanto en el ritmo, composición y formas, como en el sentimiento armónico de su propia naturaleza creativa. La muestra puede visitarse por las tardes en la Escuela de Artes Plásticas hasta el 31 de marzo.

De León




En el Instituto Guatemalteco Americano, en el vestíbulo del teatro Dick Smith, se localiza la carpeta de Linóleos Zipacná De León (1948-2002). Colección de doce láminas estampadas manualmente en la Casa de la Estampa Max Vollmberg en 1974.

De León es, quizás, la figura más visible de la generación del setenta. Su controvertida personalidad, la capacidad de aglutinar a artistas de otro momento, el ojo crítico, el amor por la historia del arte y su influencia a partir de entidades como la Bienal de Arte Paiz, las Escuelas Regionales de Arte, publicaciones varias, vocación docente y la fundación de múltiples museos, le otorgan una categoría notable en un lapso que abarca desde los finales de la década del sesenta y hasta el presente como fuente referencial.

Su trabajo, sintético en su gran mayoría, incluyó elementos cotidianos del folclore local a los que otorgó un aire cosmopolita. En este caso es notorio el cuidado de la línea, la composición y la distribución de los colores planos. El aire urbano, mezclado con resultados un tanto cubistas y geométricos, hacen destacar esta pinacoteca la cual se exhibe en alianza estratégica con el Centro de Documentación de la Galería El Attico. La misma podrá visitarse hasta finales del mes de abril.

Ambas pinacotecas deberían ser una visita obligada. Lo que proponen y los alcances individuales de cada autor denotan el rango que ambos protagonistas denotan para la historia del arte de Guatemala.  

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