Por Uber no hay más sexo imagen

Uber ha venido a mejorar la calidad del servicio de taxi en Guatemala.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Finalizaba el primer año del nuevo milenio y César, un estudiante que estaba por cumplir 18 años, pegó centro. Patty, su novia de 8 meses, traería al mundo su primogénito y nada sería igual.

Sus padres se lo habían advertido, pues ellos también probaron las mieles sin bajar el panal. “Tené cuidado, te vas a cagar en tu vida”, decían.

Pero nada importaba, tenerla y ser de ella era lo único que le pedían sus hormonas. Y fue este suceso lo que marcó el rumbo de los jóvenes inexpertos.

“De amor no se vive, pero sí se goza”. Y cuando no hacían el amor, el tiempo de ganarse la vida les ocupaba y preocupaba.

Fue así como, a los tres meses de nacido César Jr., y que la ayuda de los padres del estrenado jefe de familia se viera recortada, que la desesperación se asentó en la vivienda de Terrazas de San Cristóbal.

Un amigo, que conocía a otro y a otro, llegó con una propuesta. “Sacá la licencia y manejá un taxi”. El trabajo no era complicado y los horarios los hacía a su conveniencia.




Fue así como César se colocó detrás del timón para llevar pan a la mesa de su familia.

Durante casi 15 años el negocio fue viento en popa.

“Trabajaba mis horas y los días que se me daba la gana”. Semanalmente debía entregar Q1,500 al dueño del carro y el resto de las ganancias servían para el mantenimiento de la unidad y los gastos familiares.

Era un Hyundai ATOS modelo 2000, casi nuevo y 14 años después, la unidad seguía operando. Los años y el intenso uso, pues mientras crecía César Jr. se sumó a la familia Alex, dejaron huella en el pequeño automóvil.

“Sillones sucios, vidrios rajados, llantas en mal estado y topones a lo largo y ancho de la carrocería, eran evidencia de las horas que César trabajaba. “Pero la apariencia no era una preocupación para el ahora, joven adulto, taxista”.

Uber limpió mi unidad

Para bien o mal, la unidad de César seguía cumpliendo la función “generar los fondos para mantener cuatro bocas”. Descuidada, sucia y con un aspecto tétrico el pequeño ATOS no daba más y mientras tanto más se exigía de él.

Finalmente, en 2016 la gran noticia llegó. Uber, el revolucionario sistema de transporte llegaba a Guatemala. César y los miembros del gremio entendían poco del sistema y, parte desconocimiento y molestia, los llevaron a pronunciarse en contra de este.




Los clientes se fueron, recuerda. Las llamadas para recoger secretarias, prostitutas, amas de casa o ejecutivos dejaron de llegar, Uber se las había agenciado.

Fue así como un día se sentó a preguntarse “¿qué pasó? Volvió la vista a su pequeño automóvil y le quedó claro, “no tengo con qué competir”.

Esta reflexión lo llevó a invertir los ahorros familiares y contraer un préstamo para mejorar su unidad. “Era lo único que podía hacer, solo sé manejar taxi y quería salvar mi chamba”.

Finalmente, en mayo pasado el cambio se dio. El banco había aprobado el préstamo y un Hyundai i10 venía a reemplazar al maltrecho ATOS.

César sigue siendo un taxista independiente y la familia ha visto sus finanzas restablecerse. “Vivimos más tranquilos y estoy empezando a hacer mi ahorro familiar”.

Hoy, la comida está prohibida dentro de la unidad, el sexo impensable y a los clientes se les pide observancia de las reglas. Hasta un aerosol ambiental sirve para borrar el rastro aromático de las señoritas, que duermen de día y viven de noche. 

Si quieres contratar los servicios de César, puedes acceder a su página de Facebook aquí:

CÉSAR ZABALETA




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