Una historia de narcos y culpas sin razón imagen

Los narcotraficantes nos culparon de algo que no hicimos y nos dieron un día para dejarlo todo.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

A ella, la conozco desde hace un par de años, siempre la vi como una chica cae bien y de carácter un tanto fuerte, recuerdo una vez que tuvo una pequeña discusión con una de las licenciadas de la Universidad a la que vamos juntas. En ocasiones, solo vemos las superficialidades de los demás, desconocemos su historia, tal vez nos molestan o agradan ciertos rasgos, pero no nos molestamos en conocer qué hay detrás de ellos.

Esa tarde de por sí ya era interesante, estábamos en la universidad y el licenciado no llegó por problemas de salud, ella se sentó junto a mí y así inició la conversación. Decidí escribir sobre lo que le pasó porque creo que todos merecemos ser escuchados para ser comprendidos, no para que nos tengan lástima sino para pensar antes de juzgar a los demás.

Cristina: cuando tenía 7 años, recuerdo que mi papá tenía un empleo mal pagado y mi mamá como siempre lo ha hecho lo apoyó, porque existían pagos que no esperaban, el alquiler, el colegio y la comida. Ella, todas las tardes sacaba venta de chuchitos, atol y tostadas, también vendía pollo. Pero una tarde en particular, mi mamá decidió no sacar la venta porque no tenía ganas, algo así como un presentimiento; yo estaba viendo televisión en la sala, la casa era muy grande, de esquina. 

A las tres de la tarde, estaba rodeada de automóviles negros 4×4. Cuando de pronto, tocaron la puerta, mi mamá salió a atender era un hombre alto y delgado que le dijo que le vendiera una libra de pollo, también le preguntó si iba a seguir sacando su venta y ella le respondió que sí. Cuando estaba partiendo escuchó que él cantaba las canciones cristianas, por lo cual pensó en preguntarle a qué iglesia asistía, cuando se dirigió a abrir la puerta y a entregarle el pollo, le puso un arma en el estómago.




Se detuvo por un momento, sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas, yo solo coloqué mi mano sobre su hombro y la acaricié levemente, ella siguió con la historia.

Cristina: Para mí, ver esa imagen fue fuerte, es algo que jamás olvidaré. Salí corriendo y grité lo más fuerte que pude, le fui a avisar a mi papá y a mi tío que vivía con nosotros, al bajar, a ellos también les pusieron pistolas en la cabeza, mientras preguntaban sobre la droga que había pasado a Panamá. Mi mamá pensaba que ellos estaban drogados o locos porque ella nunca viajó a ningún lugar y mucho menos con droga.

Mi mamá les explicó que nosotros alquilábamos allí, les mostró su identificación, el recibo de los pagos y entonces los narcotraficantes entendieron que se habían equivocado, ellos en realidad buscaban a la dueña de la casa. Al darse cuenta de su confusión decidieron marcharse, dejándonos instrucciones muy puntuales: “No los vamos a matar, pero los próximos que vengan, ellos sí los matarán, tienen 24 horas para salir de aquí”.

Así lo hicimos, dejamos todo, mis papás se fueron a alquilar un cuarto pequeño y a mis dos hermanos y a mí nos llevaron a Zacapa con nuestros abuelos para alejarnos de la situación y del peligro que corríamos al estar ahí. Aunque fuéramos inocentes, pero el problema fue alquilar la casa equivocada.  El hecho de separarme de mis padres por un año completo fue muy duro, saber que no iban a estar en mi cumpleaños, para ayudarme con las tareas, o no me abrazarían, fue realmente doloroso.

La vida en el pueblo es tan distinta a la de ciudad donde lo tienes todo, las luces tan brillantes y los anuncios por todos lados te deslumbran, o donde la comida rápida está en cualquier lado. Que algunas cosas, de las que quizá te aburres, en un momento te harán falta y, más ahora que, en el lugar donde estaba, parecía todo muy lejano, no había mucha gente y todos se conocían.

Mis abuelos vivían en una situación precaria –empieza a llorar– comíamos frijoles con tortillas todos los días y solo teníamos agua con azúcar para tomar, estábamos sin dinero para comprar. Lo único que podías hacer era ver al cielo y cuestionar: “¿Cuándo terminará todo esto?” y al mismo tiempo no llorar para que tus hermanos no se sintieran mal, es ahí que aprendes que la vida no es tan fácil como la pintan.

¿Por qué nosotros? Si no hacíamos nada malo –me pregunta– no sé, le respondí porque en realidad no sabía qué decirle y ya tenía un nudo en la garganta.

Para el final del año todo regresó a la normalidad, sus padres alquilaron una nueva casa y, con ello, una nueva vida y un nuevo comienzo, con limitaciones y precariedades por delante, porque si antes la situación había sido precaria ahora lo era más; otro trabajo y escuela.

Cristina: enfrentar esas cosas te hace más fuerte porque tenés que madurar más rápido por el simple hecho de cuidar de tus hermanos porque tus papás no están y tus abuelos tienen mucho que hacer y están muy grandes. Por eso no me dejo de nadie ahora –lo dice con un tono sarcástico– y lucho por lo que quiero.

Esta es la historia de una amiga, de una compañera que se sentaba al lado mío y que para mí era solo alguien más, ahora entendía más su toque de rebeldía y de carácter también, y como dicen: Hay que buscar la verdad y no la razón de las cosas y la verdad se encuentra en el camino de la humildad y el aprendizaje. 

Todas las noticias, directamente a tu correo

Recibe todas las noticias destacadas de Relato.gt, una vez por semana, 0 spam.

¿Tienes un Relato por contar y quieres que nosotros lo hagamos por tí?

Haz click aquí
Comparte
Comparte