Recordando a nuestros Scrooges imagen

A fin de año, algunos sucumbimos ante un sentimentalismo generalizado que nubla el buen juicio que empleamos el resto del tiempo.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Cuando la realidad supera la ficción nos encontramos con jefes que parecen salidos de la obra de Charles Dickens en estas épocas navideñas: mezquinos, egoístas y crueles. En este texto presentamos una selección de casos reales de crueldad durante Navidad… y el resto del año.

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En otra época de mi vida llegué a bajar mi guardia con gente cercana (mis jefes, para ser más específico). Luego de aprender lecciones valiosas al abrir ciertos aspectos privados, ahora logro juzgar mejor el carácter de las personas. No necesito fingir que soy amigo, o algo parecido a ello, de quien soy subalterno todos los días.

Con un espíritu similar al de Festivus (específicamente, Ventilar los agravios), en este Relato describo algunos de los aspectos de los seres que llegaron a ganarse mi desprecio durante varios momentos de mi carrera. Desconozco si tendrán una crisis de conciencia o una visita de 3 espíritus, como en la obra de Dickens –o su versión fílmica ochentera (Scrooged)–, para hacerles ver el alcance de sus acciones-inacciones.

Tampoco es coincidencia que cada cierto tiempo trato de terminar la edición abreviada de Las 48 Leyes del Poder, de Robert Greene. Muchas ideas del libro son atinadas, especialmente cuando resumen una forma de juego mental muy conocida:

“Nada es más irritante que un hombre que mantiene su serenidad mientras otros la pierden”.




El agente doble

No podía confiar en él y mi más grande error fue entregar cuotas experimentales de confianza en su dirección, “tanteando” para determinar si terminaría utilizando la información en mi contra (por supuesto, así fue). La confusión partía de que, como jefe, me daba ciertas libertades y era tolerante. Por otro lado, los que trabajábamos con él reconocíamos cuán astuto podía llegar a ser. Las jornadas se convertían en un campo minado, una coreografía de esperar no cagarla, para no ser un blanco obvio en su mira. Era un Ebenezer Scrooge tipo Big Brother.

Hay una palabra anglosajona que describe una de las acciones propias del agente doble: gaslighting. La escuché por primera vez en la película The Darjeeling Limited, cuando uno de los hermanos le pregunta al otro el por qué su exnovia habría colocado una botella de su perfume adentro de su equipaje. ¿La esencia? Sembrar dudas y confusión. En estas épocas no sabías si una felicitación navideña vendría con un puñal escondido.




El viejo verde

Parafraseo al primo de un amigo: todos tenemos el derecho constitucional de autodestruirnos. El problema surge cuando existe daño colateral premeditado. Cuando realicé una consultoría este año, encontré uno de los abismos más oscuros y desagradables de la naturaleza humana. El editor y presidente de la agrupación, digamos, cívica, para la cual trabajé en este proyecto, no dudaba en insultar o hacer comentarios sexistas, principalmente, con su subordinada. Era un Scrooge verde.

Uno de los episodios que me involucró directamente fue cuando utilizó nuestras diferencias personales para abortar la última fase de mi consultoría y destinar mi salario a la veinteañera que contrató semanas antes de que el evento internacional que desarrollamos finalizara. Claro, poco importó que él estuviera casado y que el asunto fuera un conflicto de interés que la gremial involucrada pudo señalar. La apatía es otra forma de complicidad. Un minuto para esas mujeres que, para estas fechas, deben soportar Scrooges verdes que piden “bonos navideños”.




El emprendedor agresivo

¿Y si compartimos nuestra vulnerabilidad, nuestros issues de salud mental, con el jefe? ¿Qué podría salir mal? Ya lo pueden imaginar, principalmente si es un Scrooge Freud. En otro momento de mi carrera cometí este error común en el ambiente laboral: creer que nuestra vida es un libro abierto. El emprendedor me echó en cara lo que fue un dato compartido con él como un gesto de humildad para hacerme sentir inferior.

Todo por rehusarme a trabajar directamente con él y exponerme a sus ataques impredecibles, pero constantes. Irónicamente, él mismo compartió con la compañía entera sus propias crisis de salud mental. ¿Hipocresía, proyección, vergüenza? Elijan una carta, cualquier carta. De todos, este Scrooge era el más hipócrita para estas fechas.                                                                                                                                                                                                                                                     

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