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No tenía calcetines, una mancha negra delineaba el lugar donde los zapatos hacían contacto con la planta de su pie. Había llegado una hora antes, antes de los cantos y de que se abriera la ventana del portón.

En el salón vacío, un maletín de computadora, con el zíper roto, reposaba en la banca junto a él. De entre las costuras rotas se asoma un pachón amarillo, con el logo del PAN y la frase “Arzú Responde”.

Movió sus pies como para rascárselos, derecho sobre izquierdo y la mancha en el otro pie se hizo visible. Nunca abrió los ojos, parecía estar en trance o hablando con alguien que estaba lejos del salón.

Se le notaba en el cabello que hacía varios días que un peine no tocaba su cuero cabelludo. Pants negro y chumpa rota, así esperaba Marco Tulio, que llegara la hora.




Había salido de la colonia Bethania, a eso de las 4 de la mañana, a vender periódicos. No fue siempre así, antes salía una hora más tarde y su voz no hablaba de los titulares, más bien enseñaba historia, matemática e idioma español a niños en la zona 1.

El recorte de personal, la edad y las mafias en el Ministerio de Educación lo dejaron sin trabajo. A sus 52 años, poco sabía hacer y el hambre lo llevó a buscar algo rápido.

Así llegó al edificio naranja

No sabía del lugar, de la esquina naranja, donde los tres tiempos hay consuelo para los estómagos desconsolados. Ahí, en la 13 calle y 10a. Avenida, más de 50 personas buscan lo que no encuentran en sus casas.

Desayuno, almuerzo y cena se sirven desde la ventana del portón todos los días. Migrantes, deportados, indigentes y personas de limitados recursos hacen cola para calmar el hambre de mañana, tarde o noche.

La obra comenzó en 2014, recuerda la hermana Ana y desde entonces las bocas con hambre no dejan de llegar. “La mayoría de los que vienen son regulares, es decir vienen siempre, pues ya saben que aquí se da comida”.

Y es ese conocimiento, el que se riega de esquina en esquina el que llevó a Marco Tulio a la puerta del lugar. “Terminé mi ronda de repartidor y un señor me dijo que en la esquina de la 13 y 10a. daban comida, eso sí hay que llevar su plato y vaso”.

Ocho monjas, tres tiempos

Las ocho monjas que atienden la obra se turnan para cocinar y entregar la comida a los más necesitados. El menú, comenta la hermana Patricia, va desde huevos, arroz, frijol, verdura y pasta.




La monja no se explica cómo, pero de la ventana del portón siempre sale comida para el que la pide. “Eso sí, en horarios establecidos y con tiempos exactos de atención, desayunos de 8:30 a 9:00, almuerzos de 1:00 a 1:30 y cenas de 5:30 a 6:00”.

Y con este horario es que muchos organizan su día. Marco Tulio sale de su casa para coincidir con el desayuno y termina su jornada para llegar al almuerzo, “solo para la cena me tengo que quedar más en el centro, pero así no duermo con el estómago vacío”.

El rezo empieza y el maestro cubre sus pies, unos zapatos que parecieran ser dos tallas más grandes. Vencidos y gastados por los lados, como si el anterior dueño hubiese tenido problemas para caminar.

Comienzan a llegar

Mientras los rezos comienzan, la pared naranja de afuera sirve de respaldo a los primeros comensales. Bolsas de plástico, cajas y nilón para la lluvia descansan en el suelo, cada quien guarda su turno para comer.




Las monjas aseguran que de momento solo pueden dar la comida por la reja del portón, pues no tienen espacio para poner un comedor digno. “Mire por ahora lo más importante es no dejar que pasen hambre, parados o sentados en la banqueta todos comen y eso es bueno”.

Las Misioneras Eucarísticas Guadalupanas de San José, orden a la que pertenecen las ocho monjas, tiene por carisma la atención a los pobres y los más necesitados. Marco Tulio, quien desde hace una semana comenzó a llegar, es hoy uno de esos, de los que tienen hambre.

Ya no hay salón de clases, ni alumnos ni recreos. Las nuevas tecnologías y la corrupción le dejaron fuera del sistema educativo.

Marco Tulio no dará clases, ni formara niños, pero lo que sí tiene seguro es que tres veces al día, cuando la reja del portón se abra, sobre su plato habrá comida.

Si quieres y puedes ayudar a la obra de estas monjas 
comunícate al 2232-4474 o lleva tu ayuda a la 13 calle 10-09, zona 1. 

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