Sabía que no sería fácil. Es uno de esos días donde las horas se hacen eternas. Quiero calmarme pero no puedo. Tomo café, como, hago más esfuerzo en el gimnasio, escucho música diferente pero mi corazón no se separa de la cancha. Es la final de la Liga Nacional y Municipal es uno de los protagonistas. Se medirá ante un rival que me hace temblar las piernas.
Si bien los pecho amarillo disputan por segunda vez dicha instancia, en la historia de la división, han complicado mucho a los escarlatas. El duelo de ida dejó las posibilidades abiertas para ambos y es de temer lo que puedan plantear con el hambre que tienen de hacer historia.
He dormido entre poco y nada por pensar cómo sería idóneo que alinearan los rojos. Sé que no sirve en absoluto tomando en cuenta que no estoy ni cerca de dirigir al equipo en un partido como el de este fin de semana, pero es parte de la ilusión.
El reloj se ha convertido en un objeto muy tedioso. El viernes por la tarde tuve una reunión en donde se definieron varios detalles sobre la cobertura del evento, incluso sobre las medidas de seguridad que se quieren tomar para evitar incidentes. Todo esto me hace agonizar de a poco.
Por otro lado, me pone nostálgica saber que ya se cumplió el último entreno de Claudio Albizuris, que se disputará el último juego y que será la última vez que lo podamos ver portando la camisola roja en un partido oficial. Su despedida aún es un tema que no supero. El equipo ya entrenó, está listo y concentrado en el juego. Lo digo literal. El equipo se acomodó en un hotel de la zona 14 capitalina para hacer un trabajo previo al partido. Se juegan la vida, necesitan estar más que “metidos” en el enfrentamiento.
Se ha conformado el once titular. No me causó sorpresa, pero sí una grata sensación porque John Méndez y Frank de León podrían salir al campo en la oncena inicial. No importa qué pase dentro de la cancha en este último partido del Clausura 2017, son y serán jugadores prometedores del fútbol nacional.
Estoy esperando el momento de entrar al estadio. De ver la ilusión de miles de aficionados que esperan, como yo, un buen resultado. Que añoran cantar muchos goles y corear porras desde que se acomoden en los graderíos.
El olor a la gramilla, ver un estadio enorme lleno de camisolas rojas, los rostros de los jugadores que están expectantes por lo que suceda en 90 minutos. Todos los que caminan, corren y gritan para que los planes salgan como estaban pactados. Cuando se dé la bienvenida en el micrófono. Son tantas emociones imposibles de describir.
Sé que todo lo que ha pasado en el torneo ya no sirve de nada. Son 90 minutos nuevos.
He hablado con varios jugadores y todos coinciden en que están totalmente enfocados en darle a la afición su título 30; en sonreír y cantar junto a la afición. Listos para salir del camerino con el valor de cambiar el rumbo de una institución. Estoy segura que la gente de Guastatoya piensa igual. Todo se reduce a un mísero día en el que se juega el honor, en donde se defienden 81 años ante un adversario que comienza a dar pasos en firme.
Guastatoya viajó a la ciudad capital y, pese a que tuvo contratiempos de salud con algunos elementos del grupo, por una infección intestinal, esta final la viven a tope. La estadística puede favorecer al local, pero al final son once contra once, con una pelota, ambición y un objetivo claro.
Los boletos se agotaron. La afición de los pecho amarillo está a la espera del duelo. Quieren ser parte del momento. El público edil está tomando en serio el papel de jugador #12, está acompañando desde ya y dando aliento a los once dentro del rectángulo.
¡Que gane el mejor, que gane el que tenga una propuesta más clara!
Fotografía de CSD Municipal.