Me suicidé a los 15, perdonen mi decisión
Fue una tarde de marzo. Tenía que hacerlo. Llegué a la casa de mis abuelos después del colegio. Siempre lo hacía. Mi mamá estaba en una consulta médica. No quise almorzar y me fui a mi casa a hacer deberes.
Tengo 15 años de edad y la decisión que tomaría sería la última de mi vida.
Me llamo Enrique Duarte y creo que soy un patojo afortunado. Mi mamá ha sido también mi papá. Crecí sin él, pero tengo el amor de mis tías y mis abuelos.
Mi mamá nunca me pega, me abraza por las mañanas cuando estoy calientito en la cama. Y en la clase nadie me cree que nunca he conocido el poder de la chancla.
Tengo dos perritas, nina y Mía, las adoro. La naturaleza me atrae tanto que tomo fotos a la luna, las plantas o el mar.
El mar, Para mÍ es un lugar especial. En Costa Rica hay una playa donde quisiera vivir un día. Sueño con hacerlo.
Tengo pocos amigos y uno es especial, con él veo los viernes películas en mi casa. Pero me llevo bien con mis compañeros de clase, bromeamos y jugamos pelota.
Este miércoles me pidieron que pasara a hacerme la cruz de ceniza en el colegio, pero no quiero. Eso me gusta hacerlo con mi familia y en la noche iremos a la iglesia.
Soy muy chistoso. Bromeo mucho. E imito los acentos de otros países. Creo que nací con eso. Participé de un cortometraje cuando apenas tenía siete años.
Pero hoy todo eso terminará.
La Directora del colegio donde estudio me presiona mucho por unas tareas que no entregué. Me grita y dice que yo le robo a mi mamá, porque me paga el colegio y no hago las tareas.
No sé cuántas veces me lo ha dicho. Hoy me regañó y me amenazó con llamar a mi mamá y sacarme del colegio. No puedo seguir, voy a solucionar el problema.
Llego a mi casa. No hay nadie. Me quito el uniforme, doblo el pantalón y pongo en el bote de ropa sucia la camisa. Dejo a la vista de mi mamá el seguro del colegio y mi billetera.
Necesito un lazo. Entro al cuarto de mi tía. Mejor allí. Que me encuentre ella y no mi mamá porque se puede asustar.
Amarro el lazo al tubo de la cortina del baño. Pongo un banco, no voy a quedar colgado, solo presionaré mi garganta hasta que ya no llegue el aire a mis pulmones.
Estoy muriendo, adiós mamá, perdona mi decisión, tenía que hacerlo.
El grito de una madre
Se hincó frente al féretro y preguntó, ¿por qué lo hiciste hijo? ¿Qué voy a hacer ahora sin ti?
Sus recuerdos empapados en lágrimas revuelven la mente de Teresa, tantos momentos vividos con su único hijo.
No pasaba un día sin que Enrique le dijera que la quería, se abrazaban, se besaban y bromeaban.
Lo buscó donde sus papás y le dijeron que estaba en su casa. No lo encontró, Enrique nunca se salía, lo llamó al celular, no contestaba, la mandó a buzón. Lo apagó. Teresa vio su computadora y allí estaba su billetera, comenzó a angustiarse.
Cuando llegó a la última habitación, lo miró y le habló.
No se movía, vio el lazo, él estaba con sus piernas dobladas, y entonces SE diO cuenta que se había ido, salió corriendo, gritando, Enrique se suicidó.
La Oficina Panamericana de la Salud (OPS) advirtió que en Guatemala, en los últimos cinco años han ocurrido 2,261 suicidios, siendo el envenenamiento el método más utilizado, seguido del ahorcamiento y el arma de fuego; el 74% de estos han ocurrido en los hombres; el 43 por ciento de los suicidios suceden en la vivienda.
El Instituto Nacional de Ciencias Forenses de Guatemala -INACIF- destacó que el ahorcamiento en adolescentes es muy frecuente en este país, y que regularmente no dejan cartas explicando la razón del suicidio.
Es un grave problema de salud pública; no obstante es prevenible mediante intervenciones oportunas. Si bien existe un vínculo entre el suicidio y los trastornos mentales, muchos se producen impulsivamente en momentos de crisis que menoscaban la capacidad para afrontar las tensiones de la vida.