Salieron de vacaciones y regresaron de mojados imagen

Un viaje familiar que se convirtió en un regreso a su propio país como mojados tras un asalto en el extranjero.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Las vacaciones siempre te ayudan a escapar de la realidad. Te olvidas del trabajo, el estrés y la delincuencia extrema que sufre nuestro país y Centroamérica.

Una familia guatemalteca, conformada por el padre, la madre y tres niñas pequeñas, emprendieron su viaje de Semana Santa con rumbo a las playas de La Unión en El Salvador. La carretera creó un ambiente agradable y que animó tanto a las niñas como los padres.

El hotel paradisíaco los albergó por tres días y dos noches. El dinero sobraba, los ahorros del padre y sus buenos negocios rindieron fruto suficiente como para pasar cómodamente las vacaciones.




Un regreso catastrófico

Tras vivir solo de mar, sol y arena, la familia regresaba tranquilamente a casa. Solo el sonido del motor y el profundo sueño de las tres pequeñas marcaba el camino. Sin embargo, una parada para reponer gasolina fue suficiente para perder lo que hasta el momento había sido unas buenas vacaciones.

Una motocicleta con dos pasajeros se estacionó frente al carro familiar. Mientras, el padre de familia regresaba de pagar por la gasolina, los dos delincuentes de la moto bajaron y apuntaron a la cabeza de los padres, pidiendo las pertenencias. Dinero, tarjetas de débito y crédito, además de las identificaciones y pasaportes de la familia fueron arrebatados en la carretera salvadoreña.

¿Cómo le hacemos?

Tres niñas, dos mayores de edad indocumentados serían un conflicto en la frontera. “¿Cómo vamos a cruzar? Seguro van a pensar que las pequeñas están secuestradas o saber qué mordida nos pueden quitar y sin tener un centavo”, se preguntaban ambos padres cuando se acercaban a migración. 

Decidieron parar en Ahuachapán, cerca de la frontera Las Chinamas, donde el característico puente El Jobo ilumina el río Paz. Los dos preguntaron a algunas personas que caminaban junto a las carreteras sobre cómo cruzar la frontera de mojados. Para sorpresa de ellos, era normal una pregunta así y rápidamente fueron orientados hacia dónde ir.



Foto: mapio.net

Alrededor de las 23 horas y las niñas dormidas, empezaron a cruzar sobre un sendero parecido al de una finca y donde solo las luces del carro iluminaba. Llegaron justo a la orilla del río y en la lejanía se distinguían las brillantes luces del característico puente fronterizo. El agua corría de una manera tranquila, a comparación de lo que en unos kilómetros se podría apreciar desde el recorrido usual del puente.




Era jugar a la ruleta rusa. Fácilmente el carro pudo hundirse si el agua llegaba a un nivel demasiado alto. Sin embargo, para alivio de ambos padres, el vehículo cruzó sin problemas y pasaron desapercibidos. 

El recorrido aún no terminaba, ya que debían subir varias partes donde era necesario hacer un esfuerzo de motor para terminar de cruzar. El polvo brotaba del suelo ante el esfuerzo de las llantas y tras varios minutos cruzando aquel sendero compuesto únicamente por tierra y uno que otro adoquín, terminaron en la carretera de nuevo, pero ahora del lado de su país natal.

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