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Era una calurosa tarde, cuando Ángel fue a buscar a su mejor amigo Rafael, para ir a la chamusca que todos los días jugaban con otros niños de la cuadra en un terreno baldío, desde donde se puede observar buena parte de la capital.

Al salir de su casa mintió, cuando le preguntaron si tenía “deberes” de la escuela que hacer para otro día, sin pensarlo contestó que no. Así logró el permiso que lo llevaría a descubrir el secreto de “Rafa” y a consumir drogas.

Con la palma de su mando derecha, tocó a propósito y con intensidad tres veces, una improvisada puerta de láminas corroídas que solo las sostenían clavos oxidados, en la parte superior. El escandaloso sonido hizo que de entre ellas, un perro con apariencia escurrida, saliera a toda prisa de la covacha.

Pero nadie salió, entonces silbó con el sonido acostumbrado. Después de unos cinco minutos, al no obtener respuesta decidió entrar. Aunque nadie le había respondido presentía que alguien estaba adentro.

Como pudo se abrió paso entre láminas, parales de madera apolillados y caminó con cautela hasta otra puerta de lámina pintada de verde, agujereada por clavos. Le pareció muy curioso que estaba cerrada y sin candado, por eso decidió acercarse a echar un ojo.

En el interior estaba Rafa, sentado en el piso, a orillas de la cama, con su mano derecha sostenía un trapo que le cubría la nariz y la boca, que remojaba constantemente con un líquido envasado en una botella oscura de cerveza.

La confusión no tardó en llegar ¿qué hago?, ¿estará bien?, ¿qué estará haciendo encerrado? Se cuestionaba, cuando fue sorprendido.

Entra no te asustes, todo está bien, escuchó decir a Rafa, entre los dientes. Al pasar, el lugar olía a tíner (solvente), “vos sos mi carnal y entre nosotros no hay secretos, con esto me siento calidad, me olvido de todo, me siento feliz, hácelo también, yo te hago el paro, no tengás miedo”.

Ángel y Rafa de 10 años, tuvieron su primer contacto con sustancias adictivas como los solventes a los 9, luego probaron la marihuana, aseguran que sus compañeros en la escuela también lo hacen y que los más grandes ya le “hacen a la coca” o “a la piedra”.

“Cuando no se la ganan por hacerle mandados a un cuate de El Paraíso 2, en la zona 18, piden dinero en las calles o se la rifan para ir a robar y luego la compran”.




“A esta edad, los niños que consumen drogas no se imaginan que van a terminar siendo adictos, algunos logran superar el reto machista que le proponen los amigos, cuando les dicen con probar no pasa nada, pero muchos caen en picada a la adicción”, relata Alejandra Vásquez de la Plataforma de Desarrollo Integral (PLADIS).

Desarrollarse en un ambiente donde hay abuso verbal y físico, además de juntarse con consumidores que son conocidos, así como enseñarles a rechazar las drogas y el alcohol sin enemistarse son algunos de los patrones en los que se deben trabajar con la niñez, según PLADIS.  Agregan que los mayores riesgos para niños y adolescentes son el consumo de drogas, la violencia y el VIH/SIDA.

Aspectos importantes a considerar

Sitios especializados como medlineplus.gov refieren que “si bien no hay una manera infalible de asegurarse que su hijo nunca use drogas, puede tomar medidas para prevenirlo”.

Manténgase involucrado. Construya una relación sólida con su hijo y muestre su apoyo por sus intereses.

Sea buen modelo a seguir. Los comportamientos que muestra envían un mensaje directo a sus hijos, ya sea que usted los sepa o no. Si bebe alcohol, hágalo con moderación.

Preséntese y conozca a los amigos de su hijo. De ser posible, también establezca relación con sus padres. Si cree que alguien es mala influencia, no dude en intervenir o alentar a su hijo a que entable otras amistades.

Sepa lo que está haciendo su hijo. Los adolescentes sin supervisión tienen mayores probabilidades de experimentar con cualquier tipo de droga. Manténgase informado sobre dónde y con quién está.




Si el comportamiento de su hijo cambia y es inhabitual, puede ser una alerta importante de que algo no está bien, las siguientes señales le pueden ayudar.

Hablar rápido o de manera explosiva

Ojos muy rojos

Tos que no desaparece

Olor o aliento inusual

Pupilas dilatadas (agrandadas) o muy pequeñas

Aumento de apetito

Pereza, apatía o somnolencia constante

Hiperactividad

Cambio de grupo de amigos

Actividades secretas

Mentir o robar 

Fotos: Pixabay


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