Perdí el brazo por bocinar imagen

El uso de la bocina sirve para llamar la atención de la gente de distintas formas, pero a Carla solo le atrajo la mala suerte.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

La  fuerte lluvia, el estrés post trabajo y las calles vacías a las 11:30 de la noche hicieron que Carla se topara con un arma que apuntaba hacia ella, despertando casi 24 horas después, en una camilla del IGSS sin su brazo derecho.




“Eran las 11 de la noche de un miércoles y terminé muy tarde, por lo que no encontré tráfico, pero llovía muy fuerte”, comenta Carla.

Ella salió ya muy cansada, decidida a ir a dormir por un largo tiempo y deseosa de que llegara el momento de estar con su hijo de 3 años, que su madre cuidaba, sin embargo, lo que ella no sabía es que esa noche cambiaría su vida.

Marcó su salida, se dirigió al sótano y emprendió camino hacia su casa, en su pequeño Geo metro. Estaba lloviendo, a tal punto, que los tragantes se tapaban y la basura avanzaba rápidamente por las orillas de las aceras. Casi no habían carros debido a las altas horas de la noche.




Ella procuraba manejar algo despacio, ya que llovía en exceso y asegura que siempre hay “locos” manejando por las calles a esas horas.

Una que otra luz de carros, lograba visualizar Carla, entre la densa lluvia. 

“Y no miento, pasaron un par de motoristas rápido y tuve que frenar en seco una vez”, indica.

En ciertas ocasiones, tenía que bajar la velocidad porque la lluvia arreciaba y la visibilidad era menor, casi no miraba lo que tenía enfrente y las calles se inundaban tanto, que Carla sintió que el agua se entraría a su carro. También, sintió que en algún momento tendría que llamar a una grúa. No se imaginó quedar varada sola esperando ayuda.

El trayecto a su casa se sintió largo, pero iba al tiempo que siempre pactaba para llegar. Pasó varias calles y avenidas, giraba a la izquierda, a la derecha, se metía por otros desvíos porque los que ella normalmente concurría estaban inundados.

En una de las calles estrechas que tuvo que pasar, había una camioneta parada pero no estaba estacionada.

“Era un vehículo negro y bastante grande, no logré ver las placas y mucho menos la marca”.

A Carla le costó bastante entrar en ese “callejón” porque habían carros estacionados de lado y lado, según ella, le faltaban pocos minutos para llegar a su casa.

Ante la frustración de la lluvia y lo costoso que fue no darles su “besito” a los carros, bocinó una vez, no fue un bocinazo largo sino solo para avisarle al conductor que estaba alguien detrás de él que deseaba avanzar. Carla pensó que estaba esperando a alguien, pero pasaron 10 minutos, en lo que se entretuvo con su celular, terminó y nadie salió ni entró en la gran camioneta negra.

Bocinó una vez más de la misma forma y nada. Hasta que intentó una última vez, pero ya se encontraba molesta, por lo cual resonó la bocina por toda la angosta calle unos tres segundos, en ese instante alguien bajó de la camioneta.

Lograba ver que el tipo le decía algo, pero como no escuchó nada, Carla salió del carro con una sombrilla. El hombre le estaba apuntando con una pistola y la maltrataba. Él era grande, gordo y pelón.

“Perdón, perdón. Ya me voy, pero no me haga nada, en serio perdón”, le decía al individuo y cuando ella intentó entrar nuevamente al carro escuchó el disparo y segundos después sintió un dolor intenso y la vista se le nubló. Ya no vio ni escuchó nada.




“Desperté toda zombie y no entendía lo que me pasaba, el brazo me dolía un montón, me costaba moverme hasta que al fin llegó alguien del hospital a preguntarme cómo me sentía”, relata Carla

Llegó su mamá y hermana, rápido preguntó por su hijo, pero la madre le dijo que estaba bien. Tenían en la expresión un poco de tristeza y preocupación, era obvio que algo malo pasaba. 

“No me había dado cuenta que ellas me examinaban de pies a cabeza, pero se centraban en mi brazo derecho vendado y yo al parecer estaba tan sedada que no sentía muchas partes del cuerpo”. 

Su mamá comenzó a llorar y habló… “Mija, perdónanos, los doctores hicieron de todo para ayudarte pero, no pudieron hacer mucho, tuvieron que quitarte parte de tu brazo”.

Carla comenzó a llorar y hasta ese momento se dio cuenta, su brazo derecho era más corto y no lo sentía en su totalidad. Los doctores le explicaron que fueron dos balas las que encontraron en el antebrazo y que posiblemente fue un intento fallido de cubrirse de ellas; el resultado fue tan grave que no había más qué hacer que una amputación.

“Me deprimí mucho, pero gracias a Dios conservé mi trabajo y una de las motivaciones en la vida es mi hijo. Él fue quien me ayudó a seguir luchando. Es difícil vivir así, pero Dios quiso que estuviera aquí y estoy agradecida por eso”, expresa Carla.




Siempre se debe tener cuidado en las calles, no sabemos con qué tipo de personas vayamos a toparnos en la vida ni en qué circunstancias. Tengamos precaución en todos los casos porque lo que a Carla le sucedió, pudo pasarnos a cualquiera de nosotros.

¿Tú eres precavido en las calles?

 


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