Ana Lucía estaba en el taxi equivocado imagen

La vida de Ana Lucía, injustamente, fue alterada por una bala perdida cuando delincuentes que cobraban una extorsión mataron al piloto del taxi que iba abordar.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Doy continuidad al relato: “Una guatemalteca frustrada por la violencia”. Mientras vivimos el peor enfrentamiento ideológico que he visto y que nos ha llevado a una confrontación entre familiares, amigos, colegas, ciudadanos, usuarios de redes, ocurren hechos que indignan y entristecen a algunos guatemaltecos de a pie.

Recuerdo a Ana Lucía, cursante de 7º. Semestre de Derecho en la UMG, cuando llegó a mí casa hace un año, le vendimos a su novio un carro de la familia. Una joven, de 24 años, bonita, curvilínea, alegre y muy amable, quien se fue feliz con Sergio. Nunca imaginé que subiría el  taxi equivocado.










Historias recurrentes

Mi vida estaban dedicados al trabajo, al estudio, a mi iglesia y a mi novio, Sergio. Nunca imaginé que algo malo me podía pasar. El 20 de junio salí tarde de mi trabajo tomé el Transmetro de la zona 14 a la Plaza Barrios, zona 1. Allí subí otro que me dejó en la Academia de la Policía, zona 6, y un taxi colectivo me llevaría a mi casa cerca de la cementera, para mí eso era lo más seguro”.

“Eran las 8 pm, vi un taxi con dos personas, cuando iba entrando se acercaron dos hombres vestidos de negro, le dieron dos balazos en la cabeza al conductor, matándolo; el tercer balazo me pegó en el lado izquierdo del abdomen. Mi reacción fue salir, pude llegar a la parte trasera del carro, el cuerpo ya no me aguantó y caí. Llegó un muchacho agarró mis cosas sacó mi celular de la bolsa pero tenía clave.Tirada en el suelo se la quité y le pedí que llamara a mi mamá, como me imaginé que se asustaría le dije que mejor se comunicara con mi hermano”, narra Ana Lucía.

Eterna ambulancia

Sentí eterna la llegada de la ambulancia, mientras tanto repetía el Salmo 23: “Jehová es mi pastor y nada me faltará”. Llegué consciente al hospital San Juan de Dios, me pasaron a rayos X, me movían mucho y era un dolor de piernas exagerado, la bala se arropó en mi columna. Ese día me hicieron la primera cirugía, me quitaron un riñón porque la bala lo perforó y me reconstruyeron el vaso, que estaba en dos, según el doctor si hubiera explotado o se hubiera partido estuviera muerta”, cuenta Ana Lucía, acompañada de su mamá Elva María quien interviene: “Llegué al hospital y en cuanto me vio me dijo: Mamita, estoy bien no te preocupes”.

El calvario en el San Juan

Los dolores insoportables de piernas siguieron después de la operación, hasta le inyectaron morfina. En sala de recuperación la suciedad se hizo visible, las enfermeras no eran atentas y no respetaban el horario de las medicinas. Desde su silla de ruedas Lucía agrega: “Allí no hay control de nada. Yo no debía tomar ni agua, solo suero, pero me dieron comida sólida y mi intestino se empezó a llenar de heces, pasé una semana sin poder expulsar nada. El estómago se hinchó y mi mamá con mi novio pedían que hicieran algo y ninguno les hacía caso”.

Luego de la operación el intestino de Ana Lucía hizo costras, se las quitaron, pero no lo limpiaron, al dejarlo sucio sufrió una infección generalizada que le empezó a hinchar la región abdominal. “Quise llevarme a mi hija, le rogué a la trabajadora social y no me apoyó”, cuenta Elva María. Así pasaron el  7 y 8 de julio; el domingo 9, su novio notó en sus ojos que estaba muriendo, Ana Lucía ya no podía más, a cada rato expulsaba abundantemente una substancia verde. Se sentía tan mal que le dijo a Dios: “Perdona mis pecados y recíbeme”. Sergio, quien no se ha separado de ella, fue a buscar ayuda, habían entrado baleados y  los médicos estaban ocupados.Al fin llegó uno y la operó. El doctor informó que esa intervención estaba para el lunes, Ana Lucía no hubiera sobrevivido. Al fin una persona del hospital ayudó para trasladar, el martes, a la joven.

Directo a intensivo

“Cuando llegué al IGSS me hicieron exámenes, llevaba agua en los pulmones, me metieron un tubo entre mis costillas fue un dolor horrible y me sacaron un bote de agua,. El miércoles me entraron a cirugía para hacerme una colostomía, así me llené de sondas, ahora tengo una para el pis y otra que va del intestino”, explica con voz quebrada.

Luchó por vivir 5 días, pero el dolor de las piernas seguía.Tanto los médicos del San Juan como del IGSS aseguraban que no podían sacarle la bala alojada entre las vértebras L4 y L5. “Un doctor me dijo que lo haría, le manifesté mi temor y me respondió: “peor de lo que estás ya no podés quedar”. Empecé a llorar y llegó el Dr. Briz, quien me operó de la colostomía y ha sido una bendición para mí, me explicó, quedé tranquila y me sometí a la intervención”, continúa Ana Lucía.El 10 de agosto le sacaron la bala no había fractura de columna. Ana Lucía mueve los dedos de los pies, no se explican cómo, espera volver a caminar. En 8 meses el Dr. Briz le quitará las sondas, ahora la envió a  fisioterapia pero cuesta llevarla. Ya no pudo estudiar y su hermana también dejó la universidad y junto con su mamá la ayudan en las terapias. Ojalá alguien la apoye con la recuperación en su casa, porque se le dificulta salir.




Ana Lucía por la violencia ha tenido injustamente que enfrentar tan dura experiencia.Acepta su realidad y pueda o no caminar, quiere “regresar a la “U” y casarse”. Los dolores continúan, su personalidad paciente y su amor a Dios hacen sobrellevar su situación esperando mejorar. Comparte su historia para hacer un llamado para que mejoren las condiciones del hospital y para que el MP agilice las investigaciones porque los delincuentes vuelven a delinquir. 



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